Mi hijo está deseando que empiece el próximo curso escolar. Como va a cursar quinto de primaria, le van a llevar a la Generalitat y podrá jugar a hacer de presidente. Según publicaba el otro día Crónica Global, estudiantes de quinto y sexto de primaria -es decir, de 10 y 11 años- de decenas de colegios catalanes participarán en este juego de roles, con el cual asumirán el papel de presidente de la Generalitat en una actividad que, según ésta, pretende que los jóvenes "conozcan el funcionamiento" del Ejecutivo catalán. La idea es fenomenal: ya que en Cataluña llevamos años con adultos que juegan a hacer de presidentes, lo suyo es que los niños también puedan divertirse jugando a lo mismo. De hecho, el actual inquilino de Palau no deja de ser un niño al cual han colocado allí para que juegue un rato, lo que ocurre es que ya lleva unos años, se conoce que le gusta más jugar que estudiar, que es lo que necesita. Mi compañero en estas páginas, Ramón de España, llama a Pere Aragonès el niño barbudo, y ahora podrán sumarse a su juego el resto de niños catalanes, aunque no luzcan barba. Tal vez el motivo de esa iniciativa sea precisamente llevar a la Generalitat a otros niños, para que Aragonès pueda jugar con ellos a la hora del recreo.
Lo que sin duda va a suceder es que vamos a crear una generación de aspirantes a presidir la Generalitat. Hasta ahora, los niños querían ser bomberos, astronautoas o policías, hasta que, ya un poco creciditos, sus mamás les convencían de que estudiaran para médicos, abogados o ingenieros. Eso se acabó. En cuanto los niños catalanes pasen por la Generalitat y se den cuenta del chollo que supone presidir aquella cosa, no habrá quien les saque de la cabeza llegar a trabajar de ello cuando sean mayores. A la larga, la visita también influirá en sus malos resultados escolares: ¿Para qué estudiar y ser una persona de provecho, después de ver con sus propios ojos que cualquier inútil puede llegar a presidir la Generalitat y cobrar más que un presidente de Gobierno?
Los escolares que pronto van a jugar a hacer de president llegarán a sus casas con una idea exacta de lo que significa ese cargo: jugar un rato cada día y cobrar un generoso sueldo a fin de mes. Eso es un peligro, porque los niños son muy sensibles y pueden llegar a creer que todos los trabajos son tan descansados como el de president de la Generalitat. Más de uno va a pensar que todos los adultos son tan vagos como Pere Aragonès, con lo que van a perder el respeto debido a sus padres, quienes seguramente se desloman ocho horas al día en cualquier trabajo honrado, o sea, en cualquier puesto de trabajo alejado de la Generalitat.
Antes, las escuelas llevaban a los niños a visitar el zoo, que también está lleno de animales, pero por lo menos nadie regresaba de la excursión con ganas de ser un gorila o una jirafa. Llevarlos a la Generalitat y encima mostrarles la vida padre que se pega un president con tan escasas capacidades intelectuales y tan poco amor al trabajo, equivale a gritarles al oído que en la vida no vale la pena echarle ganas, que basta con ser político.
Temo el día que le toque a mi hijo la excursión. El chaval se queda con todo, y con una sola visita a la Generalitat va a darse cuenta de que para presidir Cataluña basta con recordar de vez en cuando el año 1714 y asegurar que un día llegará independencia, además de poner cara de circunstancias si alguien canta Els Segadors, da igual dónde se encuentre uno. A ver con qué cara puedo después decirle que se esfuerce en el colegio.
- Niño, cada mes traes peores notas. Así no serás nunca una persona de provecho.
- Es que de mayor quiero ser presidente de la Generalitat, papá.