La Real Academia Española (RAE) define el buenismo como la “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”, y agrega que se usa en sentido despectivo.

El concepto de buenismo suele utilizarse, por ejemplo, para señalar a quienes son tolerantes con la inmigración, la defienden entre otras razones porque contribuye al desarrollo económico y se oponen a las medidas restrictivas y, en el fondo, xenófobas. Pero en este caso los buenistas tienen razón, como demuestra el estudio Política monetaria y fiscal (2020-2023), elaborado por el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona Josep Oliver Alonso y citado en un artículo de Andreu Missé en El País. El estudio destaca que “el extraordinario flujo de inmigrantes llegados a nuestro país ha evitado un colapso de la economía española” y que “entre el 70% y el 80% de la nueva ocupación en España y el 100% en Cataluña está cubierta por inmigrantes”. Todo un desmentido de la “invasión” excesiva de inmigrantes que denuncia la extrema derecha.

Ahora el término buenismo se utiliza también en el conflicto de Oriente Próximo y no solo para criticar a los abiertamente sectarios, como Ione Belarra, que no tiene el don de la oportunidad y pidió llevar a Israel al Tribunal Penal Internacional y romper relaciones diplomáticas, solo un día después del brutal ataque de Hamás.

También se califica de buenistas a quienes denuncian tanto el bárbaro ataque terrorista del 7 de octubre en Israel como la desproporcionada respuesta militar israelí. La incursión de Hamás fue despiadada, salvaje y cruel, con 1.400 israelíes asesinados, incluidos muchos niños y familias enteras, y 200 rehenes tomados, pero la respuesta del Gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu eleva ya el número de muertos en Gaza a unos 7.000 (750 en un solo día, 305 de ellos niños). El número de menores de edad muertos asciende a 3.000, según fuentes palestinas.

A quienes no ahorran la condena de Israel se les llama “buenistas”, “equidistantes” o “melifluos” (dulce, suave, delicado o tierno, según la RAE). Pero, en ese caso, ¿es buenista la ONU, que reprocha la actuación de ambas partes?; ¿es buenista Javier Solana, ex secretario general de la OTAN, que afirma que “la respuesta de un país que bombardea por aire y que quiere meter tanques en un lugar tan pequeño [Gaza] es muy desproporcionada”?; ¿son buenistas los generales españoles retirados que opinan en las televisiones en el mismo sentido?; ¿son buenistas la izquierda israelí e historiadores como Ilan Pappé, Shlomo Sand, Norman Finkelstein o Charles Enderlin, críticos con el sionismo y la actuación de Israel?

Ilan Pappé, profesor en el Reino Unido tras haber tenido que abandonar Israel, ha denunciado la “limpieza étnica” de los palestinos. Shlomo Sand, profesor en la Universidad de Tel Aviv, demostró, en La invención del pueblo judío, citado por el filósofo Santiago Alba Rico, que no había ninguna continuidad histórica, y mucho menos genética, entre los judíos que vivían en Palestina cuando Tito destruyó el templo y los que fueron llegando a la región a finales del siglo XIX. Los descendientes de aquellos judíos que se levantaron contra las legiones romanas en el año 70 son precisamente los palestinos de Gaza y Cisjordania, convertidos al islam en el siglo VIII, según Sand.

Israel acaba de romper relaciones con la ONU, ha pedido la dimisión del secretario general, António Guterres, y niega la concesión de visados a los representantes de Naciones Unidas. La razón es que Guterres aseguró en la ONU que los ataques de Hamás “no surgieron de la nada” porque “el pueblo palestino lleva sometido a 56 años de asfixiante ocupación”, los mismos años que Israel lleva incumpliendo las resoluciones de la ONU. El pueblo palestino, añadió, “ha visto cómo su tierra era devorada sin cesar por los asentamientos y asolada por la violencia; su economía, asfixiada; su población, desplazada, y sus hogares, demolidos”. También señaló que “los agravios del pueblo palestino no pueden justificar los atroces ataques de Hamás. Y esos atroces ataques no pueden justificar el castigo colectivo del pueblo palestino”.

Sea o no buenista, Guterres ha desatado la ira de Israel por decir la verdad.