"Hamás lanza 4.000 cohetes sobre Israel". La noticia iba acompañada de una foto de los incendios. "Arde Jerusalén", pensé asustada. Era viernes 7 de octubre y acababa de leer la noticia en mi móvil. Caminaba por el paseo de Gràcia y, al pasar por la Pedrera, vi la llegada de grupos de manifestantes con banderas palestinas (negras, verdes y blancas con el triángulo encarnado); otros las llevaban rojas con hoz y martillo. Había jóvenes y viejos. Gritaban consignas a favor de Palestina, el atacante. A Israel no le había dado tiempo a responder ni a defenderse, cuando la vieja nueva izquierda española ya andaba protestando contra "el genocidio israelí en Gaza".
Cuando comenzaron los feroces ataques era Shabbat, el día que los judíos dedican al descanso, a las plegarias, a la lectura de la Torah. Israel se paraliza desde el ocaso del viernes hasta el anochecer del sábado. La organización yihadista escogió esa jornada santa de los judíos para lanzar explosivos, infiltrar a sus milicianos en el país vecino, asesinar a civiles (niños incluidos) y secuestrar a cientos de personas. Ya lo hizo en conflictos anteriores.
En España, en casi toda Europa, son muchos los que quieren seguir creyendo que los milicianos de Hamás, que gobiernan esa Franja de Gaza con numerosos túneles subterráneos por donde entran y salen armas y dinero, buscan la paz. Varias semanas después, según por donde andes, a qué partido votes y en qué medios te informes, parece que la agresión la haya iniciado Israel.
Los palestinos, para una parte de la progresía española, siempre han sido pacíficos. Da igual que el brazo armado de Hamás, ayudado por la Yihad Islámica Palestina y por potentes organizaciones como la libanesa Hezbolá, burle la Cúpula de Hierro del Estado de Israel y asesine a cientos de personas. Son los buenos; hagan lo que hagan.
Seguimos confundidos. Hablando por hablar y antes de tiempo. "Utiliza bien las palabras y te entenderán", eso decía mi profesora de lengua. Genocidio --del griego génos y del latín cidio-- significa el exterminio sistemático de un grupo humano por cuestiones de raza o etnia. No debió estudiar mucho latín, tampoco historia, Ione Belarra. La ministra, además de seguir sin condenar la reciente matanza de israelíes, se atrevió a asegurar que "la cumbre de El Cairo es el comienzo para frenar el genocidio de Palestina".
Por mucho menos, el irlandés Paddy Cosgrove ha tenido que abandonar la dirección de la exitosa Web Summit lisboeta. Tras decir que "los crímenes de guerra son crímenes de guerra aunque los cometan nuestros aliados" le llovieron las críticas. Al conocer sus palabras, Microsoft, Intel, Meta, Amazon, firmas alemanas y, por supuesto, las israelíes se retiraron de la feria. Ya han puesto a otro director.
Las jesuíticas palabras del irlandés recuerdan a las que otros buenistas y equidistantes ciudadanos pronunciaban durante los años de plomo de ETA o del IRA. La comprensión de un terror más que de otro es injustificable.
Ante el terrorismo no hay espacio para la frase banal o la toma de partido mostrada por políticos como la exalcaldesa Ada Colau, que, el pasado febrero, decidió romper el hermanamiento con Tel Aviv, una ciudad de alcalde socialista/laborista. El actual mandatario barcelonés, Jaume Collboni, deshizo el entuerto nada más ser nombrado, y le han llovido duras acusaciones podemitas.
Belarra, además de utilizar mal la palabra genocidio, parece entender poco de política internacional. La cumbre de Egipto ha sido un completo fracaso, como no podía ser de otra forma al no acudir a ella ni Israel ni Estados Unidos (el principal aliado del Estado judío) ni Irán (el país que financia a Hamás).
Frente a las palabras vanas, ante la errante política diplomática española, reconforta la posición de Josep Borrell en la Unión Europea (UE). Muestran madurez política y conocimiento de causa: “Los ataques de Hamás tienen que parar, los rehenes deben ser liberados. La prioridad ahora mismo es hacer que la ayuda humanitaria llegue a Gaza”. La UE se ha unido en una condena firme al terrorismo de Hamás y en el apoyo del derecho de Israel a defenderse, respetando el derecho internacional.
La ayuda llegará, como otras veces; pero la gran duda es saber en qué la invertirá esa organización paramilitar, islamista y yihadista que gobierna la Franja. Ya se ha visto que la Autoridad Nacional Palestina tiene nula autoridad.
Hamás no acepta repartos ni propone sentarse a dialogar con la comunidad internacional, como parecen creer algunos. Su objetivo es "la destrucción de Israel". Estamos ante una guerra, que pretenden santa. El líder supremo iraní, Ali Jamenei, ha pedido a todos los musulmanes del mundo que se alcen contra Occidente. No hay guerra santa a favor de la paz.