En septiembre, la tasa de inflación interanual en España aumentó en 0,9 puntos y se situó en el 3,5%. Aparentemente, dos datos negativos. En primer lugar, por el gran incremento del IPC, el mayor desde junio de 2022, un período donde había una espiral inflacionista. En segundo, porque dicha tasa se aleja del 2%, siendo esta, o una muy cercana a ella, la cifra óptima para el BCE y la que habíamos logrado en el sexto mes de 2023 (1,9%).

No obstante, en economía, lo que parece no siempre es y dichas cifras son bastante mejores de lo que aparentan. Las claves de la diferencia son las siguientes:

a) la tasa mensual de inflación solo aumentó en 0,2 puntos. Es el tercer mejor dato desde que se inició el año. Una cifra especialmente satisfactoria, por al alza del importe de los productos energéticos. En septiembre, el gasóleo, la gasolina y la electricidad subieron el 4,1%, 2,3% y 1,6%, respectivamente. En el caso de la luz, debido principalmente a un aumento del precio del gas del 11,9% en el mercado holandés TTF, el de referencia en Europa.

b) la tasa anual de la inflación subyacente disminuyó desde el 6,1% al 5,8%. Dicha tasa es la resultante de restar del IPC la inflación generada por los alimentos no elaborados y los productos energéticos. Es mucho menos volátil que la general, pues excluye del cálculo del IPC a una gran parte de las materias primas. Sus variaciones permiten intuir mucho mejor la evolución de la inflación a medio plazo que las de la otra variable.

Ante un elevado aumento del precio de los productos básicos, similar al advertido entre septiembre de 2021 y julio de 2022, la tasa de inflación general reacciona más rápidamente que la subyacente y su aumento es sustancialmente mayor que el observado en la otra. En la última fecha, la primera alcanzó el 10,8%, mientras que la segunda se situó en el 6,1%. Una diferencia mucho mayor de la habitual.

Un idéntico movimiento harán las dos cuando el importe de las materias primas disminuya, pues la reducción de la tasa de inflación general será más veloz y de mayor magnitud que la de la subyacente. La caída de la primera comenzó en agosto de 2022 y la de la segunda, en marzo de 2023. Entre una y otra fecha, el IPC estructural continuó subiendo y pasó del 6,1% en julio al 7,6% en febrero.

Si después de un año de caída del importe de los productos básicos el IPC subyacente no disminuye, la inflación ha enraizado en la nación. Por tanto, una elevada subida temporal del nivel de precios se ha convertido en duradera. Si el Banco Central hace bien su trabajo, una o varias subidas de sus tipos de interés lograrán reducirla. No obstante, el crecimiento del PIB será menor que el anterior e incluso es posible que aparezca una recesión. Si no ejerce correctamente su función, aparecerá la estanflación, la enfermedad económica más famosa de la década de los 70.

Entre febrero y septiembre de 2023, el IPC subyacente ha disminuido desde el 7,6% al 5,8%. Unos datos que indican claramente que España solo padece una inflación temporal, a pesar de que los salarios a final del año crecerán casi un punto más que durante el pasado ejercicio. Un incremento más que merecido, pues en 2022 los trabajadores sufrieron la mayor pérdida de poder adquisitivo desde la llegada de la democracia.

c) disminuye el precio de 33 productos de alimentación. En septiembre, de los 61 alimentos y bebidas considerados por el INE, disminuyó el importe de venta de 33 productos, se mantuvo el de tres y subió el de 25. Desde el inicio de la espiral inflacionista, el noveno mes de 2023 fue el período donde un mayor número de las anteriores mercancías redujo su precio.

En las siguientes fechas, si el IPC sigue la tendencia observada en los mercados mundiales, la anterior trayectoria debería consolidarse y aumentar el número de productos alimenticios que disminuyen su precio cada mes. Entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, en el principal índice de la FAO, los precios de los alimentos disminuyeron el 10,2%

A pesar de las buenas perspectivas, el importe actual de los productos alimentarios constituye un gran problema para numerosos hogares. En primer lugar, porque es la principal rúbrica inflacionaria. Si los excluimos del cálculo del IPC, este solo ascendería al 1,3%. En segundo, debido a la gran subida anual de algunos de los integrantes de la dieta básica de numerosas familias. Los cuatro, cuyo aumento de precio es más elevado, son el aceite de oliva (67%), azúcar (40,5%), patatas (20,5%) y arroz (18,5%).

d) la variación de la tasa de inflación interanual depende tanto del IPC del nuevo mes como el de hace un año. Para obtener la tasa de inflación interanual en un determinado mes, el INE resta la de dicho mes del año anterior y suma la del idéntico período del ejercicio siguiente. Así, por ejemplo, en el cálculo del IPC interanual de septiembre hay que restar el del noveno mes de 2022 (-0,7 puntos) y sumar el del actual año (0,2%).

Si descomponemos así la variación del IPC, llegamos a la conclusión de que en septiembre de 2023 la tasa de inflación ha aumentado en 0,9 puntos. Un elevado incremento que la ha llevado en 30 días desde el 2,6% al 3,5%. No obstante, de dicho aumento, solo el 22,2% corresponde al mes del año actual, siendo el 77,8% generado por la elevada reducción observada durante un idéntico período del año pasado. Por tanto, en septiembre de 2023, el principal responsable de la gran subida del nivel de precios fue el efecto comparación, pero no lo ocurrido durante dicho mes.

En definitiva, en junio de 2023, la tasa de inflación interanual disminuyó en 1,3 puntos y se situó en el 1,9%. A algunos les pareció que España había derrotado a la inflación. Una afirmación completamente equivocada, pues una cifra tan baja constituyó un espejismo. La culpa la tuvo el efecto comparación.

En términos mensuales, en junio de 2023, el IPC no bajó, sino que subió en 0,6 puntos. No obstante, en términos anuales, el anterior efecto provocó una caída de la inflación de 1,3 puntos, pues en el sexto mes de 2022 el IPC mensual aumentó en 1,9 puntos. Por tanto, podemos concluir que el efecto comparación a veces engaña y hace que un mal dato del IPC muchos lo consideran bueno y viceversa.

La primera coyuntura ocurrió en junio de 2023 y la segunda tuvo lugar en septiembre del mismo ejercicio. Si en lo que queda del año la tasa de inflación mensual varía de la misma manera que lo hizo en el último trimestre del pasado ejercicio, el IPC anual de diciembre se situará en el 3,5%. Un nivel bastante más reducido que el del año anterior (5,7%).

La tendencia es que siga disminuyendo en los próximos meses. Si se cumple la anterior expectativa, el próximo movimiento de tipos de interés del BCE no debería ser al alza, sino a la baja. No obstante, para ello sería imprescindible que no tuviera lugar un incremento sustancial del precio del gas, el gasóleo y la gasolina en los próximos meses.

Una situación que depende principalmente de la extensión o no de la guerra entre Israel y Gaza a terceros países. Si no la hay, y no aumentan las sanciones a Irán, en 2024 el IPC español descenderá. Si sucede lo contrario, no es ni mucho menos descartable una espiral inflacionista. Para que ello suceda, los países de la OPEP no deberían aumentar su producción en una cuantía similar a la dejada de exportar por la antigua Persia.