Alberto Núñez Feijóo se somete este viernes a la segunda votación de investidura que, salvo sorpresa descomunal, tendrá el mismo resultado que la primera sesión celebrada el miércoles: 178 votos en contra y 172 a favor. Quedará así derrotada su candidatura y el presidente del PP saldrá de la Cámara investido como líder de la oposición.

Esta ha sido la investidura más peculiar de las que se han celebrado desde la restauración de la democracia. Peculiar porque, más que una investidura, ha sido una moción de censura contra un candidato que aún no se presentaba, el actual presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y peculiar también porque, por primera vez en la historia, el contrincante que debía dar la réplica al candidato renunció a subir a la tribuna y mandó, en su lugar, a uno de los diputados más agresivos del PSOE, que ejerció de defensa leñero o de diputado jabalí. Sánchez optó así por guardarse sus argumentos para su investidura y por denunciar con ese menosprecio la “farsa” de la investidura de Núñez Feijóo a riesgo de despertar las iras de la derecha mediática, como así sucedió. No le venía de una.

Óscar Puente, exalcalde de Valladolid desplazado de la alcaldía por un pacto entre el PP y Vox, se encargó de la réplica, sorprendió a todo el mundo y descolocó con sus invectivas al propio Feijóo, hasta el punto de que la primera reacción del candidato fue ignorarlo porque no quería participar en aquel “club de la comedia”, como calificó la intervención de Puente, pero después no dejó de referirse a él y a su estilo durante las réplicas a otros intervinientes.

Feijóo se empleó a fondo contra Sánchez en la cuestión de la amnistía y de sus pactos con los independentistas catalanes. Calificó la amnistía de “aberración jurídica” y de “ataque directo a los valores democráticos esenciales”, pero su propuesta sobre Cataluña se limitó al Código Penal, con un nuevo delito de “deslealtad institucional” y el agravamiento de la malversación, además de las consabidas y siempre aplazadas reformas del Senado y de la financiación autonómica.

En la parte programática del discurso, Feijóo repitió los seis pactos de Estado que ya había anunciado y propuso una política económica contradictoria, con bajadas de impuestos, reducción del déficit y aumento del gasto, todo al mismo tiempo, después de quejarse además del brutal aumento de la deuda pública.

En su primera intervención, sin embargo, solo se refirió una vez al elefante en la habitación, los pactos con Vox, y para agradecerles su apoyo. Y todo el discurso de Feijóo, que en ocasiones intenta ser moderado, se vuelve vacío si se obvia la variante Vox. Es decir, nada de las propuestas que se alejen sustancialmente de la ideología de Vox –en violencia machista, cambio climático o memoria histórica– son creíbles ni tienen visos de prosperar porque la extrema derecha –a la que llamó “la formación más unitaria”– siempre tendría la última palabra en el Congreso aunque se conformara con no entrar en el Gobierno.

Este es el verdadero problema del PP: que mientras siga pactando con Vox no tiene posibilidades de ampliar sus acuerdos con otras fuerzas, y en especial con el nacionalismo catalán o vasco moderado. Con el catalán, José María Aznar había suscrito, por ejemplo, el pacto del Majestic, cuando hablaba catalán en la intimidad. Con el vasco, el PP había pactado en muchas ocasiones. Pero el aislamiento actual es un callejón sin salida y un serio obstáculo para que el PP gobierne a no ser que con Vox consiga la mayoría absoluta.

Es posible que el ala dura del PP impida una apertura en esa dirección más moderada, que quizá Feijóo exploraría, pero mientras tanto lo que ha quedado de esta investidura, tras el olvido inicial, ha sido un reforzamiento de los vínculos del PP con la extrema derecha, a la que el candidato hizo concesiones de lenguaje, al menos en violencia machista, cambio climático y adoctrinamiento en las escuelas, y mantuvo con Santiago Abascal un debate de guante blanco y un respeto inusual en el que llegó a elogiar su “patriotismo”.

La consecuencia lógica ha sido también un mayor alejamiento del PNV, cuyo portavoz, Aitor Esteban, se despidió de Feijóo con un “hoy ha hecho usted más amigos”. Uno de los errores manifiestos del candidato fue esta jactancia: “Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no acepto pagar el precio que me piden para serlo”, dijo. Afirmación que fue inmediatamente desmontada por el portavoz del PNV, que le recordó: “No es cierto que ustedes hayan rechazado la presidencia. Para añadir nuestros votos, ustedes tendrían que restar primero 33 votos [de Vox] y lo mismo en el caso de Junts”.

Esteban puso así en evidencia la dependencia del PP de Vox, lo que lo convierte en incompatible con el resto de las fuerzas políticas.