Una de las grandes noticias de esta semana ha sido las elecciones a las cámaras de comercio, que han propiciado un vuelco en la de Barcelona. Cuatro comentarios acerca de ello.
En primer lugar, el proceso electoral ha dado por finalizado un período delirante en la Cámara de Barcelona, en que diversos de sus principales dirigentes encajaban mejor en un espectáculo de La Cubana que en una entidad económica tan relevante. Nada especialmente sorprendente en aquellos momentos álgidos de un procés que nos habituó a cualquier excentricidad y del que la sociedad catalana quiere ya pasar página. Estamos, pues, ante una buena noticia que confirma la normalización institucional, acorde con la serenidad de la calle y del día a día ciudadano.
Ahora bien, esta derrota del independentismo histriónico no puede alimentar la idea de que fueron los radicales quienes dieron alas al procés; el gran aliento vino de esa numerosa ciudadanía acomodada que, frívolamente, se dejó llevar por la corriente entonces dominante. No pocos de los que ahora se muestran ufanos por haber expulsado al radicalismo de la Cámara responden a dicho perfil, aunque no les convenga recordarlo.
La victoria no viene de una mayor participación, inferior al 3% del censo; procede del debilitamiento de la ANC y del buen hacer de los ganadores, quienes recogieron las enseñanzas de las irregulares elecciones de 2019. A la vista de ello, convendría reformar el proceso electoral, pues un modelo que estimula una participación tan ridícula resulta insostenible. A este desapego también contribuye que el empresariado no percibe la razón de la función cameral, por lo que al nuevo equipo directivo le corresponderá demostrar su sentido y funcionalidad.
Finalmente, es un momento idóneo para recordar a quienes hace cuatro años procuraron evitar que la Cámara cayera en manos del radicalismo. Su mérito fue muy notable pues, en 2019, el discurso dominante era muy distinto al de ahora; hoy, una clara mayoría política y económica se apunta a pasar página, mientras que, hace cuatro años, la capacidad de influir e intimidar de entidades como la ANC era aún muy notoria. Así, un reconocimiento a Carlos Tusquets y los suyos quienes, además, lograron demostrar en los tribunales ilegalidades en el proceso electoral.
Ante esta nueva etapa, mucha suerte a Josep Santacreu y quienes le acompañan.