Después de la Diada con menos gente en la calle en una década (excepto los años de la pandemia, 2020 y 2021), una de las entidades organizadoras, la Assemblea Nacional Catalana (ANC), ha vuelto a reclamar a los políticos independentistas que declaren ya la independencia o que convoquen elecciones en Cataluña.

Dolors Feliu, presidenta de la ANC, ha amenazado de nuevo con presentar a esas elecciones una “lista cívica” que lleve “gente decidida a hacer la independencia”. No es la primera vez que lo dice, pero parece que en esta ocasión va en serio. Es una gran idea. La mejor para que de una vez por todas esos catalanes que, según Feliu, no son escuchados por los partidos independentistas, esos que llevan pancartas que aseguran que sin los partidos ya serían independientes, midan en las urnas su verdadera dimensión.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha rebatido a Feliu con unos argumentos que hace tan solo unos años solo utilizaban los llamados “unionistas”, es decir, que esa declaración de independencia “no serviría de nada” si no va acompañada de un reconocimiento internacional, o que “no es una cuestión de proclamarla y ya está”, o que no se trata de “salir 15 veces al balcón” para proclamar la independencia, sino que “la cuestión es cómo hacerla efectiva”.

Pero Aragonès también ironizó sobre la propuesta de la lista cívica. “No sé si lo que le conviene al movimiento independentista es incrementar el número de candidaturas”, dijo. Ahí se equivoca el president. Al movimiento independentista y sobre todo al resto de los catalanes les iría muy bien saber de una vez a cuántos representa la ANC en las urnas al menos para conocer exactamente el valor real de la matraca con que Feliu machaca a los ciudadanos de Cataluña un día sí y otro también.

Salvando las distancias, un caso parecido ya se produjo con la lista de Primàries, que se presentó a las municipales con un apoyo insignificante y que ha tenido como resultado la hibernación del movimiento. La nebulosa de Primàries es aquella que compara a la Generalitat con el régimen de Vichy por colaborar con un Estado que, según ellos, ocupa Cataluña.

El delirio de Dolors Feliu y la dirección actual de la ANC, sin embargo, es tal que, aunque las urnas los pusieran en su sitio, seguirían fuera de la realidad. Sin inmutarse, Feliu afirmó que en esta Diada hubo más gente en la calle que el año pasado, pese a que la Guardia Urbana cifró en 115.000 los asistentes, 35.000 menos que en 2022. Y para no ser menos, la ANC cifró en 800.000 los participantes, contra toda evidencia, en un intento de acercar la cifra a los años de las grandes movilizaciones.

De todas formas, no hay que perder la esperanza en que Feliu acepte la realidad y cambie de opinión, como demuestra la propia experiencia personal de esta convergente de toda la vida que ha ocupado direcciones generales en los gobiernos independentistas, pero que, hace poco más de una década, opinaba que la independencia era imposible porque ni el Estado ni ningún tratado internacional reconocen el derecho a la secesión.

El empecinamiento de la ANC es más incomprensible, si cabe, desde el punto de vista independentista, si tenemos en cuenta que se produce mientras ERC y ahora también Junts negocian con el Gobierno una hipotética amnistía para facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Una reivindicación que el independentismo lleva años reclamando es para la ANC una concesión que puede perjudicar al movimiento y que solo debería abordarse si hay por parte del Estado un “reconocimiento explícito del 1-O”.

La ANC es la única organización del movimiento independentista que exige la “independencia exprés” declarada sin más en el Parlament después de conseguir la amnistía. Tiene ahora unos 40.000 socios frente a los 190.000 de Òmnium. Pero desconocemos cuántos catalanes simpatizan y aprueban sus irrealistas planteamientos. Por eso es una gran idea que se presenten a las elecciones y se topen con la realidad.