Hay gente que nace con estrella. Otros están condenados a estrellarse. No porque los empujen sino porque se tiran. Las chicas de la selección nacieron con estrella y han hecho historia. Luis Rubiales se ha estrellado sólo. Lo sucedido en la final del mundial no tiene nombre y sus excusas son penosas. Insuficientes como bien dijo el presidente del Gobierno. Rubiales si tiene algo de dignidad debe presentar la dimisión.

Por varias razones. La primera porque el presidente de la Federación no puede ser un garrulo. Lo hizo agarrándose los genitales en el palco. Palco en el que era la máxima representación de España después de la reina. Se agarró las pelotas. Ese fue su primer gesto machista.

La segunda cuando dio un beso en la boca a Jennifer Hermoso. Dijo que era por el momento. La emoción, la efusión. Sin duda, se refiere al momento del machismo, de esos gestos de micromachismo que impregnan la sociedad y, sobre todo, el mundo del futbol donde “hay que ser muy machos”. Yo no me veo en una celebración estampando besos a mis compañeras. Llamó de todo a quienes lo criticaron en un primer momento. En su cabeza no cabe que se pueda criticar que un “machote de toda la vida” le dé un beso en los labios a una mujer.

Y menos si esta mujer es una subordinada. Es machismo y es prepotencia. Soy el presidente y se me permite todo, debió pensar el agarrador de pelotas. Esta es la tercera razón. Este señor -supuesto- es la máxima representación del futbol, el deporte rey en nuestro país. Debe mantener la compostura en un momento de éxito. Se ha convertido en el lamentable protagonista del triunfo del mundial. Dicho sea de paso, el mundial de mujeres donde la testosterona está en fuera de juego.

Cuarta, porque estos hechos han colmado el vaso. Los líos con Piqué, las grabaciones que han surgido a la luz donde se evidencian sus tejemanejes, sus viajes bien acompañado a cuenta de la Federación, las grabaciones que realizó de conversaciones con miembros del Gobierno. Y con el presidente. Eso se llama deslealtad e indecencia como mínimo. Los jueces dirimirán más cosas sobre dietas, fiestas, pisos de alto standing, y un sinfín de supuestas irregularidades. La justicia ya nos dirá, pero la ética, la falta de ética, ha hablado.

Quinta. Su desprecio a las campeonas del Barça. Siempre se les cuelga las medallas a los campeones. Lo hace el máximo representante del futbol. Menos en la Supercopa femenina. Allí las vencedoras tuvieron que ir a una mesa a recogerlas. ¿Nos puede explicar este señor el porqué? Recordando a Jesulín de Ubrique se lo diré en dos palabras: im-presentable.

Rubiales debe dimitir. No puede ser destituido so pena de que se considere lo sucedido últimamente un delito penal. No lo creo, por desgracia. Por tanto, si no da el paso es imposible echarlo. La moción de censura no se puede presentar porque falta un año para las elecciones, y por qué no decirlo, Rubiales tiene el control absoluto sobre los 140 votos de la Asamblea. Víctor Francos, responsable del Centro Superior de Deportes, tiene las manos atadas. Poco puede hacer a no ser que canalice las denuncias al Tribunal Administrativo del Deporte.

Miquel Iceta le señaló el camino. Pidió disculpas. Es una forma de hablar porque de disculpas tienen poco, porque Rubiales está convencido de que no tiene que disculparse. Lo hizo en una declaración penosa. El presidente del Gobierno le contestó afeándole su actitud. Son insuficientes. La única disculpa creíble sería su dimisión. No lo hará. Está embebido de prepotencia y vive en su propia burbuja de erótica del poder. Por eso, mueve ficha y convoca a los suyos a una Asamblea para ratificarlo. Su falta de decoro, su garrulismo, es propia de una forma de pensar muy machista, pero también muy choni poligonera, lo que le llevó a darle un beso a Hermoso. Soy el presidente y puedo, porque estoy contento, debió pensar. Se ha estrellado, pero se aferrará al cargo hasta que la tormenta amaine, so pena de que el Gobierno mueva las piezas que deba mover.