Junts per Catalunya vuelve a estar en el epicentro de la política. Sus votos son necesarios para formar la Mesa del Congreso el próximo día 17 y, sobre todo, para que Pedro Sánchez sea investido como nuevo presidente del Gobierno. A las huestes de Carles Puigdemont les ha tocado la lotería en su peor momento. Los resultados del 23J no han sido buenos y el partido está sin un euro, por lo que repetir las elecciones no sería un buen negocio. Su poder institucional se limita a la Diputación de Girona y a algunos ayuntamientos presididos por antiguos miembros del PDECat o independientes agrupados bajo su paraguas, pero que van por libre, como se vio en la constitución de la Diputación de Barcelona. Para colmo, el líder vive encerrado en su casa de Waterloo después del varapalo judicial del Tribunal General de la Unión Europea, con Llarena preparado para emitir una nueva orden de detención si el TSJUE decide dejar sin protección parlamentaria al eurodiputado Puigdemont. Y eso también se acaba, dictamine o no el tribunal, porque tenemos elecciones en primavera de 2024.
A pesar del escenario, Junts tiene en su mano ser determinante en Madrid, pero esto les va a mover más bien poco. Lo que les mueve de verdad es la respuesta al siguiente interrogante: ¿cómo estaremos mejor preparados para ganar las elecciones a la Generalitat? Sin poder institucional en Cataluña y con apoyo paupérrimo, Junts quiere hacer movimientos. Por eso, han llegado a la conclusión de que deben negociar con Sánchez y mantener su estabilidad durante los dos próximos años. En este periodo, los junteros quieren coger fuerzas para derrotar a Esquerra y recuperar la presidencia de la Generalitat. Este es el objetivo, el único objetivo. En conclusión, Puigdemont está dispuesto a hablar y a mover pieza, pero no para consolidar a Sánchez, sino para crear un espacio propicio para recuperar el poder en Cataluña.
Esquerra Republicana tampoco está en su mejor momento y esto lo quieren aprovechar sus enemigos íntimos. Tanto que hasta han recogido el guante de unidad de acción en Madrid. La unidad en el independentismo es una entelequia que hace tiempo que es un trasto viejo, que todo el mundo agita pero que nadie quiere. Pero hoy y ahora, Junts se ha avenido para apretar su abrazo del oso sobre el que fue su socio. Quiere apretar para que ERC reviente, políticamente, claro, en una derrota electoral en el 2025 como máximo. Pere Aragonès tiene enfrente a un PSC que no apretará en demasía a la espera de que se forme gobierno en Madrid. Una vez formado, el escenario cambiará. Y el PP deshoja la margarita para elegir a su nuevo líder en Cataluña y ser decisivo. De momento, el liderazgo está en el aire y los nombres que se barajan no son ningún revulsivo a los buenos resultados cosechados en municipales y generales. También están en este mapa los comunes, que firmarían repetir los resultados de las generales aunque saben que Jéssica Albiach no es Yolanda Díaz, y Colau sigue missing, desaparecida desde el 28M.
Los dos sectores de Junts debaten, con pulso interno incluido, qué posición adoptar. De momento, no hay ningún acuerdo, ni siquiera negociación, pero sí contactos. Y de ellos se desprende que Junts quiere repartir cartas y empezar a jugar. Les interesa tener un papel protagonista en Madrid para armarse en Barcelona. Además, por mucho que digan, el PP no es el PSOE y el “cuanto peor, mejor” parece que ahora no toca porque no se juega con las cosas de comer. Los dos sectores podrán gesticular, pero la decisión se tomará en Waterloo. Lo saben los pragmáticos que mucho critican la deriva de la dirección de Turull y Borràs, pero poco hacen, y lo saben los frikis que valoran como coherente el convertir a la derecha catalana en un partido antisistema.
Pedro Sánchez ha puesto su impronta y quiere gestionar los tiempos porque el tiempo juega a su favor. Puigdemont está a la espera y no tiene prisa. Junts ha fijado posición, radical y conocida, sabiendo que tiene las patas cortas. ERC, y los vascos del PNV y Bildu, van con prisas porque no quieren que Puigdemont tenga más protagonismo del necesario. Sin embargo, el PP de Feijóo, alertando de la ruptura de la unidad de España si Sánchez pacta con Puigdemont, ya le ha dado la pole position en la carrera de la investidura. De momento, todos quieren el pacto. La fórmula está por hacer. Puigdemont quiere ganar en Madrid para ganar Cataluña.