Con solo 10 concejales el alcalde Collboni necesitará de una gran capacidad negociadora para generar consensos, algo de lo que su antecesora carecía, y mucha geometría variable para hacerse con el gobierno de la ciudad. El nuevo alcalde deberá definir su política de alianzas, con solo dos escenarios posibles. La llamada sociovergencia, un escenario muy poco probable, cargado de incertidumbre por la difícil interlocución con una organización política, Junts per Catalunya, errática y muy fragmentada que depende de un expresidente huido, cada vez más irrelevante. El otro escenario, mucho más factible, tendría como aliado a un colauismo perdedor que estaría a la espera de los resultados del 23 J para intentar forzar un nuevo "tripartit" con una debilitada ERC.
El nuevo alcalde deberá gobernar con perfil propio, marcando una hoja de ruta de entendimiento y colaboración con el mundo empresarial y liderando una gestión que le diferencie de los 8 años de subordinación al populismo colauita. La Barcelona del futuro pasa por superar el periodo de aislamiento metropolitano de los años de los "comunes", apostando por potenciar el carácter metropolitano de la nueva gobernanza. Será necesario impulsar una estrategia metropolitana integral que apueste por la movilidad sostenible, que sitúe la innovación como motor de la actividad económica y que haga de la metrópoli un foco de atracción de inversiones y creación de conocimiento. Barcelona será metropolitana o no será.
La aplicación sectaria del urbanismo táctico llevó a los "comunes" a no tener una estrategia de movilidad sostenible para la Barcelona Región Metropolitana. Las medidas impuestas, generalmente no consensuadas, han supuesto una "caotización" del tráfico contribuyendo al aislamiento de la capital con relación a su entorno metropolitano. Los intentos de reducción drástica de la movilidad en vehículo privado no han venido acompañados de una potenciación del Transporte Publico Colectivo (TPC). No existe información relevante y cualificada sobre en qué medida esta estrategia ha contribuido a mejorar la calidad del aire o por el contrario ha incrementado la congestión en los ejes viarios más utilizados de l’Eixample.
El nuevo equipo de gobierno municipal debería responder con el máximo rigor posible a algunas preguntas: ¿se ha mejorado la calidad del aire?, ¿disponemos de un TPC más competitivo?, ¿cómo ha evolucionado la congestión viaria? Esta valoración debería conducirnos a plantearnos, ¿qué medidas se han de priorizar en la nueva legislatura municipal?
Urge una actuación rigurosa que tenga en cuenta y analice la evolución y seguimiento de las grandes obras de infraestructuras ferroviarias en ejecución (L8 de FGC, finalización tramo central L9, plan de "rodalies", estación intermodal de la Sagrera…) y su relevancia sobre la movilidad urbana metropolitana.
Se deberá tomar en consideración las transiciones en marcha en la movilidad urbana y metropolitana. Es decir, como afectan la transición energética, la descarbonización, y la digitalización de las soluciones de transporte a dicha movilidad. Para ello será necesario cuantificar los recursos económicos necesarios para las inversiones en servicios e infraestructuras, la sostenibilidad financiera del TPC y las fuentes de financiación para asumir los costes de dichas transiciones.
El nuevo Ayuntamiento debería apostar sin miedo por una colaboración público-privada que facilite el desarrollo económico y considere el valor estratégico de las infraestructuras tecnológicas en lo que algunos han llamado la Barcelona Distrito Federal (BDF). Se ha demostrado que las inversiones en infraestructuras digitales aportan importantes tasas de crecimiento económico con un claro impacto en la productividad y el empleo. El despliegue de 5G en el área metropolitana de Barcelona, beneficiará sin duda el desarrollo de la industria y los servicios interconectados.
El nuevo gobierno municipal deberá desarrollar y potenciar la proyección internacional de la Barcelona capital digital e innovadora. Barcelona es la capital mundial del móvil (MWC), dotada de un potente ecosistema innovador de start-ups de perfil tecnológico en diversos ámbitos como la salud, el automóvil, la alimentación, el audiovisual… La metrópolis Barcelona debe activar la captura de inversiones para ubicar centros de innovación globales que atraigan de todo el mundo capital humano con mucho talento. En este sentido las infraestructuras tecnológicas son elementos estratégicos necesarios para su desarrollo y sus activos, como el Puerto y la necesaria modernización del Aeropuerto interoceánico, superan los límites geográficos de la ciudad.
El cambio en el gobierno de la ciudad debe suponer la superación del populismo colauita, encerrado en sí mismo y en sus dogmas, para poner en valor el carácter cosmopolita y metropolitano de una ciudad abierta al mundo.