Junts per Catalunya explora el horizonte de un pacto de investidura con Feijóo, siempre que no entre Vox en la ecuación y se respete la lengua catalana. ¿Es la cuadratura del círculo o la simple concomitancia de dos derechas, que aspiran a la moderación? Lo de la investidura es cosa de Xavier Trias, que se ha vuelto a caer de un guindo, mientras Feijóo despliega un amplio abanico de posiciones que van desde Ayuso hasta Borja Sémper. Integra el negacionismo y a su contrario, Borja Sémper, cuyas declaraciones en el Grupo Vocento (El Correo es la punta de lanza) contradicen la metodología de Feijóo: “Lo mejor para mi país es que Vox no esté en el Gobierno de España”.
Pero los días pasan y Vox domina ya el tercer poder del Estado en cuatro comunidades autónomas ¿Quién blanquea a Vox? El PP, ya que le ha abierto la puerta de los pactos al partido ultra. Los tics autoritarios de Abascal son un mal síntoma; crecen la debilidad y el miedo, municiones del peor populismo. Pero Feijóo se calla y no le da importancia. Es un hombre frío, en cualquier punto del mapa electoral.
El PSOE urge a la presidencia del Senado para que Feijóo presente sus ingresos. El líder de la oposición gana un sueldo como senador y otra cantidad en un sobre del PP; es la regla del dos, la de Rajoy en sus mejores tiempos y cuidado porque los sobres de Mariano acabaron reflejados en las cuentas de Bárcenas. No es codicia, son solo “gastos de representación” dice el PP. Ya sabemos que, cuando oye la palabra economía, Feijóo saca a pasear su displicencia, frente al decálogo de la UE: evitar los falsos imperios de la sinrazón, sortear las ciudadelas utópicas del izquierdismo y rechazar las fidelidades a la autocracia, escrita por los vencedores. Bloomberg y Financial Times piden que el BCE rescate al Bundesbank. Bruselas se implica; es el rescoldo del rigor y también está atenta al desenlace de la llamada campaña de los platós, una pelea española con mucho ritmo y poco fondo.
Sobran izquierdismos letrados y derechismos nostálgicos. Cuando Feijóo entra en materia económica le fallan los datos. Y el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, le contesta: los objetivos de crecimiento de empleo que se ha marcado el presidente del PP, significan la mitad del crecimiento actual. El líder conservador no se lee los papeles. Es un político desapasionado, su relato es el gesto de un hombre cuyo desamor puede malbaratar lo que tenía ganado. La descalificación del adversario ab hominem: el sanchismo, que Feijóo mantuvo el pasado lunes en un baño de economicismo catalán, no convence a los empresarios. “Así no”.
Según los últimos sondeos de opinión, todavía hay partido. Sumar acecha la tercera plaza del espectro, por delante de Vox, lo que explica las exigencias de Abascal antes de llegar a un 23J menos generoso que el 28M. El giro de María Guardiola en Extremadura puede haber sido el último pacto de las derechas. Pero se hace tarde, después de que Feijóo haya impuesto su maquinaria de hombre sin alma.
La entrada en escena de Xavier Trias ha sido una novedad extemporánea. Después de ofrecer sus votos condicionados a Feijóo, el excandidato a la alcaldía de Barcelona lamenta que PP y PSOE voten con el PNV el cupo vasco sin problemas y que Cataluña esté marginada. No se acuerda de que las diputaciones forales se rigen por un precepto constitucional, mientras que la financiación de Cataluña depende de un pacto abierto que figura en la misma Carta Magna, tal como lo acordó CiU, en su momento. Junts propone iletradamente y el PP ni responde; evita al intruso. Feijóo aplaza también el cara a cara con Sánchez; quiere vencer sin convencer. Sabedor de su victoria, se ha instalado en el macizo de la raza. Espera a que se alineen los astros y que la astrofísica dicte sentencia, mientras él se lava las manos. La fórmula de Arriola, puro marianismo o una mala copia.