Desde tiempos mitológicos, el agua y el fuego han estado ligados a la historia de la humanidad, con sus propias historias y leyendas.

En Cataluña, en la última década, hemos enfrentado numerosas plagas que, incluso cuando creemos que han pasado, resurgen antiguas historias del pasado. En la actualidad, nos encontramos con el problema del agua, o más bien su escasez; la sequía se ha convertido en la palabra del año. Como ciudadanos conscientes, miramos al cielo y, adaptando una antigua frase italiana, exclamamos: "Non piove, porco Governo" (no llueve, maldito Gobierno). Mirando en retrospectiva, es una pena que en 2008 lloviera antes de que las obras de conexión entre cuencas hidrográficas Ebro/Ter-Llobregat estuvieran realizadas. Dejamos los tubos en un almacén. Ahora, parece haber una dinámica similar de temor, donde se habla de sanciones en lugar de llevar a cabo ciertas infraestructuras. Con todo el respeto, esto parece una cortina de humo para disfrazar la falta de ejecución de obras públicas que hemos experimentado. Debemos felicitarnos por los acuerdos recientemente alcanzados y comprometernos a ponerlos en marcha de manera rápida y necesaria, teniendo en cuenta que algunas construcciones tomarán varios años.

Si al principio del artículo mencioné el agua y el fuego, y hemos discutido los acuerdos positivos en torno al agua, me permito mencionar otro acuerdo que será crucial: la gestión de nuestros bosques. Con la escasez de agua, el riesgo de incendios aumenta exponencialmente. Por lo tanto, las medidas de prevención son esenciales. Además de las posibles políticas forestales, necesitamos una política forestal integral. Durante décadas, ha habido debates entre los operadores privados y los gestores públicos sin avances significativos en cuanto a la gestión, responsabilidades y recursos económicos disponibles. Esto es lo realmente importante: una política forestal consensuada y a largo plazo.

Sin embargo, a menudo hablamos y enfatizamos la labor de extinción, ya que las noticias sobre desastres siempre generan más atención que el trabajo paciente y constante de la prevención. Después del período de incendios a finales del siglo pasado y principios de este, Cataluña aprobó una ley en 2003 para la prevención de fuegos forestales en urbanizaciones sin continuidad inmediata con la trama urbana, la cual se desarrolló mediante un decreto en 2005. Esta ley era necesaria y valiente, pero creo que debemos apoyar activamente la urgente actualización de las franjas perimetrales de protección. En los últimos 20 años, la masa forestal ha aumentado considerablemente y los expertos nos advierten sobre incendios cada vez más difíciles de controlar. Si logramos acuerdos para la gestión de la sequía, también debemos tenerlos para la gestión de los bosques antes de que el fuego los arrase. Debemos ser proactivos y acordar medidas de implementación inmediata tanto en suelo público como en privado; desgraciadamente estamos en una hipótesis de riesgos bastante verosímil, actuemos con celeridad, la imagen de los pantanos vacíos ha sido pedagógica, ha servido para acelerar decisiones para impulsar los acuerdos. Por lo tanto, no esperemos a la imagen del fuego y las cenizas para actuar. Debemos hacer pedagogía: sin agua no hay vida, pero con fuego tampoco.