En 2022, la tasa de inflación media en España ascendió al 8,4%. Un nivel nada frecuente, pues constituyó el mayor importe del IPC desde 1986 (8,8%). Así, por ejemplo, entre 2008 y 2021 su promedio se situó en el 1,4%. El elevado aumento de los precios no solo tuvo lugar en nuestro país, sino en la mayor parte de los desarrollados. No obstante, los más afectados fueron los europeos, pues su principal causa fue la invasión de Ucrania por Rusia.
La elevada inflación tuvo su origen en un gran incremento del precio de numerosas materias primas, especialmente del gas natural, el petróleo y múltiples alimentos. Dicha guerra aumentó su demanda y redujo la oferta, pues los dos países eslavos son grandes exportadores de productos básicos.
El aumento de las compras estuvo impulsado por la precaución y la especulación. Los primeros adquirentes acumularon existencias para asegurar su abastecimiento en un próximo futuro. Los segundos buscaron aprovecharse de la incertidumbre económica y una posible escasez de materias primas para obtener elevados beneficios.
La reducción de los suministros vino por las dificultades iniciales de Ucrania para exportar cereales por el control del mar Negro ejercido por Putin, la disminución de las ventas de algunas materias primas (por ejemplo, gas natural) por parte del país invasor para generar inestabilidad política y económica en el resto de Europa y las sanciones impuestas por numerosas naciones avanzadas a Rusia.
En los meses siguientes a la invasión, en el viejo continente la inflación general aumentó mucho más que la subyacente. En marzo de 2022, en la zona euro la primera se situó en el 7,4% y la segunda ascendió solo al 2,9%. Una evolución basada en un gran aumento del precio de los productos básicos y en uno moderado de los elaborados. La variación del importe de numerosas materias primas lo refleja la primera variable, pero no lo hace la segunda.
En aquel período, la coyuntura en España era diferente a la de Europa. Tenía un IPC más elevado que la mayor parte de los países del continente y una menor diferencia entre la inflación general y la subyacente. La primera era del 9,8% y la segunda del 7,4%. Una situación explicada por un incremento más elevado del precio de la electricidad, una menor competencia entre las compañías en algunos sectores económicos (luz, gas, gasolina, etcétera) y una más temprana repercusión del aumento de los costes empresariales en el importe de los productos.
En el actual ejercicio, la evolución de la inflación ha sido inversa a la del año anterior. Por eso, el IPC ha disminuido sustancialmente en ambas áreas. Entre enero y mayo, en España y la eurozona, el anterior índice ha pasado desde el 5,5% al 2,9% y del 9,2% al 6,1%, respectivamente. Un período donde el incremento del nivel de precios en nuestro país ha sido inferior al promedio observado en la Unión Monetaria Europea. Una circunstancia excepcional desde la creación de la moneda única.
En ambas áreas, la disminución de la tasa de inflación ha venido generada por múltiples factores que han afectado negativamente a la demanda de bienes. Entre ellos, destacan la disminución de las compras de materias primas por precaución, la reducción de las operaciones especulativas en los mercados de productos básicos, un menor ritmo de crecimiento del PIB mundial, la expectativa de extensión a la eurozona de la crisis bancaria de EEUU y el elevado aumento de los tipos de interés del BCE.
Entre el 1 de junio de 2022 y el 31 de mayo de 2023, los dos primeros factores han provocado una caída del precio del gas natural, el barril Brent del petróleo y el índice FAO de los alimentos del 68,6%, 37,5% y 19,7%, respectivamente. En el mes de marzo, si obviamos el incremento del importe de los comestibles, la tasa de inflación en España habría sido negativa, pues se hubiera situado en el -0,7%. Un valor impensable pocos meses atrás.
Desde septiembre, el elevado aumento de los precios de numerosas manufacturas, la disminución del poder adquisitivo de los salarios y la reducción de la liquidez han provocado un descenso en la compra de bienes, especialmente los de carácter duradero. Una coyuntura que ha perjudicado especialmente a las naciones con un potente sector industrial, tales como China, Alemania y EEUU, y ha contribuido decisivamente a generar un gran descenso del importe de muchas materias primas.
En ocasiones, una crisis bancaria empieza en un país y progresivamente se extiende a muchos otros. Así sucedió con la generada en EEUU por la explosión de una burbuja inmobiliaria en el segundo semestre de 2006, cuyo acontecimiento más destacado fue la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008.
En el presente ejercicio, en EEUU han desaparecido el Silicon Valley Bank, Signature, Silvergate y First Republic y en Suiza el Credit Suisse. Para evitar el efecto dominó, los bancos de la zona euro han adoptado una estrategia más prudente y aumentado su liquidez con la finalidad de hacer frente a una retirada imprevista de depósitos. Para conseguir su objetivo, han concedido un menor volumen de crédito y dejado de incentivar el traslado de dinero desde imposiciones a plazo fijo a fondos de inversión.
En el último año, el tipo de interés principal del BCE ha pasado del 0% al 3,75%. Desde su creación en 1999, el banco central nunca lo había aumentado tanto en tan poco tiempo. Una actuación derivada del elevado incremento de la tasa de inflación durante el pasado año, pero también de su tardía reacción. La primera subida la hizo en julio, a pesar de que el IPC de la zona euro era excesivo desde el último trimestre de 2021 (en diciembre alcanzó un 5%).
En definitiva, la disminución de la tasa de inflación en España no es un espejismo, sino una realidad. En otras palabras, no durará solo unos cuantos meses, sino que a medio plazo su nivel regresará a la normalidad. Difícilmente volverá a ser el observado en el período 2008-21, pero probablemente sí sea el advertido durante la etapa 1999-2007. En la primera, el promedio del IPC se situó en el 1,4% y, en la segunda, en el 3,1%.
En junio, la tasa de inflación anual probablemente se sitúe por debajo del 2%. Por tanto, en tan solo un mes disminuirá más de un punto. Una elevada bajada principalmente provocada por el efecto comparación, pues durante el período suprimido al calcularla (el sexto mes de 2022) el IPC aumentó en 1,9 puntos. En el segundo semestre, dicho efecto generará alzas en el nivel de precios, en lugar de las bajadas observadas en el primer período del actual año. Por ello, en diciembre no sería extraño que la inflación superara por poco el 3%.
No obstante, el IPC excederá con holgura dicho nivel, si las empresas no repercuten sobre los precios de sus bienes las disminuciones del importe de las materias primas. Durante el pasado año, los beneficios empresariales fueron el principal factor generador de inflación interna, mientras que los salarios solo aportaron un poco. En dicho período, el importe de los sueldos fijados por convenio solo aumentó el 2,78%.
Según la OCDE, en 2022 el aumento de las ganancias de las compañías explicó el 90% del importe del deflactor del PIB (5,1%), una variable que mide la inflación generada en el interior del país. En otras palabras, los salarios e impuestos indirectos provocaron un alza de los precios de 0,5 puntos y las ganancias de 4,6. De todos los países europeos, España fue el país donde las empresas más contribuyeron a la subida de los precios.
Así pues, el principal culpable de la inflación interna no fueron los sospechosos habituales (los trabajadores), sino los inesperados (las compañías). Por el bien de la economía española, espero y deseo que las últimas moderen sus márgenes de beneficios. A finales de 2022, un gran número de grandes y medianas empresas ya habían recuperado las pérdidas sufridas durante 2020.