Lo escribí la noche electoral, veo muy difícil que pueda articularse un pacto para impedir que Xavier Trias obtenga, el próximo 17 de junio, la alcaldía de Barcelona como consecuencia de ser el candidato de la lista más votada el pasado domingo. En 2019 fue posible evitar el ascenso de Ernest Maragall porque aún estábamos bajo los efectos del procés, con Quim Torra de president de la Generalitat y en medio del juicio en el Tribunal Supremo. A Manuel Valls le pesó más el antiseparatismo que su crítica igualmente dura al populismo de Ada Colau, sin olvidar que fueron los socialistas los que se lanzaron a lograr esos votos, sin nada a cambio, ni tan siquiera de un poco de cariño para el malogrado ex primer ministro francés. Se explica sotto vocce que el entonces candidato del PP, Josep Bou, también estaba dispuesto in extremis a votar a Colau para evitar que ERC se hiciera con la alcaldía.
Pero las circunstancias de ahora no son las de entonces. La “mayoría progresista” (PSC, BeC y ERC) frente a Junts es inarticulable. Los republicanos jamás entregarán la alcaldía de Barcelona a un socialista porque sería tanto como reinstaurar el “antiguo régimen”, concepto que han desempolvado en esta campaña para denunciar el dominio del PSC en muchos ayuntamientos. El gran objetivo estratégico de Oriol Junqueras, que es un fanático independentista, es acabar con la hegemonía del PSC en el área metropolitana, que ha salido reforzada, mientras los republicanos han pinchado de forma notable, también en Santa Coloma de Gramenet, donde Gabriel Rufián no ha conseguido erosionar la mayoría absoluta de Núria Parlon. El partido que lidera Salvador Illa ha recuperado la primera posición como fuerza municipal en Cataluña. Ha ganado en todas las plazas importantes, a excepción de Barcelona ciudad. ¿Por qué ERC iba a investir a Collboni?, ¿qué ganaría con ello? Además, una vez que Colau pierda la alcaldía, los comunes tienen muchas papeletas de empequeñecerse, de acabar reducidos al espacio electoral de la antigua ICV. Y si el PSC se hiciera con el mando en Barcelona, serían los mayores beneficiados de esa recomposición de la izquierda. Por otro lado, cuando se dice que, a cambio, Illa daría estabilidad a Pere Aragonès en el Parlament, se está sobrevalorando lo que puede hacer en la oposición, una vez que ya le ha votado los presupuestos. El Govern puede aguantar un año sin grandes dificultades, y ERC ya prepara un escenario con el PP gobernando en la Moncloa, o sea, el regreso a la confrontación dura con Madrid. Ayer Aragonès ya lo anticipó. No se volverá a la unidad independentista, estructuralmente rota, pero sí a agitar las aguas.
Por tanto, el pacto con ERC es imposible. Los republicanos podrían tal vez votar a Colau, si hubiera obtenido la segunda plaza, pero los socialistas se impusieron por un puñado de votos, nunca mejor dicho. ¿Queda algún otro escenario disruptivo? Habría una pequeñísima posibilidad de que el PP de Daniel Sirera, a quien le da lo mismo Trias que Collboni, según sus propias palabras, prestase sus votos al socialista a cambio de algunas cosas. La primera, que Colau desaparezca del consistorio, lo cual es fácil porque podría convertirse en la cabeza de cartel de los comunes para las generales del 23 de julio. Problema resuelto. A partir de ahí, otras exigencias podrían ser el apoyo a la ampliación del aeropuerto o el fin de las superillas, ningún otro Consell de Cent más, objetivos ambos que el PSC también comparte. Habría otras exigencias en términos de poder: cargos en el Área Metropolitana o en la Diputación de Barcelona. Nada que el hábil PSC no pudiera negociar. Ahora bien, para investir a Collboni sería imprescindible contar con el apoyo de los comunes, que formarían parte del gobierno municipal, y que tendrían que sacrificar algunos puntos programáticos como los citados por exigencia del PP, lo que para ellos sería muy doloroso y casi inaceptable. En medio de unas elecciones generales, que serán aún más destructivas en cuanto a mensajes cruzados entre PP y PSOE que las del pasado domingo, esa ecuación no es nada fácil. En la envenenada dinámica política española, ese préstamo de votos del PP al PSC no encajaría bien. No es imposible, pero sí improbable. Ojalá me equivoque, pues el regreso de Trias a la alcaldía es un sarcasmo para Barcelona.