Con los recuentos terminados, unos apuntes de lo que nos dejan las municipales y autonómicas.
Cataluña. Ha regresado la vieja normalidad en unas elecciones en las que, a diferencia del resto de España, se ha votado en clave municipal. El procés se desvanece y resurge con fuerza el PSC como gran partido municipalista, en lo que puede representar un buen impulso en el asalto de Illa a la Generalitat. Y tanto retorna el mundo de ayer que renace el sueño de la sociovergencia, ni más ni menos que en el Ayuntamiento de Barcelona, donde no pueden descartarse otras alternativas: el gobierno en solitario de Trias, a la espera de qué sucede en las legislativas, o un tripartito de izquierdas.
España. El PP ha ganado las elecciones, pero lo que se avecina no le resultará sencillo de gestionar: a la pugna entre un Feijóo que salva con dignidad los papeles y una reforzada Ayuso se añadirá la presión de Vox, de quien van a depender muchos municipios y comunidades en los que ha ganado la derecha. Habrá que ver qué exige Vox a cambio de sus escaños, pero, aún más, cómo la radicalidad de Abascal condiciona el discurso de la derecha y el pulso Feijóo-Ayuso.
Las elecciones generales. Aunque el mapa surgido de las municipales se haya teñido de azul, nada está escrito. La diferencia de votos entre populares y socialistas, o entre los dos grandes bloques, deja todo bastante abierto. Los conservadores parten con ventaja pues, desaparecido Ciudadanos, PP y Vox han sabido conformarse como espacio de derechas, mientras que en la izquierda el galimatías es notable, y lo seguirá siendo mientras Pablo Iglesias no entienda el resultado de las urnas.