La fabricante de pinturas decorativas Industrias Titán SA, fundada en Barcelona en 1917, ya es historia. Una escueta nota del Boletín Oficial del Registro Mercantil certifica su absorción por la multinacional holandesa Akzo Nobel Coatings. Ello significa que la centenaria compañía queda extinguida y desaparece para siempre del mapa empresarial.
El proceso de compra por Akzo se ha articulado en varias fases. La primera se inició en octubre de 2020, con el anuncio de que Joaquín Folch-Rusiñol Corachán, propietario de Titán, había convenido su traspaso a los neerlandeses.
A continuación, se solicitó el pertinente visto bueno de los órganos reguladores de la competencia. El beneplácito recayó en marzo del año siguiente. En el curso de 2022, Akzo engulló los activos y pasivos de Titán. Y el remate final llega ahora con la extinción formal de la legendaria firma catalana.
En cambio, la que sí perdura es su marca de pinturas decorativas Tintalux, la más prestigiosa del mercado nacional. Durante muchas décadas ha liderado el escalafón de ventas y su actual cifra de negocio suma 80 millones.
Akzo Nobel porfiaba desde hace cuarenta años por adueñarse del preciado emblema. El logro de este objetivo significa un hito estelar de su andadura por la península Ibérica. En esta demarcación expende de antiguo bajo las marcas Bruguer y Procolor, que en su día compró a Uralita, de los mallorquines March. Con ellas alcanza un giro anual de 75 millones. Pues bien. Tal magnitud se acaba de doblar de golpe con el aporte de Tintalux.
La historia de los Folch es muy sugerente. Arranca en las postrimerías del siglo XIX con el bisabuelo de Joaquín Folch-Rusiñol, dedicado al comercio de cereales. Los importaba por medio de una flota naviera propia desde el lejano enclave ucraniano de Odesa. También poseía plantas harineras, destilerías de alcohol de maíz y fábricas de hielo.
Su hijo Joaquín Folch Girona continuó esas actividades y, además, se embarcó en la aventura de Industrias Titán. Descendía de Manuel Girona, que fue alcalde de Barcelona e impulsó la Cámara de Comercio. Estaba casado con Rita Rusiñol Soulere, hija de Alberto Rusiñol Prats, destacado miembro de la Lliga Regionalista, amén de sobrina del pintor y dramaturgo Santiago Rusiñol.
En 1934 el director de los laboratorios de Industrias Titán descifra la fórmula de las resinas sintéticas, nueva materia prima que se ha empezado a popularizar en Europa. Y la empresa lanza Titanlux, primer esmalte sintético de fabricación enteramente española.
Obtiene un éxito espectacular. Puede aplicarse sobre metal, mimbre o madera. Y seca en 8 horas, en vez de las 24 que requerían las pinturas hasta entonces disponibles.
Gracias al formidable éxito del producto y a la autarquía imperante, las ventas de la sociedad crecen como la espuma. No tarda en conseguir posiciones dominantes del mercado.
Su hijo Alberto Folch Rusiñol engrandece el negocio y amasa una fortuna enorme. En los años 70 del siglo anterior encabeza la lista de contribuyentes de Cataluña, con un patrimonio superior a los 5.000 millones de pesetas.
Su sucesor y "hereu" Joaquín Folch-Rusiñol Corachán frisa los 70 años. Dirigió la firma con destreza en el periodo 1988-2021. Una oferta irresistible de Akzo Nobel le hizo caer en la tentación y se desprendió del conglomerado familiar. El precio de la transacción rondó, entre pitos y flautas, los 100 millones de euros.
Industrias Titán forma parte por derecho propio de los anales corporativos hispanos. Consumada su extinción, pronto no suscitará más que un vago recuerdo, que tarde o temprano se irá esfumando entre las brumas de la leyenda.
Sin embargo, la marca Tintalux pervivirá ligada de forma indisoluble al apellido Folch-Rusiñol. Merced a él esta enseña se encumbró hace largo tiempo a la cúspide del rango. Y en ella sigue anclada, tan campante.