Lo han vuelto a hacer. El 28 de abril, 87 años después de su muerte, las Juventudes de ERC homenajearon a los hermanos Badia. Nos recordaron su papel en la defensa de Cataluña, de las instituciones catalanas y del “orden republicano”. Toma ya. Miquel y Josep, miembros de la JEREC (Juventudes de Esquerra Republicana-Estat Català), fueron asesinados en 1936 frente a su casa barcelonesa por un grupo de anarquistas de la FAI. Los hermanitos eran, según los historiadores, fascistas nacionalistas; pero, como también eran republicanos y catalanes, los han reconvertido en buenos fascistas, en los suyos.

El expresidente de la Generalitat Quim Torra, principal hagiógrafo de Miquel Badia, lo calificó como “uno de los mejores ejemplos del independentismo”. En 2013, cuando el procés estaba en sus inicios, Torra organizó un homenaje a Badia en el 75º aniversario de su muerte. En ese acto para patriotas, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, glosó la figura del hombre más temido en los años 30, conocido como el Capità Collons

“Miquel Badia era muy pinturero, siempre iba de traje y corbata, con un bigotito bien peinado, pero cuando sus escamots (sus escuadras) se ponían las camisas verdes daban miedo”, recordaba mi abuela Rosa Lherme. Nací en 1958 de unos padres muy jóvenes y tuve la suerte de conocer a todos mis abuelos, a cinco bisabuelos y a muchos tiets. Todos me hablaron, en algún momento, de la Guerra Civil y de sus prolegómenos. Ninguno lo hacía con ganas de volver, sino de olvidar y recuperar una democracia sin revoluciones, sin tiros en la nuca, ni fusilamientos ni checas.

Sin embargo, la admiración por Miquel Badia, militante de la violenta Bandera Negra (formación de Estat Català) que participó en el atentado frustrado para asesinar a Alfonso XIII —el llamado complot del Garraf—, sigue presente este siglo entre algunos ultranacionalistas catalanes de salón.  

Badia “era el más valiente, el que tenía más cojones”. Eso le dijeron al presidente Francesc Macià, que lo puso al frente del orden público en su Govern. Llegó el joven leridano a tener 7.000 escamots a su mando, a quienes, entre otras cosas, utilizó para romper la huelga de transportes de Barcelona y realizar múltiples acciones violentas contra sindicalistas.

Muchos patriotas actuales parecen no haber dedicado ni un segundo de su tiempo a estudiar los hechos; se limitan a corear. Sus líderes deberían explicarles que el Estado de Cataluña de la República Federal de España, proclamado por Lluís Companys en 1934, duró 11 horas y dejó 46 muertos en las calles.

Lo peor son las arengas de los que huyeron tras la última “no declaración de independencia” (la del 2017), las del pícaro Carles Puigdemont o de la siempre enfadada Clara Ponsatí. También empieza a ser agotador escuchar a algunos de los que se quedaron, como Quim Torra, que tiene sueldo fijo para siempre, pero apuesta por la vía eslovena. Ponsatí aparece por Cataluña sólo para advertir de que “esto requiere esfuerzos, liderazgos y capacidad de sacrificio”, y a continuación se larga a ejercer de eurodiputada.

Temen los huidos y las asociaciones patrióticas subvencionadas (la ANC y Òmnium) que se les acabe la fiesta. Son ya 13 años de calentar la poltrona independentista. Tienen miedo a perder el poder, a que se les vaya pacíficamente de las manos en las próximas elecciones. 

En realidad, Miquel Badia llegó a ser muy conocido no por su valentía, sino porque, como jefe de los Servicios de Orden Público de la Generalitat, reprimió sin compasión a los anarquistas de la FAI. Muchos de ellos eran murcianos, obreros llegados a Barcelona para trabajar en la Exposición Universal de 1929, que se quedaron luego en las fábricas catalanas y se afiliaron a sindicatos anarquistas o comunistas. Fue entonces cuando se les empezó a llamar “charnegos”.

Muchos eran los que no querían a los inmigrantes. La xenofobia de Estat Català estaba patente en el pensamiento de dirigentes como Josep Dencàs, consejero de Gobernación, y de los hermanos Badia, que se definían como nacional-socialistas. Su patriotismo era cercano al fascismo que se respiraba en esa Europa de entreguerras y cracks económicos.

Son muchos los investigadores y estudiosos que califican a Miquel y Josep Badia de “pistoleros” o extremistas catalanes. Los fascistas no fueron solo españoles y falangistas. El ultranacionalismo crecía en Francia, en Inglaterra, en Alemania, en Italia… Cataluña tuvo los suyos.

Un siglo después, las preclaras mentes del independentismo siguen soñando con víctimas y verdugos, homenajeando a sus fascistas fallecidos. Esos sí que tenían collons. ¡Qué nivel!