Ahora que han vuelto las hostilidades que nunca se habían ido al conflicto palestino-israelí, es un buen momento para ver la serie Fauda, que recrea los aspectos más sangrientos de un enfrentamiento que dura ya 75 años. Acaban de conmemorarse los tres cuartos de siglo de la creación del Estado de Israel mientras que la ocupación de los territorios palestinos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este dura ya 56 años.

La crisis actual se desencadenó cuando fuerzas especiales israelís penetraron en Yenin (Cisjordania ocupada) y mataron a una decena de palestinos en una operación como las que se muestran en las cuatro temporadas de Fauda (caos, en árabe), protagonizadas por un comando del Shin Bet (servicio secreto interior) especializado en infiltrarse entre los palestinos para eliminar a los jefes que preparan los atentados terroristas.

La serie se empezó a emitir en Israel en el 2015, pero fue su adquisición por Netflix al año siguiente lo que le dio una gran popularidad internacional, incluidos muchos países árabes (el The New York Times la calificó en 2017 como una de las mejores). Rodada en árabe y hebreo, ha sido creada por Lior Raz, también el actor principal, y por Avi Issacharoff, periodista, excorresponsal de Defensa del diario israelí de izquierdas Haaretz. Raz, nacido en el asentamiento judío de Ma’ale Adumin (Jerusalén) en 1971, exguardaespaldas de Arnold Schwarzenegger, fue miembro de las fuerzas especiales y aporta sus experiencias a los guiones, basados en buena parte en hechos reales.

Con pretensión de objetividad y de huir de los maniqueísmos, en Fauda no hay buenos y malos absolutos, aunque sí se aprecia una cierta decantación hacia las posiciones israelís. El comando especial casi siempre gana y mata más y mejor en los enfrentamientos directos. La serie muestra el terrorismo palestino contra la ocupación israelí, pero también la brutalidad de la venganza, la destrucción de casas palestinas o las torturas a los palestinos detenidos, que muchas veces acaban confesando y delatando a sus compatriotas. Queda claro que el enemigo es Hamás (y Hezbolá en la cuarta temporada) porque la Autoridad Nacional Palestina (ANP) no es más que un aparato burocrático cuyo jefe de seguridad mantiene contactos constantes con la inteligencia israelí.  

Fauda es un thriller político extremadamente violento, pero también explora la vida cotidiana de árabes y judíos, con la misma credibilidad con que expone la violencia terrorista y el terrorismo de Estado. Así, se muestra crudamente el apoyo de las familias a los jefes de Hamás, las reacciones a las detenciones y a los encarcelamientos, o la vida que hay detrás de los miembros del comando especial israelí, con frecuentes relaciones amorosas entre ellos o con dudas permanentes sobre su duro trabajo y sus deseos de abandonarlo.

La infiltración del protagonista, Doron Kavillio, comandante de la Unidad Mista’arvim (los que viven entre los árabes, en hebreo), alcanza incluso a la vida sentimental en una mezcla difusa entre el amor verdadero y la necesidad de relacionarse con mujeres árabes para conseguir información. Es llamativo el contraste del valor de la vida si el que la pierde es de los nuestros, lo que desata emociones y dolor intenso, o es de los otros, muertes acogidas con la mayor de las indiferencias. 

Issacharoff, el otro creador de la serie, ha explicado en declaraciones a la agencia Efe que su intención es transmitir las complejidades de un conflicto que cree que habitualmente se simplifica “en torno a clichés, a la lógica de buenos contra malos, como algo blanco o negro, cuando en realidad hay infinitos grises”. El guionista subraya que “esta es una serie sobre la ocupación, sobre el precio de la ocupación, tanto para israelís como para palestinos”. Crítico con el actual Gobierno de Binyamin Netanyahu, el más ultraderechista de la historia de Israel, y su reforma de la justicia, que puede convertir a Israel en una autocracia, Issacharoff plantea: “La pregunta no es si los palestinos van a explotar, la pregunta es cuándo”.

Pese a su gran éxito, la serie no se ha librado de críticas por ambos bandos. Medios palestinos le reprochan la glorificación de los soldados israelís y  sus reprobables métodos, mientras que la extrema derecha israelí considera que Fauda daña al Estado judío. También suscita críticas la tercera temporada, centrada en Gaza y desenfocada de la realidad de la franja, según quienes más conocen el conflicto. La cuarta temporada, rodada en parte en Bélgica, muestra las diferencias entre las limitaciones de un Estado de derecho como el belga y la impunidad del Estado de Israel, al que todo le está permitido en los territorios ocupados.