El mando no suele arriesgarse gratuitamente, antes prueba. En plena carrera espacial los soviéticos, previo al envío de un ser humano al espacio exterior, introdujeron a la perrita Laika en el Sputnik 2. El pobre animal murió en acto de servicio tras poner en evidencia los problemas técnicos del ingenio espacial. Descanse en paz la perrita. Los mandamases políticos, con y sin fuste, son temerosos, no arriesgan. Ya en tiempos de la antigua Roma era habitual que los praegustator, esclavos catadores de alimentos, ingirieran las viandas antes que sus amos. Eficaz medida preventiva antienvenenamientos que, sin embargo, no le sirvió de nada al emperador Claudio.
En la política actual el rol de conejillo de indias, de eunuco catador, sigue vigente. Sin ir más lejos, también en Cataluña. Algunos dirigentes de Junts, sobre todo los que pululan por tierras de Brabante, se toman la política catalana como si fuera un wéstern. Para ellos la cosa va de conflicto entre buenos y malos, patriotas y autonomistas. El teatralizado/televisado paseo por Ciutat Vella de la señora Clara Ponsatí, del brazo del inefable picapleitos Gonzalo Boye, olía a catalán wéstern, a exploración del terreno a lo Daniel Boone. La semana pasada un inquieto Carles Puigdemont lanzó a los leones a la señora Ponsatí –la abuelita Paz del procés, la que menta los muertos— para tantear qué pasaba con los jueces, con el Parlamento Europeo y cuál era la reacción popular ante la performance. Se trataba de explorar reacciones como paso previo para luego obrar. No en vano la obsesión de los prófugos de Waterloo es cómo y cuándo regresar a Cataluña antes de que crezca el olvido. No quieren pagar peaje.
Hace pocos días Jaume Collboni definió a Junts como un partido antisistema y a su candidato a la alcaldía por Barcelona, Xavier Trias, como a un servidor de causas periclitadas. Creo que acertó en el análisis. Los políticos de Junts actúan y se mueven como activistas antisistema, pero, a diferencia de la CUP, son profundamente conservadores. Algunos incluso no ocultan sus tics trumpistas. Alguien los catalogó, con ingenio y acierto, como anarcos de derechas. Observen si no los movimientos, el léxico, los discursos y el modus operandi de los correligionarios de Puigdemont y Laura Borràs. Echen una ojeada a las hemerotecas y comprobarán que practican la propaganda por el hecho. Sí, aquella forma de intervención política, teorizada por el anarquista ruso Kropotkin, basada en la creencia de que el impacto de una acción osada es el instrumento más eficaz para conseguir agitar y despertar las energías de los pueblos oprimidos. El príncipe Piotr Kropotkin afirmaba: “Un acto puede en pocos días hacer más propaganda que mil panfletos”. Los de Waterloo creen en el ruso, son grandes aficionados a la sobreactuación patriótica y la practican. Clasificar a Junts como una peña de anarcos de derechas suena a oxímoron, pero lo cierto es que transitan por la política como activistas antisistema de derechas.
Los intentos de Xavier Trias por recuperar a los sectores más moderados del viejo pujolismo se van al traste con desembarcos como el protagonizado por la exconsellera de Educación de la Generalitat. El alcaldable de Junts ha de contemplar con resignación cómo desde su propio partido se torpedea su giro hacia la moderación. Cuando Clara Ponsatí, en rueda de prensa, reedita el mantra de la lucha contra la represión del Estado, cuando califica a Cataluña como un país ocupado o critica a las instituciones europeas Trias enmudece. Cuando el sector anarco de derechas de Junts coloca al Govern de Pere Aragonès en el ojo del huracán la campaña de las municipales se complica. Prepárense, los fieles a Carles Puigdemont, los anarcos de derechas, van a seguir empleando la táctica de la propaganda por el hecho. Sorpresas y estridencias no nos van a faltar. Conejillos de indias y praegustators tampoco. Por cierto, Laika en español es ladradora. ¿Lo pillan?