Dicen que La Sexta es el canal de los progres. Esta adscripción deriva de una definición del vocablo progresista, entendida como aquella persona o colectividad que dice poseer ideas y actitudes avanzadas respecto al resto de la ciudadanía. Visto así La Sexta sería la representación televisiva de esa parte del conjunto de la sociedad. La paradoja que encierra esa definición es la conceptualización de “persona avanzada”. En principio, avanzada es aquella que se distingue por su audacia o novedad, sea en la política, el arte, el pensamiento… Pero el atrevimiento ¿es una actitud únicamente progresista? ¿Un conservador no puede ser atrevido? Y la novedad ¿solo es monopolio de los progres?
Sabido es que uno de los defectos más conocidos de muchos progresistas, que se autodefinen como tal o de izquierdas, es su superioridad moral. Con dicha actitud los progres intentan imponer un discurso con el que califican su política o ideología como las correctas, en tanto que buscan el bien de la comunidad. Al mismo tiempo y con ese mismo discurso, dichos sujetos suelen señalar a aquellos otros que no comparten su pensamiento y praxis política como conservadores, reaccionarios o fachas.
Otra simplificación muy extendida es la inversa relación entre progresía y edad. Así, cuantos más años cumple una persona más conservadora se torna. Todo este dislate simplón y maniqueo ha quedado con las vergüenzas al aire durante un programa de La Sexta. El pasado martes, en Más vale tarde, Cristina Pardo dirigía (no moderaba) un debate sobre las andanzas de Felipe de Marichalar, a raíz de haber sido descubierto en un after madrileño, donde la policía tuvo que intervenir ante el ruido que ocasionaba, comprobando un exceso de aforo, presencia de una menor, posesión de drogas y de un arma blanca.
Benjamín Prado tuvo a bien, con mucho sarcasmo, llamar al sobrino del Rey como Felipe Juan Froilán de todos los antros. No contento con su ingeniosa nominación, la repitió otra vez y exigió ejemplaridad para alguien vinculado a la familia real. Sutil y manipulador desliz, ya que es sabido que el joven es familia del Rey, pero no forma parte de la familia real. Y más sonriente aún concluyó: “Me parece bien que pase de la prensa rosa a la cocaína rosa”.
Mientras, la incontinente presentadora Pardo hablaba una y otra vez censurando el comportamiento del nieto del emérito: todo el día de fiesta, no trabaja, quién le mantiene sus juergas, que ya es hora de que se busque la vida, que se vaya de casa… ¿Y los escoltas?, ¿quién los paga? Dos periodistas de medios “conservadores” intervinieron para dejar en evidencia el extremo puritanismo o superioridad moral de la presentadora y la ingeniosa calumnia del veterano escritor, conocidos autoprogres. Paloma Barrientos tuvo a bien preguntarles si cuando tenían 18 o 20 años no habían ido ningún día al trabajo sin dormir. Y, aún más, la conocida periodista dudó de que alguien de los allí presentes no hubiese estado nunca en un local donde no hubiera habido algún problema. Luis F. Durán dejó claro que el sobrino del Rey no tiene escoltas. Cierto es que se los retiraron antes de la mayoría de la edad por el hartazgo de esos profesionales, ante el incansable comportamiento nocturno del joven Borbón.
Resulta sorprendente que en un canal progre se sorprendan de la prácticas festeras del Madrid oculto y transgresor. Un par de sencillas lecturas de las obras de José Deleito para el siglo XVII o de Arturo Barea para los años 30 del siglo XX, entre los cientos posibles, darían más que información a estos periodistas tan puritanos y, sobre todo, tan ignorantes de los Madriles golfos a lo largo de la historia.
Utilizar un medio para censurar con rigor ciertas transgresiones públicas o privadas, para de paso poner en evidencia con cierta sonrisilla a la Corona, es reaccionario y confesional, mojigato y cobarde. No es ni siquiera republicanismo, progresista o conservador, es puritanismo, puro y duro. Vade retro.