En junio de 2004, Jonathan Jiménez, entonces un estudiante francés de 19 años, se plantó en Barcelona para pasar el verano. “Fui totalmente naif, pensando que encontraría un trabajo de verano llamando puerta a puerta. Después de una semana, lo dejé estar y decidí disfrutar del verano y punto”, se ríe casi 20 años después. La parte negativa de esa experiencia fue que en Barcelona se dejó todos sus ahorros. La positiva, que aquí descubrió el street art, y se pasó dos meses documentando con su cámara los coloridos grafitis que cubrían entonces las paredes de la ciudad.
“Desde entonces he vuelto a Barcelona en varias ocasiones, pero el ayuntamiento parece haber declarado la guerra a los grafitis, porque ya no es lo mismo”, recuerda este reconocido artista francés, ganador del concurso Environmental Photographer of the Year (EPOy) 2022, organizado por la oenegé británica CIWEM y Nikon, en la categoría Recovering Nature.
“La naturaleza va tomando el control”
Ese mismo otoño, ya de regreso en su París natal, Jiménez, que es de ascendencia española, inauguró su etapa como artista callejero. Adoptó su actual nombre artístico, Jonk, y empezó a interesarse por lo que él llama “la cara oculta de la ciudad”: “Trepaba por los tejados para ver la ciudad desde arriba, me metía de noche en los túneles del metro y pasaba días enteros en catacumbas subterráneas prohibidas, explorando las decenas de kilómetros de pasadizos bajo tierra en busca de salas bellamente talladas”, recuerda.
Estas exploraciones urbanas y su búsqueda de grafitis nunca vistos lo llevaron a lugares abandonados donde los grafiteros venían a estar solos y a hacer pinturas más grandes y mejores. “Buscando grafitis en lugares abandonados, me di cuenta de la intensidad de las atmósferas y la belleza del espectáculo del paso del tiempo: óxido, paredes pintadas decadentes y desconchadas, ventanas rotas…”, explica. Con el tiempo, este interés por el abandono se acabó centrando en lo que le parecía más interesante: la naturaleza tomando el control.
La belleza del paso del tiempo
“Es poético, incluso mágico, ver cómo la naturaleza retoma lo que una vez fue suyo, recuperando a través de ventanas rotas, grietas en las paredes y cimientos desmoronados aquellos espacios construidos por el hombre y luego descuidados o desechados”, explica el artista, que en junio de 2018 publicaba el primer libro de su premiada serie, Naturalia, dedicada a retratar el abandono desde la perspectiva de la naturaleza. El proyecto es el resultado de haber recorrido más de 700 lugares abandonados en 33 países de cuatro continentes, desde una casa de campo en Taiwán, a un sanatorio en Lituania, pasando por una cafetería en Abjasia.
“Lo que más me atrae es observar la belleza del paso del tiempo, el impacto que este tiene en los objetos”, dice el premiado artista. Esta atracción nace por dos motivos. El primero, estético. “Me parece hermoso ver metales oxidados, paredes pintadas en decadencia y desconchadas, ventanas rotas, la naturaleza apoderándose de todo”, explica. El segundo es más filosófico. "El abandono dice mucho de la condición humana, de nuestro paso por este planeta, de lo que dejamos tras nosotros…”.
La rara vida del expatriado
Su constante obsesión por el abandono lo llevó a seguir viajando por todo el mundo, algo que sin duda lo ha hecho más abierto de mente: “He visitado unos 80 países, así que supongo que he visto muchas culturas diferentes, lo que me ha dado una buena idea de lo que es realmente el mundo y de la suerte que tengo de vivir en Francia”, dice. Otra cosa muy distinta a viajar es la vida del expatriado. “Como pude comprobar muchas veces, los expatriados a menudo viven entre expatriados y, aún más, entre expatriados del mismo país. No juzgo, supongo que cuando dejas tu país durante mucho tiempo te alegras de tener cosas cotidianas que te acerquen a tu país de origen. Pero acabar siendo raro”, añade.
Clasificado a veces de artista ecologista, Jonk aclara que su obra no tiene tanto que ver con el cambio climático, al menos de forma directa. “Digamos que me centro en concienciar sobre la fuerza de la naturaleza y la necesidad de que el ser humano sea más humilde frente a ella”, aclara.
La naturaleza es más fuerte
De hecho, el proyecto Naturalia nace con la esperanza de que el espectador se dé cuenta de que la naturaleza es más fuerte y que, pase lo que pase con el ser humano, ella siempre estará ahí.
“Estas fotos plantean la cuestión fundamental del lugar del hombre en la Tierra y su relación con la naturaleza. Lejos de ser pesimistas, y en un momento en el que la dominación del hombre sobre la naturaleza nunca ha sido tan extrema, pretenden despertar nuestra conciencia: el hombre construye, el hombre abandona. Cada vez por sus peculiares razones. Y a la naturaleza no le importan esas razones”, dice. “Pero una cosa es cierta –añade—, cuando el hombre se va, ella vuelve y lo recupera todo”.