Las últimas elecciones internas de Ciudadanos planteaban, si no me equivoco, seguir como hasta ahora (Inés Arrimadas) o recuperar la socialdemocracia de sus inicios (Edmundo Bal). La primera opción, que es la que ha ganado, aunque no de forma aplastante (53% a favor de Arrimadas, 39% para Bal), dudo mucho que sirva para rehacer el partido, que es de lo que iba la contienda. Puede que el triunfo de Bal tampoco hubiera logrado la salvación del partido que se cargó Rivera hace unos años, pero, por lo menos, habría significado un deseo de cambio, o de vuelta a los orígenes, por parte de los militantes del partido, pero la mitad de estos se ha quedado en casa a la hora de votar, como si le diera lo mismo el resultado de la votación: un partido en el que al 50% de sus bases parece que se la sopla el rumbo que va a tomar la organización no parece, a primera vista, un partido con mucho futuro; no hace falta cosechar resultados a la búlgara, pero se hubiese agradecido un poco más de interés a la hora de decidir si se sigue como hasta ahora o se emprende un nuevo (en realidad, viejo) camino ideológico. Los vencedores, Patricia Guasp y Adrián Vázquez, ya han dicho que conservarán a Inés Arrimadas como portavoz y poco más, aunque se intuye una voluntad de continuismo en una línea que, aparte de alejar a Ciudadanos del centroizquierda de sus comienzos barceloneses, no ha servido para gran cosa al partido, que se ha ido deshilachando desde que Arrimadas heredó el cargo de Rivera y contribuyó notablemente a anclarlo en posiciones de derecha, opción política que en España sufre de overbooking gracias a la acción combinada del PP y Vox.
Se equivocó Albert Rivera en su momento cuando le dio por reemplazar al PP y convertirse en la principal figura de la derecha española. Por el camino del centroizquierda y de la socialdemocracia tenía mucho espacio por recorrer, pero no le dio la gana: o César o nada (o sea, nada). Y ese espacio sigue existiendo y yo diría que cada vez es más extenso. Entre las extravagancias, la histeria y las chaladuras estalinistas de Podemos y la conversión del PSOE en un club de fans de Pedro Sánchez cuya línea de actuación consiste, básicamente, en preservar el sillón del jefe pasándose por el forro, si hace falta, las cuestiones de Estado, yo creo que muchos españoles agradecerían la existencia de un partido de centroizquierda al que pudiéramos votar los que no comulgamos con Podemos ni con eso en lo que ha convertido Sánchez al PSOE y que nos encontramos ahora huérfanos de alguna alternativa política que nos satisfaga mínimamente y nos anime a acudir a las urnas en las próximas elecciones generales.
El triunfo de los de Arrimadas equivale, me temo, a persistir en el error, ofreciendo unas propuestas de derechas que ya acaparan el PP y Vox. El PP intenta fichar, incluso, a disidentes de Ciudadanos como Luis Garicano y Toni Roldán, que se largaron del partido porque no les gustaba un pelo la línea que estaba siguiendo (de momento, no han respondido, y yo de ellos pasaría educadamente de la oferta, pues se encontrarían con lo que rechazaban de su partido, pero elevado a la enésima potencia). Entre los delirios de Podemos y la degradación de los valores de la izquierda a manos del PSOE de Sánchez, la oferta socialdemócrata en España se reduce prácticamente a cero. Hay un sector del electorado, al que uno reconoce pertenecer, al que han dejado a la intemperie para que se pudra convenientemente. Crear un nuevo partido en la línea del Ciutadans original se presenta como un esfuerzo titánico y que puede no salir bien. Reformar Ciudadanos para que vuelva a ser lo que fue en sus comienzos era factible, pero ya se ha visto que al 50% de sus militantes se la soplaba y que los vencedores van a seguir la línea marcada por Inés Arrimadas, que no se sabe muy bien cuál es, pero no parece basarse en ninguna euforia socialdemócrata, sino en conservar los escaños que puedan apuntándose, según convenga, a las iniciativas del PP (y ejercer de pariente pobre de los de Núñez Feijóo me parece tan poco ambicioso como escasamente estimulante), una actitud que solo puede llevar a que el partido sea cada vez más irrelevante, pues ya se sabe que la gente prefiere votar al original y no a la copia.
Con los resultados de estas elecciones internas, me temo que Ciudadanos sigue cavando su propia tumba. No estoy diciendo que el regreso a los orígenes sea garantía de nada, pero, por lo menos, el partido recuperaría tal vez a muchos de los votantes que les hemos abandonado desde que a Rivera se le fue la olla y quiso, como el gran visir Iznogud, ser califa en el lugar del califa. Unos votantes sobre los que se cierne el fantasma de la abstención en las elecciones generales de finales de año.