La negociación de los presupuestos de la Generalitat entre socialistas y republicanos se ha envenenado. Según el principal teórico de la negociación, Howard Raiffa, la negociación es un proceso de discusión que se establece entre las partes y cuyo objetivo es el de llegar a un acuerdo aceptable para todos. Para lograrlo, sabiendo que ambas partes tienen objetivos diferentes, hay que seguir varias condiciones: comprensión, empatía, confianza y respeto.
No diría yo que esto se haya cumplido esta semana. El resultado final está por ver pero lo sucedido en estos días denota que el Govern, el presidente Aragonés y ERC han planteado una negociación con un solo objetivo: ganar-ganar, cuando solo cuenta con 33 diputados. La semana empezó con la portavoz socialista, Alicia Romero, abriendo la puerta a un posible acuerdo reforzando los conceptos de empatía, confianza, respeto y comprensión hacía la posición del otro. Todo se derrumbó cuando horas más tarde, con un esotérico comunicado, el Govern afirmó que había un acuerdo sobre el 87% y que las diferencias eran solo del 13%.
Digo esotérico, y añadiría incomprensible, porque una negociación se cierra en un conjunto y no en partes. Los cuatro preceptos señalados se rompieron de un plumazo, que ratificó el martes la portavoz del ejecutivo catalán. Quedó claro que ERC no negociaba, regateaba. Aun así las negociaciones continuaron y Romero lo dejo claro: es todo o nada. Algo que resulta evidente.
Lo que sorprende es la salida de tono del Govern. ¿Pretendía, acaso, culpar a los socialistas de que no haya acuerdo o, simplemente, trataba de menospreciar los desencuentros? El tiempo nos dirá pero a pesar de que el PSC, sensatamente, ha continuado negociando la empatía y la confianza han brillado por su ausencia.
Las diferencias no son flecos, son mollares. Ampliación aeropuerto, industria agroalimentaria del Baix Llobregat, Hard Rock Café, Cuarto Cinturón, contrato programa de RENFE, y compromisos plurianuales no menores, no son cuestiones que se puedan soslayar y que se suman a otros no estrictamente presupuestarios como la política exterior, las subvenciones a los medios o el acuerdo político entre catalanes, reclamado hasta el hartazgo por Salvador Illa. Con todos los catalanes, por supuesto.
Para más inri, Junts se ha venido arriba y ha elevado el tono de sus críticas en cuestiones como la fiscalidad. Aquí radica el error original de ERC que pactó los presupuestos con los Comunes que solo cuentan con ocho diputados y son insuficientes a todas luces. Además, Jéssica Albiach ha sacado pecho diciendo que son unos presupuestos contra la patronal. ¿En serio? De verdad un gobierno puede llevar adelante los grandes números sin, como mínimo, una aquiescencia de los empresarios. Flaco favor hizo a Aragonés la líder de los Comunes con estas afirmaciones cuando el presidente tuvo tino al juntar a su lado a sindicatos y patronales.
Raffia también afirma que una negociación debe dejar a ambas partes parcialmente satisfechas, por lo que el procedimiento debe llevarse de forma correcta porque ninguno de los bandos obtendrá todo lo que desea ni perderá todo lo que posee. Sin embargo, la estrategia del ganar-ganar cuando no existen las condiciones, ni la fuerza, no lo olviden, está llevando las negociaciones al despeñadero. Quizá Aragonés debería cambiar de timonel y poner en cuarentena al autor del comunicado. La portavoz del PSC, imagino que haciendo de tripas corazón, no cerró la puerta de un portazo y la mantuvo abierta para que se cierre un acuerdo la semana que viene. Haría bien Aragonés en poner orden en su partido y tomar posición sobre los temas mollares, ese 13% minusvalorado, porque sin ese 13% no tendrá presupuestos. Es hora que ERC empiece a tomar decisiones y mojarse el culo, porque un gobierno no puede vivir en la ambigüedad. Sin presupuestos su gobierno tiene los días contados. Con ellos también, pero podrá modular los tiempos. Salvador Illa ha estado unos días de asueto. Nunca estuvo desconectado pero el jueves volvió a la primera línea. Aragonés tiene tiempo, no mucho, para recuperar la confianza, la empatía, la comprensión y el respeto que rompió de forma unilateral el lunes. Viviendo y aprendiendo dice el refrán, señor Aragonés y haría bien en estudiar a Raiffa porque la negociación es una ciencia, pero también un arte. Y si no estará condenado a perder.