En 1440, Gutenberg inventó la imprenta. Aquel pequeño instrumento revolucionó el acceso al conocimiento, de los monasterios, bellos lugares, pero cerrados, a la ciudadanía.
Hace unos años ha aparecido otro instrumento que está generando otra revolución: internet. Este viaje de 600 años está transformando el mundo a un ritmo más acelerado que en toda la historia de la humanidad.
El mundo de internet está evolucionando a velocidad de vértigo. En poco tiempo hemos pasado a un internet de las cosas, el cloud computing, el big data, las smart cities, la inteligencia artificial y en las últimas fechas el metaverso y la realidad aumentada. Tiene este recorrido, como la conquista del lejano oeste, siempre adelante, cueste lo que cueste. Como en la búsqueda del oro, el sueño está ahí, delante. Pero en este viaje se cruzan muchos debates. La importancia y las oportunidades que la tecnología está aportando son cuasi infinitas. En casi todos los ámbitos de nuestra vida la tecnología está presente. Los datos y los algoritmos son las nuevas imprentas.
La elección hace poco de Doreen Bogdan-Martin como nueva responsable de la agencia internacional de las telecomunicaciones con sede en Ginebra, frente a un ruso, ofrece más allá del actual debate militar dos visiones de cómo utilizar los datos. ¿Quién es el garante último de los datos? ¿Quién controla los datos? Los datos son información que permite proyectar patrones sobre nuestras conductas. En este pequeño quid está gran parte de los debates a los que estamos asistiendo actualmente.
En muchos lugares del mundo, los gobiernos, los poderes públicos se otorgan el poder del control de lo que circula en las redes. El gestor último de los datos es el Gobierno. En otras partes del mundo, donde geográficamente estamos nosotros, Europa, son las empresas los referentes. En la actualidad, EEUU versus China sería el resumen del debate. ¿Europa dónde está? En un tiempo no muy lejano Europa era pionera; en la actualidad es comparsa. El individuo ¿dónde está? ¿Combinar un mundo digital, virtual, con uno real es factible y posible? Son ciertamente posibles. Sin embargo, curiosamente, el grado de consciencia de la importancia de este debate es escaso. De forma pasiva regalamos gratuitamente gran parte de nuestra privacidad. Discernir los derechos de los individuos, las privacidades, las seguridades individuales y colectivas es básico. Tal vez son debates que no interesa ampliar.
La conquista del lejano oeste es imparable, el avance de la tecnología ha venido para quedarse. Como en toda revolución, evolución, hay aspectos sociales positivos, pero también negativos. No escondamos sus carencias. La tecnología puede y debe ser inclusiva. A la brecha digital de dimensión social le puede acompañar la brecha del aislamiento psicológico de muchas personas. Las ofertas de metaverso y realidad aumentada van a tener sus admiradores y detractores. Regalamos datos para construir realidades fantásticas, incluso vivir dentro de ellas, pensar en sociedades idílicas y perfectas, pero no olvidemos al ciudadano, modesto personaje, que es el que aguanta toda la arquitectura social y económica, compra cuasi todo, pero como es el cliente final no lo minusvaloremos tanto. Tenemos muchas ofertas de nueva tecnología, pero cuidado con las fake news en la oferta y demanda. Vivir del metaverso en estado permanente, puedes acabar siendo un avatar. Ojo con los avatares que nos ofrecen un mundo feliz, de independencias florecientes. Saber reconocerlos y ponerlos en evidencia con la nueva saturación de datos no es tarea fácil. Evitemos las tentaciones populistas.