No es ninguna exageración afirmar que el presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, se ha apropiado y ha distorsionado el legado de Felipe González, pese a que muchos socialistas no estén de acuerdo.
Lo realmente positivo de Sánchez es que, al menos, ha desactivado la unidad del bloque separatista. El presidente ha logrado enfrentar a ERC con Junts per Catalunya y la CUP. Y eso es algo que nos gusta a los constitucionalistas, aunque le irrite al president Pere Aragonès.
El problema de Pedro Sánchez son sus pactos con Podemos y con la comunista Yolanda Díaz. Aunque de ello también tiene culpa el desaparecido Albert Rivera, cuyo final se precipitó por haber ambicionado superar a Pablo Casado (otro expulsado de la política), y que todo apunta que será el camino que seguirá su sucesora al frente de Ciudadanos, Inés Arrimadas.
Si las encuestas se confirman, Alberto Núñez Feijóo será el próximo presidente español, al frente del nuevo PP, a partir del año que viene. En ese escenario, los separatistas sueñan con que los populares tengan que pactar con Vox para llegar a La Moncloa. Creen que así es más fácil alcanzar la independencia.
Sin embargo, esa ilusión es un sueño imposible. Ningún Estado democrático occidental reconocería la independencia de Cataluña, como ya se ha visto. A los separatistas catalanes solo les quedan como aliados los batasunos de Bildu, actuales socios del Gobierno.
En el ámbito económico, cabe destacar el choque de la CEOE con Díaz. A la patronal no le hace gracia que la ministra de Trabajo y Economía Social apoye las movilizaciones de los sindicatos para exigir la revalorización de los salarios en línea con la inflación. Y se encomiendan a la vicepresidenta Nadia Calviño, más reticente a fuertes incrementos salariales.