El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull, no es un tipo gracioso. Tampoco un buen orador. Quizás por eso cuando intenta articular un chiste irónico sobre la mesa de diálogo y los whatsapps despierta el lado oscuro de Oriol Junqueras. La bromita ‘quedan que quedarán para volver a quedar’ irrita a Esquerra y permite contemplar en el Telenotícies de TV3 a un Junqueras vociferante fuera de sus casillas.
Lo de los independentistas no deja de ser una variante seriada de la Guerra de los Rose. Cada país arrastra su cruz. Los posconvergentes no atraviesan su mejor momento, necesitan oxígeno. Nada mejor para ello que tocar a rebato contra el Estado español y todos aquellos que estén dispuestos a socorrer a Pedro Sánchez. Nada mejor que jurar sobre la Biblia que lo de Laura Borràs es un caso de lawfare. Nada mejor que dilatar en el tiempo, vía auditoría y votación de las bases, la decisión de continuar formando parte del Ejecutivo catalán.
El cónclave de los puigdemontistas en La Farga de L’Hospitalet pasará a los anales de la historia como el congreso en el que Junts va fer la viu-viu. Frase hecha que, en su versión en lengua castellana, podríamos traducir como trampear, o ir tirando. ¿Para qué? Para esperar que la mesa de diálogo se salde con un decepcionante vuelva usted mañana, que pille a contrapié a ERC y sitúe a Pedro Sánchez en un brete. También para que, por aburrimiento, el caso de Laura Borràs se diluya entre los festejos patrióticos del 11 de septiembre y el 1-O. Pero hay mucho más amigos.
Observen, cuando Junts apuesta por ir tirando la cosa no es baladí, tiene su importancia. Lo que el Congreso ha decidido respecto a la política de alianzas en ayuntamientos y diputaciones tiene suma relevancia. Junts no le hace asquitos a pactar con el PSC de Salvador Illa. Lo ha hecho con éxito, y sin estridencias dignas de mención, en la Diputación de Barcelona. El sector municipalista puigdemontista no está para aventuras testimoniales. En muchos temas y asuntos de calado económico sintoniza más con los socialistas que con los republicanos o comuns. Y es precisamente en el ámbito municipal donde hay novedades políticas dignas de ser analizadas.
La renuncia de Elsa Artadi ha abierto la posibilidad de que Xavier Trias se postule como candidato a la alcaldía de Barcelona. Junts per Catalunya necesita salir a toda prisa del bucle en el que está metido si quiere llegar presentable a las elecciones municipales del 2023. El veterano Xavier Trias es un buen señuelo para convergentes perdidos e independentistas desencantados. Los de Jordi Turull no pueden permitirse el lujo de abandonar el Govern de la Generalitat, porque saben que en la oposición las temperaturas son gélidas y se pasa hambre. Tampoco pueden aparecer encastillados defendiendo a una presidenta del partido que incluso levanta dudas entre sus correligionarios. Waterloo cada vez está más lejos y el advenimiento de los huidos no resolvería nada del conflicto, al contrario. De ahí que la filosofía inspiradora del Congreso haya sido la de fer la viu-viu acompañada de retórica rupturista. Todo un tigre de papel en versión vernácula. Junts, a la espera de tiempos mejores, necesita trampear para flotar y navegar.