Como se ha recordado en Twitter, el fiasco de la candidatura conjunta entre Cataluña y Aragón para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 evoca la frase de que “entre todos la mataron y ella sola se murió”. El martes, el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, anunció oficialmente la renuncia a la candidatura, de la que culpó al desacuerdo del Gobierno de Aragón con las otras tres instituciones concernidas: la Generalitat de Cataluña, el Gobierno central y el COE. “Este proyecto tenía que aunar voluntades, pero ha derivado en diferencias políticas basadas en mentiras. Hemos destrozado la candidatura en casa”, dijo Blanco. “Si al final un proyecto de diálogo se convierte en una guerra entre constitucionalistas e independentistas es que no entendemos el proyecto olímpico”, añadió.
El presidente del COE sabe de lo que habla porque si algo no soportan los jerarcas del Comité Olímpico Internacional (COI) son las intromisiones y las divisiones políticas en una candidatura. Barcelona 92 ganó la designación porque se superaron, a veces con esfuerzo, las divergencias políticas entre el nacionalismo pujolista y los organizadores comandados por Pasqual Maragall. El entonces presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, se encargó de advertir de las nefastas consecuencias que tendría la pugna política que se insinuaba.
Ahora, el COI, que temía que pudiera haber problemas por el enfrentamiento del independentismo catalán con el Estado, se ha visto sorprendido porque la causa principal de la candidatura frustrada haya sido el desacuerdo con Aragón. Pero los mandatarios olímpicos no deberían sorprenderse porque los recelos de Aragón hacia Cataluña son antiguos e incluyen últimamente los intentos ridículos de convertir la Corona de Aragón en Corona catalano-aragonesa o el enfrentamiento por el arte sacro, que la Generalitat no ha dejado de atizar con continuos recursos judiciales, pese a que Aragón ha ganado los litigios, y con una resistencia numantina a devolver las obras.
El terreno estaba, pues, abonado para que la confrontación se reprodujera en la candidatura olímpica. Es cierto que al principio algunas declaraciones de representantes de la Generalitat, en el sentido de que Cataluña era la que lideraba la candidatura, pudieron explicar el enfado aragonés por sentirse menospreciados. Pero eso no justifica todo lo que ha ocurrido después con una oposición irreductible y unas declaraciones cada vez más delirantes del presidente aragonés, Javier Lambán. Las dos partes se han entregado a un peligroso juego de descalificaciones nada olímpicas, que ha sido lo que al final ha frustrado la candidatura.
El Govern achaca el fracaso al “anticatalanismo” de Lambán, que existe y lo demuestra el tuit en el que ha llegado a acusar al COE de haber sido “un aliado del independentismo”, pero en el fondo se trata más de una actitud de “yo no quiero ser menos que nadie”, muy enraizada en las comunidades autónomas que no tenían una tradición autonomista o nacionalista.
El presidente aragonés rompió el acuerdo técnico a que se había llegado tres días después de alcanzado, aunque ahora, ante la difusión de unos audios de las reuniones en las que los técnicos aragoneses aprobaban el reparto de las pruebas, esos mismos técnicos afirmen que nunca admitieron que Aragón se quedara sin esquí alpino. Porque el meollo del rechazo de Lambán es que esa especialidad se llevaba a Cataluña, aunque a Aragón le correspondieran 54 pruebas y 42 al Pirineo catalán. A partir de la denuncia del acuerdo por Lambán, todas las alternativas fueron inútiles hasta llegar a la renuncia final.
Como ocurre siempre en estas peleas identitarias, se da el caso de que las dos partes siempre culpan por razones distintas a un tercero, que además suele ser el mismo, en contra de toda lógica. En el caso del independentismo catalán, mientras el portavoz de Junts dice que “España nos ha vuelto a fallar” y ERC acusa al PSC y al ministro Miquel Iceta por inhibirse, Lambán culpa también al COE y al Gobierno central, pero por aliarse con los independentistas.
En su comparecencia, Blanco, al tiempo que rechazaba una candidatura solo de Cataluña para el 2030, dejó la puerta abierta a seguir los contactos con el COI para el 2034. Aragón ya ha dicho que presentará una candidatura con base en Jaca y Cataluña también quiere aspirar a una candidatura en solitario para 2034. Dentro de unos años se reproducirá, pues, el enfrentamiento, pero entonces con dos candidaturas, una opción imposible porque antes de presentarlas deberá ser el COE el que elija una. Y será de nuevo la prueba de que no habrá Juegos Olímpicos en los Pirineos.