¿Cómo cambia la vida de una mujer al convertirse en musa? ¿Puede llegar una musa a influenciar en la forma de pensar del artista, además de servirle de inspiración? ¿Qué historias ocultan las grandes obras de arte?
Este tipo de preguntas son las que trata de responder la historiadora y crítica de arte británica Ruth Millington en su primer libro, Muse: Uncovering the Hidden Figures Behind Art History’s Masterpieces (Musa: descubriendo las heroínas desconocidas detrás de las obras maestras de la historia del arte, Square Peg/Vintage, 2022), en el que examina las vidas de 29 personas –en su mayoría mujeres, pero también algunos hombres— que han inspirado grandes obras de arte, con el objetivo de romper con el estereotipo de la musa complaciente y sumisa y presentarlas como personas de plenas capacidades que lograron influenciar en la vida y obra del artista.
Musa: de inspiración a dependencia
“Como historiadora del arte, había publicado varios artículos sobre las historias que se esconden detrás de obras tan famosas como la Mona Lisa, La joven de la perla y el Ofelia, de Millais, hasta que un editor me pidió que dejase de utilizar la palabra musa para describir a las mujeres retratadas, y en su lugar escribiera leyenda. Eso me llevó a reflexionar sobre el tema e investigar sobre el término. Y me di cuenta de que es una palabra/etiqueta cuyo significado ha ido cambiando con el tiempo”, explica Millington desde Birmingham, Reino Unido, en una entrevista por e-mail.
Para empezar, Millington cuenta que en sus orígenes, en la Grecia Antigua, las musas estaban lejos de ser sujetos pasivos para que un artista pintara o escribiera sobre ellas. “Las musas eran diosas poderosas y fuertes –en total eran nueve musas, que representaban las artes, la retórica, la tragedia, la danza y la astronomía, entre otras disciplinas— que poetas, artistas y músicos tenían que invocar para lograr inspirarse”, explica. Con el tiempo, los artistas hombres como Picasso presentaban la musa “como algo que les pertenecía, de quien dependían… y a la vez les negaban el valor de sus contribuciones”, añade.
Picasso y Velázquez
Una de las primeras musas analizadas en el libro es precisamente la artista y fotógrafa Dora Maar, amante de Picasso, cuya carrera quedó eclipsada durante mucho tiempo por la del genio español. Millington explica que la pareja se conoció en un café parisino después de que Picasso viera a Maar jugando a pasarse un cuchillo entre los dedos encima de la mesa. “Sea o no totalmente cierta la leyenda de su encuentro, personifica su emotiva, creativa y tumultuosa relación de nueve años”, escribe la autora antes de adentrarse a analizar una de las obras más emblemáticas de Picasso, La mujer que llora (1937), inspirada en Maar. Según la historiadora, la obra, más allá de representar el tema del sufrimiento humano (unas semanas antes Picasso había terminado de pintar el Guernica), refleja la influencia que tuvieron en él las ideas políticas de su amante, una mujer comprometida con los movimientos de izquierdas y antibélicos.
Otro caso histórico que analiza Millington es el de Juan de Pareja, el joven ayudante afrolatino de Diego Velázquez. Juan de Pareja es el protagonista de un retrato extraordinario realizado por el pintor español en 1650 para la exposición anual en el Panteón de Roma. De Pareja aparece retratado de cintura para arriba, con un brazo cruzado sobre el pecho, en una pose orgullosa. “De Pareja llevaba casi 15 años trabajando como ayudante esclavizado en el estudio de Velázquez. ¿Cómo se explica que lo usara de musa y le diera esa pose orgullosa?”, se pregunta Millington. La respuesta, según la historiadora, es que quizá Velázquez viera paralelismos entre los dos. “Al igual que su asistente trabajaba para él, Velázquez estaba obligado a trabajar con deferencia para la familia real, para quienes realizaba retratos siempre halagadores”. Unos años más tarde, cuando Velázquez le concedió la libertad, De Pareja se convirtió en retratista por cuenta propia.
Kahlo era su propia musa
Por otro lado, Millington analiza el caso de Frida Kahlo, que se utilizó a ella misma como su propia musa. La artista mexicana es famosa por sus autorretratos, en los que muestra su cuerpo maltratado por una poliomielitis durante la infancia y un brutal accidente de autobús a los 18 años que le rompió la columna vertebral y varios huesos, llevándola finalmente a la amputación de una pierna. “Los autorretratos de Kahlo a menudo dejan al descubierto el trauma que sufrió su cuerpo con una intimidad que es difícil de imaginar si se representa a otra persona”, observa la autora.
Sean sus amantes, ayudantes o ellos mismos, “las musas siempre existirán. Los artistas siempre tendrán la necesidad de crear retratos de, o inspirados por, aquellas personas que tienen más cerca y con las que están conectadas”, comenta Millington, que también ha abordado la función de las musas en la actualidad.
La fotografía
Uno de los casos más curiosos del libro es el Takahiro Moro Morooka, el novio japonés de la joven fotógrafa china Pixy Liao, que lo ha retratado en estados abiertamente sumisos. En una de sus fotografías, Morooka, desnudo, yace en posición supina sobre una mesa con una pieza de fruta cubriendo sus genitales; Liao, sentada cerca, fuma un cigarrillo y mira fijamente a la cámara. “Utilizando a Moro como su musa”, escribe Millington, “Liao demuestra y celebra una versión alternativa de las formas en que puede funcionar una relación entre un hombre y una mujer”. “Hoy hay muchas mujeres artistas, incluidas cantantes célebres como Grace Jones y Beyoncé, que están reclamando conscientemente el papel de la musa activa, empoderada e influyente. Son mujeres que eligen entrar en una relación artista-musa en sus propios términos”, añade.
Estas musas modernas son tan artísticas como los artistas que las retratan. “No es lo mismo fotografíar a una musa que a una modelo”, explica Millington, que para escribir el libro entrevistó al reconocido fotógrafo de moda británico Tim Walker. Según Walker, la musa desempeña un papel más activo e involucrado en la realización de una fotografía, definiendo el aspecto y la historia de la misma, inspirando las decisiones que el fotógrafo toma de alguna manera. “Walker habla de dirigir a un modelo, mientras que la musa se encuentra a mitad de camino en la creación de una fotografía”, concluye.