Es una maldición como otra cualquiera. Este país vive en campaña electoral permanente y el personal comienza a asumirlo como algo normal. No lo es. Se esfuman en el aire muchas energías que deberían dedicarse a gobernar con sensatez en lugar de polemizar.

Hace un par de días, en los accesos al transporte publico, algunos ciudadanos nos topamos con unos abuelos entusiastas que distribuían periódicos con imágenes a todo color. Era propaganda de Barcelona en Comú con foto retocada de Ada Colau en la ciudad de las mil maravillas. Un panegírico de la gestión municipal sin mención alguna a los socios de gobierno. Propaganda pura un año antes de las elecciones. Así las cosas, a nadie le debe extrañar que, tanto Jaume Collboni, como los grupos de la oposición, recomienden a la alcaldesa mayor celo en sus funciones y menos chalaneo.

Pero la campaña está en marcha, los partidos seleccionan candidatos y preparan sus listas. Poco a poco se van conociendo los aspirantes a las alcaldías y sería absurdo obviar la importancia que pueden tener, en esta ocasión, los números dos. Tanto para Esquerra, como para los socialistas o los comunes, la figura del segundo de la papeleta electoral adquiere una especial relevancia. Más aun cuando todas las encuestas y sondeos auguran un resultado electoral ajustado y con visos de empate técnico. Es en situaciones de este tipo cuando los ansiosos y sedientos de noticias comienzan a especular con la política de pactos o las deserciones.

Imagínense, por ejemplo, que el resultado que obtenga la actual alcaldesa se situa en el espacio Raymond Poulidor --el gran ciclista galo que paso a la posteridad como el eterno segundo, ya que terminó el Tour de Francia en tres ocasiones en segundo lugar-- y Ada Colau decide atender la llamada de Yolanda Díaz para probar suerte en el Congreso de los Diputados. En esa tesitura a nadie se le escapa la importancia del segundo puesto en las listas de Barcelona en Comú.

Más aún. ¿Quién nos garantiza que la apuesta de ERC para exprimir, sentimentalmente, el apellido Maragall no es más que un recurso para obtener un puñado de votos? ¿Y si el cabeza de lista abandona dejando el timón de la chalupa republicana a un número dos seleccionado/a a tal efecto? Recuerden que Ernest Maragall, alias el Tete, en las primarias sin contrincante de ERC ha recibido un toque de atención del 10%. Recuerden también que anda algo resabiado y ya no esta para muchos trotes.

Los números dos van a ser importantes en esta ocasión. Quizás lo sean como consecuencia de una diabólica política de pactos, quizás por retirada de candidatos, quizás por huidas hacia adelante en clave española, quizás...

Jaume Collboni ha exigido a Colau que ejerza como alcaldesa, y no como candidata, hasta el último momento. El cabeza de lista socialista detecta síntomas de nerviosismo y desasosiego en las huestes colauitas. Los hay y lo reconocen en privado.

No son pocos los asesores y cargos de designación directa cuyo futuro político laboral depende de la suerte electoral de la alcaldesa. Si Barcelona en Comú no gobierna, personajes como Janet Sanz, Laura Pérez o Eloi Badia lo tienen complicado para poder optar a una puerta giratoria. Eso sí, siempre les quedara la opción de retorcer de nuevo el código ético de la formación y saltarse de nuevo la limitación de mandatos.

Más fácil, pero menos apetitoso, lo tienen Ciudadanos, Populares, Valents, Centrem o Vox, si consiguen designar, al menos, un numero uno con garantías de obtener escaño miel sobre hojuelas. En Junts no saben, no contestan. Dicen que un Ferran Mascarell, agazapado, aguarda turno. Sigo pensando en los números dos.