Se cumple un año de Govern de Pere Aragonès y sinceramente ignoro cuál es el balance de gestión. Solo queda en la memoria el tira y afloja continuo entre los socios de coalición. Como estamos de aniversario, es probable que estos días nos lo expliquen. Prevalecen las cortinas de humo que hacen olvidar que valemos bastante menos de lo que debemos. Viendo una reciente foto del consejero Roger Torrent lo primero que se observa son unos llamativos zapatos. Aunque para gustos se hicieron los colores, la sensación que queda es que gobiernan con los pies. También puede ser que la ola de calor, con las temperaturas más altas de la época en cien años, las neuronas se estén viendo afectadas, crezca la apatía y cierto mal humor.
Venimos de dos largos años de desgracia general y queda otro que se nos puede hacer interminable para las elecciones municipales: septiembre se vislumbra como el momento del pistoletazo de salida de una campaña electoral que no será fácil. Después de que Elsa Artadi se hartara de hacer un esfuerzo ímprobo para no se sabe qué, parece hasta entrañable el esfuerzo de algunos por recuperar aquel viejo espacio que representó CDC. A estas alturas, ni sabemos cuántas candidaturas habrá ni quién las encabezará: salvo el propósito de Ada Colau de repetir. La situación parece extraída del teatro del absurdo, como aquellos Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello tratando de existir y dar forma a su drama sobre el escenario. Será un año bronco y tensionado que invita a pensar en unos comicios protagonizados por secundarios o caras antiguas que se presentan como nuevas.
Aspirantes parece que no faltan, otra cosa es que sean los adecuados para el sentir interno de cada formación. Quizá sea Junts quien lo tiene más complicado con esa bicefalia entre Jordi Turull y Laura Borràs que se avecina para su enésimo congreso refundacional. Como Barcelona es una caja de rumores, van apareciendo nombres, desde Jaume Giró hasta Sandro Rosell y hasta hay quien habla de alguna gestión de Junts con Artur Mas. Tiempo tiene para pensarlo, aunque resulte dudoso que el frustrado grumete a Ítaca quiera embarcarse cual argonauta en busca del vellocino de oro de la vara de alcalde, mientras se lame las heridas de ese proceso independentista en que nos metió. Dados los calores y la locura que nos invade, puede caer en la tentación de tratar de hacer volar todo por los aires, aunque solo sea para resolver sus problemas económicos derivados del procés. No queda más remedio que esperar. Están haciendo de nuestras vidas un abierto compás de espera. Hasta la ANC se tensiona entre quienes desean constituir nuevo partido y los que prefieren seguir como movimiento de presión.
Los únicos que están desatados, como si no hubiera mañana, son los comunes. Aunque la alcaldesa dijo que se pensaría la recomendación de los 211 que la pidieron seguir, se apresuró la semana pasada a ofrecerse como candidata. Lo hizo de forma alegórica, caminando con un fondo verde ecológico y adornado de lavanda, lógicamente de color morado podemita. Tiene Ada Colau una enorme capacidad para capitalizar cualquier cosa, aunque sean beneficios ajenos, como si se lo pide el último agujero negro descubierto por el Hubble, en lugar del puñado de inscritos, que así les dicen a lo que otros llaman afiliados o militantes y lejos de cualquier tradición marxista.
Se aprecia cierta prisa en el colauismo, por más que la oposición a su proyecto pueda encontrar cada vez más resistencias. Ninguna ciudad avanza desde la imposición que genera la confrontación permanente. Cierto es que su puesta en escena del otro día de verde/lila era cuando menos vistosa. Lo dijo Pablo Iglesias hace unos años: hay que entender los platós televisivos como nuevos parlamentos. Y la primera edil barcelonesa se lo ha tomado en serio y va saltando, como rana cualquiera, de plató en plató, de estudio en estudio, de radio en radio. La ideología importa poco. Lo importante es encontrar el titular cotidiano y generar el spot publicitario correspondiente, aunque ello suponga convertir a la ciudadanía en un sujeto pasivo que poco importa al poder. Podemos y sus socios pudieron despertar expectativas e ilusiones en sectores de la población que luego acaban en frustración. Presentándose como antisistema, en realidad están instalados y mutados en una nueva élite del poder entendido como un ejercicio de antagonismo con cuantos no son ellos porque se afirman mediante la negación del otro, con el Ibex y las empresas como gran monstruo de las cavernas.
Los liderazgos carismáticos acaban matando el pluralismo. Plantear un proyecto de ciudad a medio o largo plazo es una tarea ciclópea para alguien como Ernest Maragall, el candidato in pectore de ERC, que llegará a los comicios con ochenta años. Nada que objetar a la edad, pero la simple pregunta de cómo se imagina Barcelona dentro de ocho años le puede dejar desnudo en un debate ante los espectadores. Tampoco es fácil que la alcaldesa, aunque sea el más oscuro objeto del deseo de los otros contendientes, particularmente republicanos y socialistas, responda a la pregunta de qué hará si queda tercera en la contienda: seguir o no seguir en el Ayuntamiento, that is the question a responder. ¿Y Jaume Collboni? Pues animado desde ámbitos como el decimonónico y burgués Círculo Ecuestre, aunque las elecciones se ganen en los barrios, en las calles... pero eso es muy duro.