Jordi Turull se ha puesto de acuerdo con Laura Borràs para dirigir Junts per Catalunya. O mejor dicho, Turull ha hincado la rodilla en el suelo ante Borràs. El partido, no partido, ha buscado una salida por la supervivencia. La pregunta es hasta cuándo la unidad que se nos ha vendido se mantendrá porque los talantes de uno y otro están a años luz.
La primera en la frente. Laura Borràs fue a presentar el acuerdo a Catalunya Ràdio. Jordi Turull a TV3. Hicieron gala de la representación al 50% en la ejecutiva, aunque Turull tiene pocas razones para sacar pecho. De un lado, Borràs como presidenta tendrá más poder en detrimento del Turull secretario general, y la secretaria de organización estará en manos del concejal de Junts en Badalona, David Torrents, un hombre de Borràs. Una anécdota. Cuando los Mossos desalojaron una nave ocupada en la calle Progrés, Torrents criticó con dureza el papel de la policía catalana y exigió explicaciones al conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, propuesto por ERC. Y un detalle, las encuestas de Badalona no dan por seguro que Torrents, único concejal de Junts, revalide su acta de regidor, una mala carta de presentación para un partido en la cuarta ciudad de Cataluña.
Turull y Borràs sacaron la bandera de la militancia para afirmar que se someterá a votación el acuerdo de gobierno con ERC, marcando la pauta de la nueva dirección que sólo con este gesto demuestra que eso de recuperar la centralidad se queda a años luz. Lo han repetido este jueves desmarcándose del acuerdo para modificar la Ley de Política Lingüística, un acuerdo que firmaron con ERC, PSC y comunes. Quizá lo que desea la nueva dirección, sin Puigdemont, sin Sànchez y sin Artadi, es arrojar en brazos de socialistas y coaluistas a ERC para así atacarla con más ahínco y porque no decirlo con más inquina.
Ambos mantuvieron silencio sobre cuál sería su postura, aunque no es difícil adivinarla. Por si acaso, no se prodigaron y dieron todo el poder a las bases, algo muy recurrente para evitar su responsabilidad. Sin embargo, chirrió el primer engranaje. Borràs añadió una consulta a las bases sobre el pacto existente en la Diputación de Barcelona con el PSC. Turull ni lo mentó. Otro ejemplo de la fragilidad de su unidad porque es un secreto a voces que en muchos municipios el acercamiento entre los cuadros de Junts y el PSC es un hecho. Romper esta posibilidad vuelve a abrir las puertas de una ruptura del actual escenario político. La unidad independentista es ya ciertamente un experimento que ha resultado un fiasco.
El acuerdo lleva vivo una semana y deja varias conclusiones claras. Borràs se ha impuesto porque a Turull le han temblado las piernas. Seguramente los cuadros del partido, la mayoría exconvergentes le apoyan, pero las bases están en manos de Borràs y ella está dispuesta a poner a su partido, o si lo prefieren al no partido, a su entera disposición. ¿Qué hará Junts si Borràs es procesada como todo indica? Apoyarla aunque no cuela que sea una persecución a la lideresa por ser independentista por las cloacas del estado. Es porque la señora Borràs retozaba en otras cloacas. Junts no podrá ni ponerlo en cuestión por más que muchos líderes del partido se hagan fotos con ella y la defiendan en público, aunque en privado, en su fuero interno, desean quitársela de encima.
Turull ha tenido miedo de perder y ha cedido. Han querido vendernos que “tanto monta, monta tanto”, pero está claro que quién marcará la línea política y el estilo será la misma que mintió en el caso Juvillà o en las jubilaciones del Parlament. La misma que lo hizo sin despeinarse y la misma a la que nadie la señaló, dentro del independentismo, por tomarles el pelo. El futuro de la unidad de los posconvergentes es incierto pero no hay un solo indicio de que nadie le diga al rey que va desnudo. En conclusión, monta solo uno, en este caso una, porque es el pacto por la supervivencia.