Es de celebrar que un movimiento del signo que sea deje la lucha armada y se integre institucionalmente pero también demuestra que haber ejercido el terror puede ser una inversión política. Cambian los modos, pero no los objetivos. Siendo aprovechable para una sociedad enferma de terrorismo, es sintomático que el giro implique generalmente alguna cesión por parte del Estado y una permanente ambigüedad por parte de los exterroristas a la hora de pedir perdón a sus víctimas. Es integración a media jornada.

En Irlanda del Norte lo demuestran los resultados del Sinn Féin --que fuera brazo político del IRA más sanguinario-- y también su avance en la República de Irlanda. Está justificado el alivio cuando la política del terror acaba, sin olvidarse que eso ocurrió y que quien cargó con todo el precio del terror y de su cese fue el conjunto de la sociedad. El Sinn Féin lo sabe y esa es la razón de que, aprovechando el fraccionamiento unionista, gane escaños en la Asamblea de Irlanda del Norte --dimanada de los Acuerdos del Viernes Santo, en 1998--. Ha acudido a estas elecciones hablando de la carestía de la vida y de sanidad, no de su objetivo fundacional que es conseguir la integración de los condados del Ulster en la república independiente de Irlanda, una independencia que en 1919 llevó inmediatamente a una guerra civil. Los cementerios de Irlanda dan fe de tanta insania.

En el País Vasco también vemos que el cese del terror y la incorporación institucional de Bildu --siempre más atenta al beneficio propio que a la lealtad constitucional-- amenaza la hegemonía del PNV. A diferencia de Irlanda del Norte, donde preponderaba el unionismo, el PNV es un nacionalismo ultraacomodaticio y, en la larga fase del terror, Arzalluz cuidó bien la ambigüedad frente a los terroristas.

En los acuerdos de Viernes Santo se recurrió a dosis tóxicas de ambigüedad y eso ha sido beneficioso para el Sinn Féin. Bildu y Sinn Féin se nutren de su nueva condición de buenos chicos precisamente porque antes practicaban el tiro en la nunca. La paz tiene un precio, como se verá en Ucrania.

Pujante en Irlanda del Norte y en la República de Eire, el Sinn Féin estará más fuerte que nunca para plantear, cuando le sea oportuno, la unificación de Irlanda. En el Norte, la ambigüedad de los acuerdos de paz se manifiesta en la claúsula que deja la convocatoria de un referéndum de unión con la república en manos del gobierno de Londres si considera que existe una mayoría que desea dejar de ser parte del Reino Unido. El Sinn Féin, como Bildu, no renuncia a esa ruptura y toda su oferta de gestión económica y social no es más que una táctica para acabar llegando al objetivo que ha sido su razón de ser porque consideraba legítimo matar.