Jano, el más romano de todos los dioses, tenía dos caras --en ocasiones hasta cuatro--, que le permitía mirar a oriente y a occidente al mismo tiempo. Sostenía en su mano derecha una llave por haber sido el inventor de las puertas, y en la izquierda tenía un báculo con el que dominaba e indicaba los caminos y rutas a seguir. Era el portero del cielo, abría sus puertas por la mañana y las cerraba por la tarde. Con él comenzaba el año, el 1 de januarius.

El doble rostro jánico no es sinónimo necesariamente de hipocresía o de cinismo. Su mayor singularidad reside en poder mirar al pasado y al futuro a un tiempo. Así lo representó Poussin en La danza de la vida humana (c. 1640). Quizás sea esta capacidad de historiador y político la imagen más positiva que dejó el paso de Oriol Junqueras por el nuevo programa de los jueves en La Sexta, Encuentros inesperados, que debutó con una suerte de debate entrañable --y en muchas ocasiones sonrojante-- sobre la fe católica.

Una exultante Mamen Mendizábal elogió con cariño y admiración al político separatista, además de hacer un alegato en favor de la llamada mesa de diálogo entre el Gobierno central y el independentismo. Además, la militante presentadora no tuvo empacho en decir, mientras lo señalaba, que “a la vista está que se puede ser de izquierdas [sic], republicano y católico”.

La cara de puertas afuera de Junqueras fue afable, tan parecida a un encantador osito de peluche que, en un momento del encuentro, el tocón Mario Vaquerizo le estampó un intenso beso, mientras le hundía su oronda mejilla con un profundo apretón. El político separatista defendió por el lado católico occidental de su cara “la empatía hacia los demás”, y compartió el brindis del histriónico Vaquerizo por la tolerancia, el respeto y la pluralidad. Y seguro que lo hizo convencido, insisto, por ese lado de su cara.

En la presencia de Junqueras sobresalieron sobre todo sus silencios. ¡Cómo se contuvo para no descubrir el perfil oriental de su mirada y faz! Pese a sus esfuerzos nos dejó valiosas perlas, entendibles desde una versión ultra e impositiva del nacionalismo: “El dogma es la protección del que se siente inseguro de sí mismo”, ¿ante la llegada de los otros?; “si la política se la dejamos a los políticos, la probabilidad de que algo salga mal es mucho más alta”, ¿reflexión posprocesista o llamada a la masa indepe?

Uno de los momentos clave del programa fue cuando Mendizábal patinó con todo su equipo al insertar, móvil en mano y totalmente fuera de contexto, un corte con el famoso agradecimiento rociero de Fátima Báñez por haber conseguido salir de la crisis. La ignorancia y el sectarismo de la presentadora fueron duramente reprendidos por un Vaquerizo que demostró poseer un espíritu crítico y una inteligencia muy por encima del resto de comensales, incluidos el metafísico Alberto San Juan y la conversa Ana Iris Simón que callaron. Ante la tensión creada, Junqueras rompió su contenido silencio para sentenciar que hay que ir con cuidado de unir política y religión “porque es una mezcla que puede ser muy explosiva”. ¿Quién mejor que un nacionalcatólico catalanista para confirmar que la fusión de dogma con política es destrucción asegurada?

Días después y ya de regreso a casa, Junqueras expuso ante los suyos el lado oriental de su cara, y encabezó la reivindicación parroquial de ERC en día de guardar. Su proclamación católica del deseo de alcanzar la independencia de Cataluña fue también una reapertura de la puerta celestial y un anuncio sobre el final de la tregua. Presentó su faz más ultra, o se “dialoga” --es decir, se hace lo que ellos exigen-- o amenazan con “desbordar democráticamente”, eso sí con sus reglas electorales para vencer como sea. Ya lo dijo Junqueras en el jabonoso encuentro televisivo: no le gustan los tibios. Su objetivo es conseguir por fin el apoyo de los indecisos, porque si no hará como Jesús: “Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apoc. 3: 15).

Para Junqueras vuelve de nuevo el tiempo de los fervientes, permanecer en el medio es un lugar peligrosísimo, aviso para navegantes comunes y socialistas. El líder ultra habla con la seguridad del iluminado que, como el dios romano de las dos caras, indica con su báculo el camino a seguir a sus creyentes. Fieles que, como sucedía con Jano, dios de todo principio y creador de vida, lo adoran también como padre de la raza. Supremacista sí, pero de izquierdas, católico y republicano como repetiría Mamen Mendizábal y el coro podemita, Mónica García incluida.