Una vez más sorprende la dependencia del pasado de cierta izquierda, en la que se sitúan Ione Belarra y otras y otros de Podemos. Al ser el pasado con el que no acaban de romper contradictorio y horrible, se sitúan en el lado equivocado de la historia.
Primero fue un “No a la guerra” que, genérico, no venía a cuento --exhibir pacifismo sin ton ni son desprestigia el pacifismo-- y el “no” como rechazo concreto, no identificaba al responsable de la guerra. Después, cuando la Rusia de Vladímir Putin pasó de las amenazas a la agresión, se equivocaron de enemigo.
En diciembre de 1991 la Federación de Rusia sucedió a la URSS en todos los órdenes. Heredó de ella su decadencia y la mayor parte de sus defectos. En las imágenes cuesta deslindar Rusia de la URSS. El territorio de la inmensa Rusia está plagado de símbolos soviéticos: estatuas, monumentos y escudos en las fachadas de los edificios. La estrella roja, emblema del ejército rojo, luce en uniformes, camiones, tanques, aviones y misiles del ejército ruso que hoy masacra a los ucranios.
La URSS representó una esperanza para la izquierda del mundo entero. Al cabo de un tiempo se sintió mayoritariamente defraudada, como dejaron constancia literaria, entre otros, André Gide, George Orwell o Arthur Koestler, pero quedó en la memoria de parte de cierta izquierda una nostalgia de lo que pudo ser y no fue.
Seguir consciente o inconscientemente mirando a Rusia como sucesora de aquella URSS que fue esperanzadora es algo que hasta cierto punto y hasta cierto momento se comprendía, punto y momento que ya han pasado. Putin ha puesto todo su empeño en romper con la idealización de la URSS, a la que, no obstante, imita en su vertiente imperialista.
Las explicaciones de rectificación de la portavoz de Podemos muestran el contenido ideológico del error aún más nítidamente que el propio error.
Critican el envío de armas a Ucrania, pero respetan el derecho a la legítima defensa. El “partido de la guerra” no sería el PSOE, sino los partidos de la derecha. Están de acuerdo con la vía diplomática, pero les parece que no se apuesta como se debiera por ella. Hacen falta mediadores, pero la UE no está prestando apoyo a la mediación.
Esa izquierda debería vigilar las contradicciones dialécticas, ella y sus contradicciones desacreditan a la izquierda.
Ucrania se defiende como puede frente a la aplastante superioridad militar de Rusia. Se defendería mejor y a menor coste humano si dispusiera de más medios. No ofrecerle medios equivale a invitarles al sacrificio inútil o a la rendición inmediata, que es lo que preferirían algunos, así acabaríamos con la pesadilla de Ucrania, con las obligaciones para con los ucranios, con Putin victorioso y nosotros de vuelta a la pequeña normalidad.
Hacía tiempo que en España los partidos políticos no tenían un motivo para la coincidencia, y la unanimidad de casi todos ha distendido el enfrentamiento bloquista. No ha habido grandes diferencias entre la izquierda y la derecha, sobre todo entre las mayoritarias, todos han exigido el cese de la agresión y ofrecido apoyo al agredido, salvo alguna excepción. Hablar de “partido de la guerra” refiriéndose al PSOE o a los partidos de la derecha es un pequeño sectarismo y encima inoportuno.
No debe haber habido conflicto que haya sido más negociado para evitarlo ni más mediado para resolverlo. Con Serguéi Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, han hablado probablemente todos los ministros del mismo ramo de la UE y muchos ministros de otros Estados.
Con Putin han hablado Emmanuel Macron y Olaf Scholz en persona y por teléfono durante horas. Hasta el día antes de la invasión les aseguró que no invadiría Ucrania. Han ofrecido su mediación, que haya constancia pública, el Vaticano, Turquía, Israel, China y, por supuesto la UE, a la que Putin detesta especialmente. La teme más que a la OTAN. El éxito económico y las libertades públicas de la UE son el peor espejo en el que puede mirarse Rusia.
No cuesta de entender lo que pretende Putin: ocupar Ucrania, a sangre y fuego, si hace falta, instalar un régimen títere y obtener bilateralmente el reconocimiento de la anexión de Crimea y Sebastopol, la cesión del Donbass y el sometimiento satélite de Ucrania en la perspectiva de su futura fusión en Rusia. Una síntesis de Austria y los Sudetes (1938), Bohemia y Moravia (1939), Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968), es decir, Hitler más Bulganin y Brézhnev.
No dudo que ese ala de Podemos no quiere romper la coalición del Gobierno de España, si la rompieran, en las elecciones generales caerían a cotas testimoniales. Contener el populismo, mostrar madurez y concentrarse en la agenda social es la mejor receta para no dañar la coalición.