Ya son 20 las embajadas que tiene Cataluña por medio mundo. El Departamento de Acción Exterior de la Generalitat acaba de añadir a su lista las últimas seis delegaciones: Japón, Corea del Sur, Senegal, Sudáfrica, Brasil y Andorra, además de tres nuevas oficinas en Quebec (Canadá), Ljubljana (Eslovenia) y Dublín (Irlanda). Frente a la mayor amenaza a la que se enfrenta el orden internacional, las embajadas catalanas, “sin las tutelas de España”, quieren rascarle la panza al león euroasiático; meterán cizaña en la UE y sacarán la patita en Asia. El afán de aislacionismo fraccional es el emblema de los débiles que acaban siendo utilizados por las fuerzas del mal, porque los débiles aceptan el aguijón del elogio antes que la verdad.
Putin y terror bélico conforman un macabro pleonasmo. No es posible apaciguar al dictador ruso: Chechenia, Georgia, Crimea y ahora toda Ucrania. La ONU quiere que la comunidad internacional lo investigue personalmente por este crimen. Rusia no pertenece al protocolo de la Haya, pero Naciones Unidas estudia crear un nuevo tribunal internacional para juzgar a Putin. El autócrata ruso recuerda al expresidente de Serbia, Slobodan Milosevic, que tras la guerra de los Balcanes, fue entregado por su país a la justicia y condenado por la “limpieza étnica” en Bosnia.
En la ONU, la OTAN y la UE, ahí está la diplomacia de verdad en la que se mueve España junto a los 27. De momento, los esfuerzos de Macron ante Putin han resultado tan infructuosos como lo fueron los de Chamberlain, el ex primer ministro británico, ante Hitler, en 1938. Chamberlain acudió a los llamados Acuerdos de Múnich donde negoció la entrega a las tropas Berlín de una parte de la antigua Checoslovaquia (la crisis de los Sudestes), a cambio de la paz. Regresó convencido de que había evitado una gran conflagración, pero la II Guerra Mundial empezó pocos meses más tarde.
Ahora, Ucrania no rendirá Odesa ni entregará el Mar Negro; la batalla contra Putin será larga, especialmente después del abandono de Moscú por parte de las grandes cadenas internacionales de prensa y del apagón digital decretado por el Kremlin; para ser eficaz, el bloqueo económico de los aliados debe liquidar la gangrena de Londongrado, la parte de la City de Londres que señorean los oligarcas rusos amigos de Putin, brazos económicos de la guerra. Hoy recordamos con tristeza la gran labor de la periodista Anna Politkovskaya, la voz crítica de la prensa rusa en Chechenia, asesinada en 2006, en la puerta de su casa de Moscú. Politkovskaya, encuadrada entonces en el periódico Novava Gazeta, inspiró a Masha Gessen el libro El futuro es historia, una premonición analítica de la actual matanza en Ucrania.
El envío de armas a los combatientes ucranios resulta severamente combatido por la ministra Belarra que acusa al PSOE de ser un “partido de la guerra”. Cuando interviene Yolanda Díaz, Belarra rectifica, pero la gran deslealtad de Podemos se queda al descubierto, una vez más. ¿Hasta cuándo? Pablo Iglesias, el oráculo fallido, solo es un decorado.
La pesadilla implacable y grotesca de las tropas rusas le sirve a Oriol Junqueras de pretexto para decir que Cataluña, perseguida por el Estado español opresor, es como Ucrania, invadida por Rusia. Así es el president en la sombra, mondo, lirondo y orondo. Por su parte, la Consejería de Educación realiza un sondeo sobre el idioma que usan las familias en el hogar, el trabajo y las relaciones sociales. Todo para señalar al bilingüismo, el último pogromo cultural de Europa.
La Generalitat potencia dos frentes: Diplomacia exterior y nativismo interior; una pinza entre la realpolitik y el darwinismo social.