En Madrid hace unos días se ha celebrado Fitur, una de las ferias más relevantes para los operadores turísticos del mundo. Esta feria comparte esta responsabilidad con Berlín, Moscú, Dubái y Londres. Estos eventos generan en paralelo jornadas y seminarios de reflexión.

Este año el eje central ha sido la recuperación de la actividad y del sector. Voluntad que depende desde hace un par de años de un virus. Al debate se han sumado otros elementos que creo interesantes de reseñar. Quizá el vector más significativo ha sido la posible articulación de un Perte (acrónimo que explicita los proyectos estratégicos para la recuperación y transformación de la economía española) sobre turismo.

Aprovechar el dinero que viene de los fondos europeos ha sido una petición expresada por diferentes voces del sector privado. El objetivo es poder paliar el impacto negativo que el Covid y sus diferentes variantes como la ómicron han tenido y continúan teniendo sobre las empresas del conjunto del turismo español.

En la agenda de 2022, ¿qué podría significar este Perte? Este hipotético Perte debería ayudar a suplir carencias y déficits del sector. ¿Cuáles son? Dos son las palabras mantra que se repiten hasta la saciedad: innovación y sostenibilidad.

La primera página de las reivindicaciones de las empresas de turismo tiene un componente financiero, la reducción de la presión fiscal, las posibles moratorias y períodos de carencias en la devolución de créditos, una agenda de peticiones obvia y normal.

No olvidemos que la mayoría de los operadores estarían bajo el epígrafe de pymes y/o autónomos y que por las características estructurales de los mismos difícilmente tendrán acceso al proyecto. Más allá del inmenso esfuerzo presupuestario destinado a paliar los efectos negativos de la pandemia vía Pertes, las necesidades fiscales y financieras no tienen en los Pertes el encaje natural, ya que deben ser para transformaciones y ganar competitividad.

Continuando con este ejercicio de preguntarnos las motivaciones, si se me permite, esbozaría algunas ideas, más allá de que muchas de las iniciativas posibles creo que están desarrolladas en muchos epígrafes que están convocando diferentes ministerios. Tal vez el concepto Perte debería ser el paraguas de esta panoplia de propuestas, alguna tal vez solapada.

La primera, reforzar la sostenibilidad de los alojamientos, de todo tipo, casas rurales, campings, hoteles, albergues; es decir estamos hablando de eficiencia energética, la reutilización de materiales, y de el reciclaje de las aguas. Como índice de propuestas.

La segunda: la expansión de la digitalización y todos sus derivados (ciberseguridad, big data, etc.), y conectividad en todos los recintos y sus inmediaciones.

Tercero: políticas de personal, que reduzcan las dimensiones de precariedad laboral y las desviaciones salariales por género. Permítanme que a continuación realice una cierta reflexión en el ámbito laboral, desde una perspectiva Perte.

Es cierto que el turismo es una actividad económica que ha de diferenciar las realidades de oferta que existen entre sol y playa, urbano, y rural, por simplificar. Las realidades de oferta y demanda en síntesis son lo que son.
En la oferta de sol y playa, hay unas estacionalidades evidentes, que las campañas de Imserso intentan mitigar. Lo cierto es que hay varios meses de no apertura. Quizá se tendría que generar una oferta para los llamados séniors a nivel europeo, como se hizo con los Erasmus para los jóvenes. Wellness y cultura podrían ser los tractores. Mas allá de nuevas iniciativas posibles, la mayoría de la realidad laboral es su estacionalidad.

El ámbito rural está fuertemente condicionado por el factor vacaciones y fines de semana.

El turismo urbano es donde se ha producido la explosión en los últimos 20 años. Muchos factores han  ayudado a este crecimiento, como las facilidades en la movilidad (el avión y el tren has sido catalizadores
imprescindibles). Pero como todo en la vida, hay cosas positivas y áreas de mejora.

La externalización de servicios es un proceso irreversible, pero debería incorporar nuevos elementos de reflexión. ¿Estamos dejando el precio, el destino y el alojamiento en manos de las plataformas digitales? ¿Podemos reincorporar el factor trato humano, como eje diferencial, de calidad, de proximidad, de singularidad?

Para ese trato diferencial hay que implicar a todo el personal del establecimiento, sean internos o externos. Fijos o fijos-discontinuos deberían  sentirse parte del proyecto de la empresa, del destino. Lo podríamos llamar negocio inclusivo.

Hay muchos empresarios comprometidos. El debate puede surgir cuando el propietario solo busca un porcentaje fijo de rentabilidad. Maximizar el valor del accionista. El trato humano tiene que estar en toda la cadena. Valor compartido entre empresas y consumidores. Desarrollo económico inclusivo. ¿Pueden los Pertes ayudar?

La calidad tiene un coste, el bueno, bonito y barato, con toda humildad, no existe.