La reforma laboral es un dolor de cabeza desde el principio. Recuerden la bronca entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz a cuenta de quién llevaba la voz cantante. Al final, se solucionó de forma salomónica. Yolanda Díaz se llevó el gato al agua vejando al propio presidente Sánchez y se puso manos a la obra. Atendiendo a Bruselas, la vicepresidenta sabía que la reforma debería contar con el apoyo de sindicatos y empresarios. Y en eso se empecinó.
Por eso, la reforma laboral, que para unos se ha quedado corta y para otros es apenas un retoque cosmético, ha afrontado la entrada en el mercado laboral con el objetivo de reducir la contratación eventual disparada desde 2012, sobre todo entre los jóvenes que veían cercenado el pie que querían poner en la vida; y ha actuado sobre la estancia en el mercado laboral, las condiciones de trabajo, retomando la negociación colectiva como eje de estas relaciones que habían dejado las condiciones de trabajo en una cuestión individual lo que repercutía en negativo para el más débil: el trabajador. Por tanto, la reforma ha vuelto a dar el músculo perdido a los sindicatos. Lo que no se ha tocado, ni una coma, es la salida del mercado de trabajo. Es decir, la indemnización por despido, los salarios de tramitación o la certificación de los expedientes de regulación de empleo que desde 2012 corresponde al Ministerio de Trabajo y no a las autonomías.
Con este escenario, los partidos toman posición porque el Gobierno ha negociado con los agentes sociales porque esperaba que el acuerdo allanara la posición de la izquierda….. y de la derecha. No lo ha hecho con los partidos y de aquellos vientos estas tempestades. Los partidos vascos porque la negativa de ELA y LAB, que no ven con buenos ojos el poder adquirido por los “sindicatos españoles”, UGT y CCOO, pone en jaque a PNV y Bildu. ELA en toda su historia ha estado más en las antípodas del PNV. Su otra relación almibarada se ha roto desde ya hace unos años y la actitud de Bildu participando en los presupuestos tanto en Madrid como en Vitoria ha roto también su cordón umbilical con LAB. Este es el principal motivo por el que ambos partidos esgrimen la primacía de los convenios autonómicos sobre los estatales. Es la gran reivindicación de LAB y ELA porque sin esa primacía no consiguen doblegar a UGT y CCOO en Euskadi.
ERC ha levantado la misma bandera de convenios autonómicos pero con la boca pequeña porque los sindicatos catalanes y la patronal no están por la labor. Y no lo están porque la negociación colectiva tiene una estructura provincial y estatal marcada por el Estatuto de los Trabajadores y la reforma de 2012. Los convenios provinciales, e incluso autonómicos, desde el 94 pueden modificar las normas estatales y esto no ha generado la proliferación de autonómicos porque no le interesa ni a la patronal ni a los sindicatos. Quizá, Yolanda Díaz, puede ofrecer un cambio en el Estatuto de los Trabajadores pero será un cambio “inocuo” y con escasa incidencia a juicio de Unai Sordo, secretario general de CCOO. A los republicanos lo que realmente les interesa es el cambio de tipificación de los ERE para que sean vistados por las administraciones autonómicas siempre que la empresa afectada en este en este ámbito.
Así las cosas, la mayoría habitual está en el alero y el Gobierno aprestándose a salvar el decreto por la derecha. Con el PP no hay nada que hacer porque Casado está en el monte, pero Ciudadanos puede jugar siempre que se dejen fuera del acuerdo a los independentistas. Incluso Navarra Suma o Coalición Canaria podrían sumarse para que el decreto tenga más síes que noes. El Gobierno sin cintura va como pollo sin cabeza intentando acuerdos. Por un lado, Félix Bolaños se pone a trabajar a la derecha y por otro Adriana Lastra a la izquierda, como si eso fuera una garantía de éxito. Este movimiento tiene una repercusión inmediata. ERC, Bildu y PNV desconfían de la reforma porque Ciudadanos está dispuesta a apoyarla, y no lo olvidemos es su banderín de enganche para deteriorar a Yolanda Díaz y su nuevo proyecto, “proyecto personal” enfatizó Gabriel Rufián.
El ejecutivo solo tiene en cartera 154 votos porque el escaño de Alberto Rodríguez, el diputado canario de Podemos, sigue sin ocuparse. Ciudadanos tiene 9. Sumemos los dos de Navarra Suma y la diputada de Coalición Ana Oramas al que habría que sumar el apoyo de Pedro Quevedo de Nueva Canarias, más el Partido Regionalista de Cantabria y Teruel Existe. Total 169 votos afirmativos donde podrían ser el oscuro objeto de deseo los cuatro diputados del PdeCAT. Aún así, el apoyo de 173 se queda corto.
En contra, PP y Vox: 141 votos. El voto negativo de los socios de izquierdas desde Bildu a Más País, pasando por ERC, Junts per Catalunya, CUP y BNG, y el diputado de Ciudadanos que está en el Grupo mixto, que suman 29 escaños, pone las sumas al límite. Total: 170, por lo que el PNV resultará ser clave. Los nacionalistas vascos lo saben y están haciendo sudar tinta al Gobierno que está atrapado por su propia estrategia. Dicen que es errática, y sin duda lo es, pero este escenario le viene como anillo al dedo a Sánchez que deja en evidencia a Díaz y, lo más importante, a su proyecto de futuro. Este es el gran tema de los próximos días si la guerra de Ucrania no lo enturbia todavía más y no asistamos a una ruptura en el ejecutivo. La reforma laboral se vota, pero lo de menos es su contenido. El voto de cada uno depende de su propia estrategia, no de la reforma en sí misma.