Si repasamos los balances del año que termina que hicieron el miércoles Pedro Sánchez y Pablo Casado se diría que viven en países distintos. Frente al excesivo triunfalismo del presidente del Gobierno, el presidente del PP opuso un catastrofismo sin límites; frente a las cifras optimistas que presentó Sánchez, Casado solo utilizó las peores que encontró, aunque algunas de ellas no se puedan adjudicar totalmente a la gestión del Gobierno de coalición, sino que permanecen en el tiempo.
Casado está desatado y dispara contra todo lo que se mueve, con una deriva que cada vez le acerca más a Vox, olvidada ya la dura crítica que lanzó contra Santiago Abascal en la moción de censura fallida que presentó el partido de extrema derecha en octubre de 2020, cuando le espetó: “No queremos ser como usted, no somos como usted”. Desde entonces, el PP ha endurecido su discurso con la pretensión de recuperar votos por la derecha, pero lo cierto es que Vox sigue creciendo en las encuestas por aquello de que siempre es mejor el original que la copia y es muy dudoso que para derrotar a Vox haya que ser como Vox. Casado dijo en su comparecencia que su proyecto no consiste en gobernar con Vox, pero ya veremos cómo cambia el discurso en el caso de que necesite los votos de la extrema derecha.
El líder de la oposición acusó en su balance al Gobierno de ser el responsable de las 120.000 muertes que, según sus cálculos no oficiales, ha provocado la pandemia. Y, con un toque de actualidad, le responsabilizó también de que las familias españolas no puedan pasar la Navidad juntas. Una acusación que se podría hacer también a los Gobiernos de Francia, Alemania y el Reino Unido si las oposiciones de esos países fueran como la del PP, para el que es el Gobierno quien impide pasar la Navidad en familia y no la pandemia.
Casado se parece cada vez más a Vox también en el lenguaje, cuando califica la gestión del Gobierno de “nefasta”; cuando acusa a Sánchez de actuar con “arrogancia, incompetencia y mentiras” y hasta con “recochineo”; cuando dice que no tiene que “avalar ni blanquear los errores y caprichos” del presidente del Gobierno; cuando exclama “que nos dejen en paz” al rechazar las presiones para aceptar la reforma laboral, o cuando considera que la descentralización de la gestión de la pandemia en las comunidades autónomas se ha convertido en un “tetris autonómico”. Por cierto, muchos de los que criticaban el mando único en el inicio de la pandemia son los mismos que después han fustigado el caos de la cogobernanza demostrando que ni entienden el Estado autonómico ni comparten el ensayo de gestión federal que se ha hecho en la segunda parte de la lucha contra el coronavirus.
Sobre la reforma laboral, Casado destacó que no critica a la patronal por firmarla, sino al Gobierno, pero tiene muy difícil explicar por qué su política ni siquiera coincide con la posición de la CEOE, donde trabaja ahora la inspiradora de la reforma del PP del 2012, la exministra Fátima Báñez, que ha avalado la reforma actual. La reforma laboral con acuerdo entre el Gobierno y los agentes sociales es uno de los éxitos de Sánchez durante este año porque hacía una década que no se lograba un pacto semejante. El acuerdo, sin embargo, no tiene por ahora los votos suficientes para ser validado en el Congreso de los Diputados porque los socios del Gobierno –ERC, PNV y EH Bildu— no lo suscriben.
En su comparecencia, Sánchez apeló en varias ocasiones al “sentido común” para pedir a sus socios parlamentarios que aprueben la reforma sin cambios significativos porque se trata de validar un acuerdo fruto del diálogo social y porque la CEOE ya ha advertido de que se retirará del pacto si se “toca una coma”. Junto a la reforma laboral, Sánchez puede apuntarse también la aprobación de los Presupuestos del Estado “en tiempo y forma” por segundo año consecutivo, lo que no se producía desde la mayoría absoluta de Mariano Rajoy, y la rápida vacunación contra el Covid. En un año, el 90% de la población adulta está inmunizada, aunque el desconcierto y la desesperanza han vuelto con la virulencia de la sexta ola y la variante ómicron, que dispara los contagios, pero causa muchas menos muertes.
En su balance, Sánchez recurrió asimismo al sentido común para justificar el retraso de “unas semanas” de la nueva reunión de la mesa de diálogo sobre Cataluña. Ante la petición de ERC de que la mesa se reúna en enero, el presidente del Gobierno alegó que ahora la prioridad es la pandemia y la recuperación económica, aunque no parecen cuestiones incompatibles. Pero la situación en Cataluña ha dejado de ser una urgencia para el Gobierno debido a la mejora que se ha producido en los últimos cuatro años, como Sánchez se encargó de resaltar. Aunque no lo dijo, la ruptura de los bloques en la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat y en la renovación de los organismos institucionales es uno de los signos de esa mejora.