Estamos en una época de revolución tecnológica con una producción masiva de conocimiento a la que hemos añadido la digitalización de prácticamente todo. Para suplir la presencia física no podemos viajar en el tiempo ni en el espacio, pero sí lo puede hacer nuestra imagen en 2D o en 3D en forma de avatar con gafas de realidad aumentada.
Estas Navidades nos podemos reunir virtualmente montando una mesa preciosa en un holocomedor decorado o ligar en escape rooms en cualquiera de los espacios virtuales o nuevos metaversos con un avatar que será una versión mejorada de nosotros.
El hecho es que todo esto también lo podemos pagar con criptomonedas u otros criptoactivos. La tecnología de cadena de bloques (blockchain), que se utilizó por primera vez para diseñar el bitcoin, permite dotar de valor transaccional global a cualquier activo de cualquier tipo físico o no fungible representando cualquier obra digital creativa (Non-fungible-tokens, NFT). A estos activos o partes de productos intercambiables los llamamos tokens y ahora hablamos de la tokenización de la economía.
Es decir, la tecnología nos permite transformar la moneda corriente en criptoactivos y estos los podemos intercambiar por bienes materiales o inmateriales sin necesidad de ningún banco o regulador o gobierno. A partir de aquí, la discusión con defensores y detractores y las nuevas regulaciones, que dan para varios artículos.
Uno de los países pioneros en tokenizar todos sus activos son los Emiratos Árabes Unidos, que ha visto una oportunidad para convertir Dubái en capital financiera y de industrias creativas y digitales. Por eso, ha creado una gran plataforma para tokenizar sus activos sobre la cadena de bloques, como una especie de registro de todo tipo de bienes, empezando por el oro, los diamantes y piedras preciosas, arte, activos financieros (acciones, bonos, etcétera) hasta los inmobiliarios, de manera que democratiza sus bienes para que los puedan adquirir pequeños inversores de cualquier lugar del mundo que quieran invertir en partes de un gran activo.
Dicen que el dinero no da la felicidad. En forma de criptomonedas tampoco, aunque seamos criptomillonarios. Hoy o eres digital o no existes, pero lo cierto es que los humanos seguiremos siendo de carne y hueso por mucho avatar que compremos o sensor que nos pongamos. En este sentido, el profesor Waldinger de Harvard acaba de publicar un estudio en el que ha seguido durante 70 años a 700 personas concluyendo que las relaciones interpersonales (familia, amigos) son vitales para la felicidad personal.
En la sociedad desarrollada, ser feliz es sentirse querido y querer; es decir, que somos seres emocionales. Este mes también se ha celebrado el II Foro de tecnología emocional que mide nuestras emociones a través de la computación afectiva y conectando la tecnología, la psicología, estudios conductuales y ciencia cognitiva con el objetivo de mejorar el bienestar de las personas aunque los algoritmos también se programan para aprovechar nuestras reacciones y emociones para hacer negocio y condicionarlas.
Ahora podemos medir nuestras emociones por la expresión de la cara a través del móvil o escáneres, podemos provocarlas como ha hecho el márketing sensorial con algoritmos e incluso crear un token de felicidad. Aun así, de momento, para Navidad el mejor token de felicidad es abrazar a los que amamos aunque sea digitalmente.
En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, troyanos y trolls y rodeaos de SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.