Felipe IV quedó pasmado cuando vio el cuerpo de una mujer desnudo. Tan pasmado que exigió ver el de su mujer, la reina Isabel, lo que provocó gran debate teológico en la corte entre los inquisidores y los frailes más aperturistas. Nos lo cuenta así la película El Rey Pasmado, que se fraguó acorde a la novela de Gonzalo Torrente Ballester, Crónica del rey pasmado. Esta semana hemos asistido a un remake de la película en plena Carrera de San Jerónimo, con los leones como testigos.
Gabriel Rufián estaba ufano. ERC había conseguido sus últimos objetivos y daba vía libre a los Presupuestos Generales del Estado. El portavoz republicano salió en rueda de prensa sacando pecho diciendo aquello de que el PSOE hace cosas de izquierdas cuando tiene la presión de las izquierdas. Lo dijo flanqueado por la portavoz de Bildu. Sin embargo, el día 31, este martes, Rufián no daba crédito. La Ley del Audiovisual de la que había hecho bandera para hacer hincar la rodilla al PSOE no era la que él esperaba. La cuota de idiomas oficiales del 6% quedaba menguada porque las plataformas Netflix y HBO no tenían obligación de aplicarlas porque no están regidas por la legislación española. Quedó pasmado Rufián. Primero, porque consideró que había sido engañado. Segundo, porque se comprobó de forma irrefutable que no se había leído la letra pequeña.
Encendido, Rufián salió a la palestra sin rubor y lanzó la amenaza de poner en cuestión los Presupuestos Generales del 2022. Sin embargo, algo pasó en ERC. Solo Oriol Junqueras salió en su defensa. El silencio ensordecedor de la dirección del partido en Cataluña y del Govern, presidente incluido, debía resonar en los oídos del rey pasmado en el Congreso de los Diputados. El miércoles continuó el sainete. Félix Bolaños montó una reunión de urgencia acompañado de la muy ociosa vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, que farda de amistad y gran relación con Rufián. Resultado de la reunión, cero patatero, pero en ERC empezaba a cundir la sensación que algo de razón tenía el Gobierno en la transposición de la ley audiovisual.
Unidas Podemos y su portavoz, Jaume Asens, también salieron en tromba el miércoles para denunciar que el PSOE les había aprobado la ley por la puerta de atrás, que ERC tenía razón en sus quejas, y que tenían soluciones. El problema es que Asens también se quedó pasmado. Si no conocía el texto su grupo parlamentario, sí lo conocían sus ministros, porque la ley había pasado los trámites de consulta gubernamentales y había sido aprobada en la Comisión de Subsecretarios. O sea, que si Unidas Podemos alega desconocimiento que mire a la bancada de sus ministros.
Al final, la sangre no llegó al río. Los reyes pasmados Asens y Rufián podrán seguir negociando la ley, pero harían bien en mirar a sus filas y descubrir que hay alguien que les hace la cama. Los republicanos que no le tienen ninguna estima a su portavoz parlamentario le han segado la hierba en las últimas horas, y en los podemitas, el réquiem por Podemos es todo un espectáculo a la espera que Yolanda Díaz inaugure una nueva obra.
En el PSOE se frotaban las manos. Había salido todo a pedir de boca. Zancadilla a ERC, zancadilla a Podemos, y la ley, con alguna modificación, saldrá impoluta. Sin embargo, eso fue hasta que la patronal de las televisiones, los paganos de la nueva ley, enseñaron el as en la manga del Ejecutivo. El principal beneficiario de la ley será una multinacional francesa que podrá hacer sus producciones sin atenerse a la ley española. O sea, que no pagará cuotas ni inversiones. Los grandes beneficiados no serán Neflix o HBO, como todos pensábamos, será Vivendi. El Gobierno tenía muy bien guardada la carta. No quería que su as fuera descubierto y lo ha sido porque los paganos se han hartado de estar callados y no quieren quedarse pasmados. Vivendi, así se llama la productora que se pondrá las botas con la nueva ley audiovisual. Y lo que son las cosas, Vivendi es socia del Grupo Prisa. Quizá por esto el Gobierno no fue explícito con ERC. No quería explicar a quién beneficiaría la ley, y tampoco el papel de algunos altos representantes de Prisa en el entorno del presidente, causa mayor que se ha canalizado en una ley que beneficia a su grupo de comunicación. No sé cómo se llama esto, pero una persona de alta responsabilidad en un medio de comunicación no puede susurrar en la oreja del presidente, ni ser de su grupo de colegas y de correveidiles, y menos influir en una ley. Estaría bien que nos lo explicarán para no quedar todos pasmados. UTECA ha sido explícita y cuando el río suena, agua lleva.