Salvador Illa se ha ofrecido a Aragonés para sacar adelante “unos presupuestos de país”. El líder del PSC ya había lanzado sus ofertas al presidente de la Generalitat para que no dependiera de los “300 de la CUP”, como bien calificaba a las huestes anticapitalistas nuestro compañero Gerard Mateo. Pero, Aragonés se zaga del abrazo del oso de Illa porque ERC sabe que si acepta el ofrecimiento de los socialistas situará al PSC en el centro de la política catalana y se le pondrán muy cuesta arriba las próximas elecciones municipales del 2023.
Por eso, el presidente catalán opta por los comunes, eso sí, sin descartar a la CUP, porque romper con la CUP es tanto como acabar con el mantra de la mayoría independentista del 52% de las últimas elecciones. La actual mayoría independentista se ha revelado como una entelequia. Ni lo fue, ni lo es, ni lo será. Solo es el último clavo ardiendo al que se agarran todas las formaciones que viven bajo la estelada, pero entre ellas no hay ni unidad y casi nada en común, más allá de intentar aguantar el gobierno, y el poder, como sea.
Aragonés quiere descartar al PSC para evitar que su entrada en el área metropolitana se trunque, y no quiere romper con la CUP para evitar que el electorado independentista se disemine y opte por cualquiera antes que por ERC. Por eso, se fija en los comunes que se venden a precio de saldo. La prueba del algodón es que Colau ha salvado sus presupuestos por el apoyo, nada más y nada menos, que de Barcelona pel Canvi. Casi lo peor que le podría pasar a los comunes, porque ERC, la ERC de Ernest Maragall vengativa y cainita, los ha dejado solos con el carrito del helado. Aragonés ha abierto la puerta a los comunes que han ido enloquecidos al panal de rica miel que les ha ofrecido, aunque en Junts han saltado todas las alarmas, porque si a alguien rechazan los junteros es a los comunes. Sus relaciones son irreconciliables.
La CUP, mientras, se está pensando que hacer. ¿Presentará el lunes la enmienda a la totalidad? A saber. Puede hacer cualquier cosa porque los anticapitalistas son antisistema, y los antisistema disfrutan cuando resquebrajan al sistema. Es penoso ver a Aragonés mendigando ante la CUP y ofreciendo referéndums en el territorio sobre las olimpiadas de 2030 o sobre los proyectos ligados a Port Aventura. Ni en un sitio ni en otro, la CUP tiene presencia. Y es penoso verlo mendigar euro arriba o euro abajo con una formación que ya ha decidido que le va a hacer pasar cada día por las horcas caudinas. Porque para la CUP este gobierno tiene fecha de caducidad. A lo mejor no es el día 22, pero ya tiene fecha y será antes de final de legislatura.
Sin embargo, Aragonés no mueve pieza y no se abre a un gobierno de izquierdas. Dejaría a la CUP en el rincón de pensar y a Junts debatiéndose en la oposición. Y en la oposición hace frío, pero no lo hará porque se limita al cálculo electoral, no aspira a un cálculo de país. Aragonés no tiene agallas para romper esa supuesta mayoría independentista porque no quiere ser el menos independentista de todos los independentistas, acusación que en formato “botifler” aflorará sin duda.
ERC ha hecho una apuesta por lo que ellos llaman el “mientras tanto”, el eufemismo que utilizan para vestir de seda a la política autonómica ya que la independencia está harto alejada de la realidad, pero cuando deben tomar decisiones surge el gen “suicida” de los republicanos. En política hay que ser osado, hay que arriesgar. Si solo se mueven piezas por el miedo el trompazo está garantizado. ERC tiene miedo a la CUP y a Junts por si elevan el tono independentista, y tienen miedo al PSC porque Illa está dispuesto a jugar el balón y controlarlo. Solo no tienen miedo a los comunes que vagan como alma en pena por la política catalana y no parecen peligrosos. De lo que no se da cuenta el presidente catalán es que si te quedas en la trinchera no avanzas y estás a expensas de los ataques de los contrarios, que son constantes y alguna vez te pueden pasar por encima. Es lo que tiene ser el adalid de la política del miedo. Illa utiliza la audacia, eso le debería hacer pensar al presidente de la Generalitat.