Lo confieso, estoy apesadumbrado y algo apático. Dicen los entendidos que en otoño este estado de ánimo está provocado por una alteración de los ritmos vitales, o circadianos, que tienen que ver con la reducción de horas solares y los tiempos de sueño y vigilia. Pero no, mi desánimo no guarda relación alguna con la caída de la hoja o el descenso de la temperatura. Lo mío viene provocado por lo que es capaz de generar este país en el terreno de los despropósitos. A uno le sorprende que Jordi Pujol, el viejo patriarca del nacionalismo conservador, reaparezca en escena para afirmar que, en su día, él también se apuntó al Concierto Económico Vasco. Lo cierto es que en Madrid solo sonó el txistu, y los de PNV cuentan que la gralla del expresident no se oyó. Pero para afirmaciones gratuitas, e irresponsables, las de un diputado de Junts en el Parlament de Cataluña argumentando que “estamos en guerra” (contra España por supuesto). Desesperante la verborrea para autoconsumo que se gastan los independentistas que andan a la greña peleando por el liderazgo del movimiento. Así no vamos a ninguna parte ni restañamos heridas. Por si ello fuera poco, como ciudadano de a pie, he de soportar el mantra que repite: “Los catalanes no tenemos rey”. Aunque la perorata sea inútil, esta se oye cada vez que un Borbón acude a un acto, o inauguración, en territorio catalán. Y todo este folclore viene inspirado por una corte en el exilio en la que el reyezuelo, y los bufones, dan suelta a disparatadas ocurrencias políticas para mantener la moral alta en el seno de un secesionismo desnortado. Mientras tanto, en Barcelona, bajo la crinolina de Laura Borràs, se adultera sin rubor la historia de la Assemblea de Catalunya y, un par de supuestos humoristas manifiestan deseos lúbricos con reinas e infantas... Penoso. Insisto, lo mío no es chagrin d´amour, sino enojo cívico. Enojo y cabreo cuando contemplo como el president de la Generalitat comete la torpeza de hacer la pelota, innecesariamente, a la CUP en el tema presupuestario; o como algunas formaciones políticas están dispuestas a sugerir a las fuerzas de seguridad que hagan frente al fuego de los alborotadores con buenas palabras y flores. Patético. La ensalada política catalana está sazonada con especias tan deprimentes como irritantes. Y lo cierto es que algunos de sus protagonistas principales sobreviven en ella incapaces de salir del bucle melancólico. La guinda del pastel la pone un empecinado Jordi Cuixart que llama a los patriotas al sacrificio y la inmolación, sin que sus colegas le enmienden la plana. Para colmo del esperpento, en esta Cataluña del lagrimeo y fantasías, para un diputado es más difícil conocer el salario que cobra Pilar Rahola en TV3 que averiguar la formula secreta de la Coca-Cola. No me digan que no hay motivos para la tristeza y el abandono. Pero demos tiempo al tiempo y no perdamos la esperanza. El Govern de Cataluña está ante una encrucijada. Ha de decidir si toma el camino de la centralidad que conduce a la normalidad y al sosiego político, o si opta por el de una radicalidad que conduce al desconcierto y al caos. Sí, amigos, hace falta mucha paciencia para sobrellevar con buen humor la atmosfera viciada de esta Cataluña cansina y otoñal.
Otoño a la catalana
Addoor Sticky