“Aplausos al Rey y pitos al Gobierno” fue la noticia estrella en los medios de comunicación al día siguiente del 12 de octubre. ¿Por qué, año tras año, los que van al desfile de las Fuerzas Armadas se dedican a aplaudir al Rey e insultar al Gobierno (si es de izquierdas) al tiempo que las redes sociales se llenan de comentarios insultantes hacia las Fuerzas Armadas? El común denominador de todos los que despotrican por la celebración del 12-O es que viven anclados en un pasado que ya no existe.

En primer lugar, hay que decir a unos y otros que los cuerpos de seguridad, que incluyen militares, bomberos, Guardia Civil, Policía Nacional y Guardia Urbana, no tienen nada que ver con los cuerpos de seguridad que algunos “padecíamos” (y otros echan en falta) durante la dictadura y que heredamos en el inicio de la democracia. En aquella época eran cuerpos mal pertrechados, incapacitados para defender nuestro propio bienestar, estaban al servicio del mantenimiento de la dictadura y pensados para actuar contra la población disidente o crítica contra el régimen totalitario.

En España, en los dos últimos siglos, el Ejército estuvo al servicio de la monarquía y de los valores religiosos y con demasiada frecuencia algunos mandos se creían legitimados para tomar el poder por la fuerza cuando consideraban que el Gobierno no servía a sus intereses. Por eso, la mayor parte del Ejército se alineó con el golpe de Estado franquista, en vez de defender al Gobierno democrático de la República. Por eso, algunas personas a las que aún les escuecen las emociones del pasado, o se identifican con las derechas preconstitucionales, los antibelicistas que rechazan cualquier demostración de fuerza o los nacionalistas con ganas de desprestigiar a España, lo tienen fácil el 12-O para obtener buenos resultados, tanto si se colocan al lado de la monarquía y en contra del Gobierno, como si insultan a las fuerzas y cuerpos de seguridad como si aún fueran franquistas.

Actualmente es obligado hacernos la pregunta: ¿es necesario en una democracia disponer de estos cuerpos? Desde mi punto de vista, la respuesta es positiva, siempre que sirvan a la ciudadanía y se sientan identificados con los valores democráticos. Ahora bien, ¿cumplen nuestras Fuerzas Armadas estos requisitos? La respuesta también es positiva, salvo casos esporádicos no relevantes. Durante la época democrática, no hay duda de la gran transformación que han tenido las Fuerzas Armadas: federalizando su acción exterior con otros países del entorno; profesionalizando y modernizando los diferentes cuerpos; modificando sus objetivos y haciéndolos participar en actividades de apoyo social. La realidad nos provee de múltiples ejemplos: intervienen activamente en situaciones catastróficas para minimizar daños y ayudar a los ciudadanos (en la pandemia, en la erupción, en inundaciones, nevadas, o incendios); controlan el cumplimiento de las normas de nuestro Estado democrático; se enfrentan a las mafias y a los grupos terroristas; intervienen en conflictos bélicos realizando actuaciones pacificadoras o llevando ayuda humanitaria en zonas de conflicto; controlan las fronteras o simplemente nos protegen de los cacos, o nos salvan al perro que se ha quedado atrapado en la azotea de las pocas casas que no destruyó la lava en la isla de La Palma.

El último aspecto sobre el que tenemos que reflexionar es qué celebramos el día 12-O y el modo en que esto se celebra. Creo que hacer coincidir la Fiesta Nacional (teóricamente de todos) con el día de las Fuerzas Armadas, una fiesta religiosa y lo que llamamos el descubrimiento de América, resulta una mezcla explosiva que no ayuda a hacer borrón y cuenta nueva y alimenta el rechazo variopinto. Desde mi punto de vista, el Día de la Fiesta Nacional tiene que ser el día que fuimos mayores de edad y aprobamos la Constitución del 78. Ese día empezamos a abrirnos a la cultura y a los derechos sociales. Ese día abrimos nuestras puertas al respeto a las ideas, al pluralismo político, a la descentralización del poder y al respeto a las minorías. Es un día sin connotaciones religiosas. Ese día debería ser de todos y tiene sentido que participen los representantes de las CCAA. Por otra parte, el 12-O deberíamos celebrarlo despojado de connotaciones militares, para evitar asociarlo a nuestro pasado colonial. Quizás, una recepción y comida con embajadores del ámbito hispano y con actividades culturales que representen el enriquecimiento mutuo del encuentro entre culturas.

Finalmente, propongo que se ritualice un día para los servicios esenciales, con sanitarios, educadores, servicios de limpieza, movilidad, cuerpos de salvamento y ayuda humanitaria, que no necesariamente tiene que ser un desfile militar.

Lo que digo, hay que darle la vuelta al tema y modernizar un poco los símbolos, al ritmo de lo que hoy es España. A los que no nos gusta hacer ruido innecesario lo agradeceremos y a los que les mueve la bilis, se les amortiguarán las emociones que ayudan a segregarla.