La detención de Puigdemont por la policía italiana puede ser la oportunidad que necesita Cataluña para salir del lío en el que nos metieron hace cuatro años. Sí, oportunidad porque mientras él esté en Bruselas solo puede hacer lo que hace, continuar con la agitación permanente haciendo inviable pasar página.
Puede que vivamos unos días revueltos, y más tan cerca del 1-O, incluso puede que Junts rompa la mesa de diálogo o incluso la coalición que sustenta al Govern, pero ojalá sean los últimos días de gestos y el nacionalismo vuelva a poner la negociación, que no la confrontación, en el centro de su hoja de ruta. El problema de unos pocos no puede condicionar la vida de todos. Ahora lo importante es el empleo, el crecimiento y la vuelta a la normalidad con mayúsculas. No es hora de ensoñaciones románticas.
Junts tiene la oportunidad de articularse como partido y no como una suma de personas que defienden intereses personales. El nacionalismo racional catalán de centro derecha está huérfano desde la implosión de CiU y tiene que estructurarse más allá de seguir al líder huido. Si lo hace puede optar por mantener gran parte de cuota del poder municipal que aún conserva. Es lógico que no dé la espalda a su referente, pero el destino podría estar brindándoles una oportunidad para evolucionar.
Esquerra no puede caer en la tentación de los símbolos y tiene que seguir su hoja de ruta, en solitario si hace falta y con apoyo de todos los que quieren una normalización de nuestra sociedad. Es hora de romper amarras con el pasado, de creerse que son el vértice sobre el que construir una nueva estrategia nacionalista y pensar en los ciudadanos y en el futuro. Por eso es fundamental la calma y la moderación, por todos los lados. Cuantas menos provocaciones haya, mejor. Obviamente no es de esperar que todos los partidos no nacionalistas apoyen a Esquerra pero sí sería bueno que se les ayudase a separar su camino del de un partido que pivota en torno a una persona.
Veremos en qué acaba todo. Hasta ahora la justicia española no ha tenido mucho éxito fuera de nuestras fronteras, pero si viene pronto, se le juzga pronto e incluso se le indulta pronto, todo puede cambiar. Si, por el contrario la justicia italiana vuelve la espalda a la española, como han hecho la belga y la alemana, tendremos matraca para rato. La defensa de Puigdemont hasta la fecha lo ha hecho muy bien, y nuestra diplomacia muy mal. Esperemos que no se desaproveche la oportunidad que da el vigente suplicatorio del Parlamento Europeo.