Que Eloi Badia es el cenizo de la peña de Ada Colau ya no lo discute casi nadie. Lo comentan en privado muchos de sus compañeros del gobierno municipal barcelonés. Encargo o tarea que toca este edil, elemento que se atasca, fracasa o se desmorona. Su gestión en el ámbito de los cementerios y servicios funerarios ha sido tan negativa como lo ha sido su papel en el tema del agua o la energía. Tiene mala prensa el muchacho. Y ya saben ustedes lo que les sucede a algunos individuos cuando ven peligrar su poltrona. No se lo piensan dos veces, deciden huir hacia adelante, toman decisiones controvertidas y obligan a sus compañeros a cerrar filas solidariamente. El indultado Jordi Cuixart será este año el pregonero de las fiestas del barrio de Gràcia por obra y gracia de Eloi Badia. Desconozco lo que hay detrás de la propuesta y si cuenta con el beneplácito, o no, de la alcaldesa Colau. La apuesta del concejal traerá cola, ya lo verán, pero quizás eso es lo que persigue Badia: distraer al personal evitando que prospere la petición de un montón de entidades que han pedido su dimisión o que la alcaldesa lo cese. Nada mejor que meterse en el ojo del huracán para blindarse en una zona de confort procurando la continuidad política.
Y todo ello ocurre precisamente en el ecuador de la legislatura, en la que la valoración de la gestión municipal no es buena, a pesar de que Jordi Martí, ese camaleónico aprendiz de Rasputín, se empeñe en vendernos lo contrario. La gestión del equipo de Ada Colau no pasa por su mejor momento y ella lo sabe. La percepción de que algo falla en la ciudad crece cada día que pasa. Los vecinos y comerciantes de la supermanzana de Sant Antoni --una de las joyas de la corona colauita-- han sacado a la luz pública las repercusiones negativas de la falta de previsión y mantenimiento de la zona. Quienes supuestamente deberían estar contentos y satisfechos, no lo están porque tras la fotografía inaugural se echa a faltar seguridad, limpieza y beneficio económico. El postureo fotográfico de la alcaldesa y su séquito incluso ha indignado al Sindicato de Manteros de Barcelona, que ven incumplidas las promesas que les formularon hace un tiempo. Por si ello fuera poco, algunas decisiones incoherentes han propiciado que la Barceloneta estalle presa de indignación; al igual que Sant Andreu y otras zonas de la ciudad que se lamentan de la falta de seguridad y suciedad de las calles. Así las cosas, no les extrañe que la señora Colau también intente autoblindarse como Badia. ¿Cómo? Procurando potenciar su imagen, incorporándose como miembro directivo del C40 para tratar el fenómeno de la emergencia climática. Nada mejor que esa proyección para intentar difuminar las problemáticas de la ciudad que se le escapan día tras día. Colocándose una mascarilla con la bandera tricolor, al tiempo que nos recuerda cuan malvada fue la insurrección militar franquista. Procura hacernos olvidar, por elevación, las penas cotidianas de los ciudadanos. Como colofón de esta cortina de humo, nada mejor que cumplir la ley montando el numerito con un retrato en miniatura de la figura de Felipe VI. Patético y con tan poco sentido institucional como Quim Torra.
Pobre, muy pobre y falta de ideas nuevas la política de la señora Colau. Su proyecto de ciudad es el de una Barcelona en miniatura sin Rey, aeropuerto, cruceros, museos privados, coches, hoteles y grandes eventos. Ahora está inquieta y se prodiga con esmero para acallar el refunfuñeo creciente de la ciudadanía barcelonesa.
¡Ah! Y no se pierdan ustedes sus mimitos estratégicos, por lo que pueda pasar, a los republicanos que capitanea el sempiterno político Ernest; o la negativa a conceder un turno de palabra a su “socio” Jaume Collboni, quien tuvo la osadía de criticarla por perder el tiempo con disquisiciones acerca de los Borbones, en lugar de abordar los temas urgentes.
Algo no va bien en el Ayuntamiento de Barcelona, y se nota. Nos quejamos de la política española, pero no nos inmutamos ante la incapacidad de los grupos municipales para consensuar la elección de un Síndico o Síndica de la ciudad. Elección que se ha visto pospuesta por falta de acuerdo. Penoso, y más aún cuando el proceso participativo orquestado contó con escasísimo apoyo ciudadano y dificultades telemáticas para ejercer el voto.
Se desvanece la ciudad que muchos soñamos y, de la mano de Ada Colau, aparece una urbe en miniatura sin pulso.