Eloi Badia: el déspota de Colau frente a gigantes y cabezudos

Josep Maria Cortés
5 min

Una veintena de asociaciones de vecinos piden la cabeza de concejal Eloi Badia. No me extraña, aunque también digo que estas asociaciones viven todavía en el mito platónico de la caverna. No se enteran y le piden explicaciones a un desventurado de Can Colau, que sabe de antifascismo de salón y de "te cambio la calle de nombre por un quítame ahí esas pajas". Badia, concejal de Emergencia Climàtica y Transición Ecológica, representa la guerra de nomenclaturas y los pequeños poderes que tanto gustan a la izquierda estética. En el mundo del poder municipal, el ciudadano no cuenta, mientras que, en las asociaciones de vecinos, la ciudadanía es un derecho intermitente que sirve para proteger las ventajas de los que mandan en el nombre falsario de las mayorías.

La arquitectura asociativa del siglo pasado es tan poco útil en 2021 como las crónicas de Llates de La Barcelona del Vuitcents. No nos interesa quién come chocolate con churros en una manzana interior del Eixample, pero tampoco nos interesa lo que les conviene a los directivos no electos de las asociaciones que confunden sus necesidades con las de la gente a la que dicen representar. La democracia directa es una perversión del consenso y, frente a ella, el Ayuntamiento-barrio es una pérdida de tiempo y de inversión, como se está viendo en el caso del Hermitage. La guerra de veinte barrios contra el Ayuntamiento de Badia, Janet y Colau es una forma de entropía moralmente reprobable. Pero la dura testuz de Don Eloi es peor todavía.

La democracia chusquera de las asociaciones de vecinos es una alternativa vocinglera del sufragio universal. Es la cooptación de los listos que quieren decidir sin potestad alguna sobre el urbanismo, la cultura, la escuela o el deporte. Es un asambleísmo de tendero que no entiende ni soluciona la dinámica de las megalópolis de hoy. Si la política se ha convertido en una suerte de prevaricación sin barreras, imagínense lo que pasa cuando no hay control. Las estructuras asociativas no institucionales son un escondite de delitos menores. La batalla entre Badia y sus bases naturales en los barrios es una opereta bufa, una especie de Così fan tutte​, el libreto mozartiano de Lorenzo Da Ponte, pero no en la versión del Liceu sino en la del Burgtheater durante la Viena del setecientos.

Eloi Badia, por Pepe Farruqo

Eloi Badia, por Pepe Farruqo

El señor Badia no interesa. Sus contrarios tampoco. Ellos son los responsables de la limitación de terrazas en 2020 para "evitar contagios", cuando lo que se necesitaba eran espacios abiertos para no hundir al sector turístico. También las asociaciones son responsables ahora de frenar la expropiación de un edificio abandonado, ocupado y cochambroso en Les Corts que es propiedad de la Iglesia. El Ayuntamiento no consigue quedárselo ni para limpiarlo. En fin, todo esto doscientos años después de la desamortización de Mendizábal.

Hemos ido de la infelicidad a la injusticia. Dado que el azar y el destino han desaparecido, ahora hacemos las cosas como en Fuenteovejuna. Somos responsables de nuestros actos pero no queremos provocar epidemias ni pobreza nosotros solos. Pues para esto van muy bien las asociaciones de vecinos. Ellas expresan el complemento tribal de un deseo compartido de tiranizar al del piso de enfrente del rellano, que pone la música tan alta. Badia, que además de la Emergencia Climática se ocupa del distrito de Gracia, es un experto marrullero de los problemas del agua: impulsó la plataforma Agua es Vida, pero nadie sabe lo que hizo o no hizo en la desastrosa privatización de Aigües Ter Llobregat (ATLL). También se ocupa de los cementerios, sic transit a la efímera gloria de los que corren con los gastos.

Ya sabemos que el populismo izquierdista practica la anti-economía. Sus líderes suben al poder gracias a los ascensores vindicativos: el agua, la luz y la vivienda. Pero cuando dominan el teatro de operaciones tratan con desdén a los grupos vecinales de gigantes y cabezudos. Nadie espera que el fulgor de Badia se apague al primer golpe de aire, como la llama azul de los desheredados. Desde luego, él se aferrará a la poltrona, en un ayuntamiento que tropieza cientos de veces en la misma piedra.

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¿Quién es... Josep Maria Cortés?
Josep Maria Cortés

Periodista de economía, realizó una parte importante de su carrera en El País y en los últimos años ha colaborado con La Vanguardia, Catalunya Ràdio y ED. Antes, desempeñó el cargo de director en Barcelona de la consultora multinacional de la comunicación Porter Novelli. Fue durante cinco años analista semanal en el programa Bon dia, Catalunya de TV3. Inició su carrera profesional en El Noticiero Universal y en El Correo Catalán, perteneció a la plantilla fundacional de TV3 y fue el primer corresponsal en Barcelona del diario financiero Expansión. Ha publicado, como autor y coautor, varios libros de investigación periodística, entre ellos, Memoria de Catalunya, del regreso de Tarradellas al pacto Pujol-Aznar (Taurus) o Los yuppies de Pujol llegan a la cima (ED).