Me gusta la Historia. De hecho, ha sido mi segunda pasión, antes que mi profesión. Mis lectores saben que no he ‘trabajado’, porque la afición es una devoción que me ha permitido vivir. De adolescente quería ser historiador, porque todo lo relacionado con las letras era lo único que me gustaba. Odio las ciencias. No puedo ser científico. Ingeniero, arquitecto o informático, tampoco, a pesar de que en 1975 en la Universidad eran estudios que estaban de moda. Nunca me ha gustado ir a la moda.
Cada semana espero el martes por la mañana para escribir mi artículo político. Y lo escribo en Crónica Global, que se ha convertido en una referencia informativa, dado que la prensa tradicional da los últimos coletazos.
He titulado así, con ese ‘Alucinado’ porque desde la mañana, en todas las radios se habla de la Memoria Histórica, de la Guerra Civil, y no de la crisis económica, que nos hace tiritar a pesar de este calor infernal, que es propio de la canícula del verano. Tampoco se habla del aumento del precio de la electricidad o de los parados que no podrán pagar esa subida. No hay nadie que esté de acuerdo en algo. Sobre la Memoria Histórica las diferencias son enormes, entre el PSOE y Unidas Podemos, y entre el centro derecha y la extrema derecha. España es una olla de grillos.
Empezaba diciendo que me gusta la Historia, pero no entiendo el actual revisionismo sobre el franquismo. Yo nací en 1957. En 1975 tenía 18 años y vi en Barcelona llorar a muchos padres porque eran niños durante la guerra, y no querían volver a pasar eso, era un miedo razonable.
Pero tras 40 años de dictadura, una mayoría de los jóvenes queríamos un España nueva y 'faldicorta', como dijo un político madrileño asesinado en 1936. Es de locos volver al pasado. Alucino con el presente.