Después de 1.349 días, casi cuatro años, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras volvieron a verse las caras. No se veían desde el 27 de octubre de 2017, el día de la declaración unilateral de independencia (DUI), en el Parlament. Después, Junqueras fue encarcelado hasta su reciente salida de prisión gracias a los indultos y Puigdemont huyó a Bélgica para no responder ante la justicia española.
La visita de una delegación de ERC a Waterloo fue “agradable”, “emotiva”, sin “ningún reproche”, “un placer”, según la describió Junqueras. Pero, claro, en las dos horas y media que duró, incluido lo que un medio independentista ha calificado de “dinar de germanor” (comida de hermandad), no hablaron de política. “Ha sido un placer reencontrarnos y poder compartir nuestras experiencias de carácter personal y de carácter familiar, tanto de aquellos que hemos estado en la cárcel como de aquellos que aún están en el exilio”, dijo Junqueras. Según el líder republicano, Puigdemont y él se dieron hasta tres abrazos, pero nada de esto se vio en público, ya que el expresident ni siquiera salió a la puerta de su casa de Waterloo a recibir a los visitantes, como sí hizo con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. Este detalle ha motivado que el reencuentro haya sido calificado de “frío”.
Si hubieran hablado de política, el ambiente hubiera sido menos placentero y agradable porque las discrepancias que alargaron tres meses las negociaciones para formar Govern siguen vigentes, sobre el papel del Consell per la República y sobre muchas otras cuestiones, como la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez, por ejemplo. Mientras Junqueras habla cada vez más de su compromiso ineludible con el diálogo con el Gobierno, Puigdemont sigue emitiendo tuits que lo cuestionan. Uno de los últimos, a propósito del juicio que se celebra en la Audiencia Nacional contra dos mossos de su escolta en Bélgica, en el que volvía a citar el “a por ellos ordenado por el rey” y a ironizar sobre el “Gobierno del diálogo”. Los mossos juzgados, por cierto, niegan que hicieran de escoltas y aseguran que sus funciones eran domésticas: limpiar la casa de Waterloo, ir a comprar, etcétera. Enternecedor.
A los tuits de Puigdemont se unen las pullas que algunos de sus peones en Cataluña no dejan de lanzar contra Aragonès. La presidenta del Parlament, Laura Borràs, y el diputado Francesc de Dalmases se distinguen en esta tarea, al tiempo que añoran la presidencia de Quim Torra. También ejerce esta función de ariete la portavoz de Junts per Catalunya en el Congreso de los Diputados, Míriam Nogueras, que, cada vez que sube a la tribuna, no desperdicia la oportunidad de mofarse del diálogo con el Gobierno.
En este sentido, la estrategia de Junts es tan constante como suicida. Porque la única alternativa al Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos es un Gobierno de la derecha con un pacto entre el PP y Vox, como ya anticipan las encuestas. Y el PP, que sufre cada vez más la presión del partido de extrema derecha, ha vuelto al discurso más duro, sobre todo desde la concesión de los indultos. Olvidada ya la ruptura con Vox que parecía deducirse del discurso de Pablo Casado en la fallida moción de censura presentada por Santiago Abascal contra Sánchez, el líder del PP ha recuperado el tremendismo y la hipérbole que ya cultivó en otras ocasiones.
Rotos los puentes con el Gobierno por los indultos, Casado compara a España con Venezuela y Nicaragua, califica al Ejecutivo de Sánchez de “tóxico”, acusa al presidente del Gobierno de “subastar España en una mesa de despiece” y de “negociar la soberanía y la hacienda con defensores de terroristas, delincuentes y golpistas”. La última ofensiva se dirige contra el fondo de 10 millones de euros que la Generalitat ha creado para cubrir las fianzas que el Tribunal de Cuentas exige a 34 ex altos cargos.
El ardid de la Generalitat no está claro que cumpla la legalidad --bastantes expertos lo dudan y hablan de “fraude de ley”--, pero toda la derecha en bloque, tanto la política como la mediática, da ya por supuesta una nueva malversación de fondos y anuncia recursos. Ciudadanos, cada día más una copia del PP, pide incluso la intervención de las cuentas de la Generalitat.
A no ser que realmente prefiera el cuanto peor, mejor, Junts per Catalunya debería saber que si cae el Gobierno de coalición PSOE-UP llegará un Gobierno de la derecha más extrema y todo volverá a la casilla de salida.