Marcelo Gullo Omodeo (Rosario, 1963) habla con soltura, como buen argentino. De familia italiana, Gullo ama a España y al conjunto de los españoles-americanos, o americano-españoles. Es la misma comunidad, que debería unir esfuerzos para que países, precisamente como España, no acaben siendo una especie de colonia de China, o para que los españoles no acaben de “extras” en películas chinas. Lo que propone Marcelo Gullo Omodeo es “desaprender” para aprender la historia “verdadera”. Con el estudio de las fuentes originales, y con la idea de que para afrontar el futuro hay que conocer el pasado, pero desde el presente, Gullo ha escrito Madre Patria (Espasa), que cuenta con un prólogo entusiasta de Alfonso Guerra. En la línea de otros autores, como María Elvira Roca Barea, el propósito es el de “desterrar la leyenda negra de España”, que –señala—es producto de la “propaganda de la política exterior inglesa”, y que, como también destaca Guerra, lejos de combatirla, España la acabó asumiendo. Y sirvió para que otros colectivos, como los catalanes, la utilizaran para defender una nación catalana que no quería “formar parte de un monstruo que no era tal”.
--Pregunta: ¿Hasta qué punto ha hecho daño en muchas generaciones, a un lado y otro del Atlántico, el libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina que han leído ya varias generaciones de estudiantes y que cumple ahora 50 años?
--Respuesta: Un daño terrible. Y no por el propio Galeano, no por su figura. Pero él mismo lo señaló. Aseguró que no sabía nada de política ni de economía. Y pasó lo mismo que sucedió con el libro de Bartolomé de las Casas. Los enemigos de España se lanzaron con el trabajo de De las Casas como moscas sobre la miel. Y con Galeano pasó una cosa similar. Fue utilizado por la inteligencia cubana para propagarlo por toda América Latina, a pesar de que Fidel Castro nunca creyó en la leyenda negra española. Pero había alcanzado su alianza con la Unión Soviética, a quien le interesó lo que podía comportar: el fomento de los movimientos indigenistas separatistas, que podían desestabilizar el patio trasero de Estados Unidos. Fidel Castro difunde el libro y se convierte en un best seller, cuando, en realidad, era un librito. Y eso envenenará a la juventud, que era lo mejor que teníamos, que exhibía un gran idealismo. Al asumir la leyenda negra, esa juventud se convierte en la mano de obra barata del imperialismo norteamericano. Fue un daño gigantesco, que se reproduce luego cuando el comandante Chavez, que es una víctima de la leyenda negra y no sabía nada de Historia, regala el libro a Obama y otra vez envenena el alma de los jóvenes latinoamericanos.
--¿La izquierda comete un error, entonces, al abrazar las tesis de Galeano?
--El libro es cierto en un 80%, pero no en el otro 20%. España no fue un imperialismo. Lo que realmente es importante es la historia británica sobre la historia de España. Autores marxistas, como Hernández Arregui, sostienen que no se trata de un libro, sino de un libelo. Lo sostienen otros, como Jorge Abelardo Ramos o Rodolfo Puiggrós.
--Para entender lo que le ha pasado a España y a América Latina, entonces, ¿hay que estudiar a fondo la política exterior británica?
--Es la clave, porque la leyenda negra nace en Italia y en Holanda, pero se convierte en geopolítica cuando la hace suya Inglaterra. La cuestión principal es que sabía que no podía vencer militarmente a España y lo que inicia es una guerra cultural para quedarse con América. Es propaganda política y tomarán como política de estado la leyenda negra, al presentar a España como un monstruo que hizo lo que quiso en América. Las elites tenían contacto con los ingleses, en los puertos, en Caracas, en Buenos Aires, en Santiago, porque eran contrabandistas. Y lograban auténticas fortunas. Para justificar esa actividad ilegal, argumentaban que España era un monstruo. Lo realmente curioso de toda esta historia es que ese mazazo que dan a España hace que se pierda la memoria, y la leyenda negra se asume, con pesimismo. Esa es la obra más genial del marqueting político de los ingleses.
--¿Eso ha provocado que muchos años después, le dediquen tanto tiempo y esfuerzo a la historia de España? ¿Son los hispanistas británicos ingleses con mala conciencia?
--En realidad el hispanismo contra la falsificación de la historia nace en Estados Unidos. En las universidades, de alta calidad, nace la defensa de España. Pero fue inútil, porque la leyenda negra es el coronavirus de España. Cada vez que surge algo, una interpretación nueva, un libro de investigación, aparece una cepa nueva y ese trabajo realizado ya no puede con esa cepa. Se ha creado una pandemia sobre la falsa historia de la conquista española de América.
--Hay esfuerzos como el de Elvira Roca, que ha sido criticada, y con algún fundamento, pero no se aprecia un cambio en esa historiografía. ¿Por qué?
--Es que hay que reaprenderlo todo de nuevo. La mente está formateada por el imperialismo cultural anglosajón. Y con gran esfuerzo, a partir de la realidad histórica, se podrá revertir la situación. Una idea clara, por ejemplo, es resituar lo que ocurrió en lo que hoy es México. Cuando llega Hernán Cortés lo que se encuentra es una situación en la que un pueblo, una nación opresora, los Aztecas, se está imponiendo sobre otras 110 naciones o pueblos. Unos opresores que, literalmente, se comían a esos pueblos oprimidos. Practicaban la antropofagia. Cortés logra el apoyo de muchos de esos pueblos contra los Aztecas, que se ponen a su disposición, con 200.000 personas. Claro que todo fue horrible, con nuestros ojos de ahora. Como fue horrible la liberación de Berlín, por los soviéticos. Pero Cortés libera México. Y es importante comenzar con la utilización de una epistemología propia, con los conceptos apropiados, para no perder, otra vez, la batalla cultural. Se libera América de la antropofagia. Es así.
--¿Y ahora? ¿Qué debería hacer España, que en los últimos decenios ha decidido mirar a Europa más que a América Latina?
--Lo que debería hacer, primero, es extirpar del corazón la leyenda negra. Eso tuvo un doble efecto, como estudió Erich Fromm desde la psicología social. Al asumir la leyenda negra se creó un complejo de inferioridad, que es el que tenía Ortega y Gasset, cuando dice aquello de que la solución es Europa. Y, al mismo tiempo, se crea un sentimiento de superioridad, y, en vez de ver a sus primos americanos, se les tilda de ‘sudacas’, que es un término horrible.
--¿En qué medida se equivocan los catalanes independentistas ahora? ¿Caen también en ese efecto, cuando se distancian de los españoles, justo cuando habían estado más involucrados que nadie en esa relación americana, por ejemplo con Cuba?
--No se entiende, porque Cataluña hizo España, sin Cataluña no hubiese habido España. Pero un pequeño grupo, muy pequeño, creyó en la leyenda negra. Interiorizó que España es un monstruo. ¿Y quién quiere formar parte de un monstruo? La burguesía catalana, aunque fuera de forma inconsciente, contribuyó a ello, con ese intento constante de asustar a Madrid a partir del nacionalismo. Lo que ocurre es que, una vez creado el Frankenstein, éste tuvo vida propia, a partir de una cosa que no era cierta. Esa lógica, la de que no querer formar parte de un monstruo, te lleva a querer la independencia de Cataluña. No querré hablar la lengua del monstruo, y solo apostaré por la independencia. Pero es que no fue un monstruo. España fue como otras naciones, o, incluso, fue mejor que otras naciones, porque se cuestionó a sí misma.
--¿Bartolomé de las Casas hubiera existido en Inglaterra?
--De las Casas hubiera ido a la horca desde el primer momento. Lo hubiesen mandado colgar. Y Carlos V, Carlos I de España, en cambio, le ofrece el Obispado de Cuzco, que era el tercero más importante. Se pensó que podía tener razón, porque había libertad de pensamiento. Cosa que no existía en Inglaterra o Francia.
--¿El papel de los intelectuales influyó en esa mirada, a su juicio equivocada? ¿La generación del 98 ha influido en exceso y para mal con la idea de la decadencia de España?
--En América se interpretó mejor esa línea de pensamiento. Surge una escuela de la indignación por lo que hizo Estados Unidos, que provocó la guerra de Cuba. Y surgió, a través de personalidades como José Enrique Rodó, que defendieron la unidad perdida. Somos españoles-americanos, todos, señala. En París, donde coincidieron muchos intelectuales latinoamericanos, se dieron cuenta que tenían mucho en común. Advierten de que ha nacido un gigante, que será Estados Unidos, y que se comerá todo lo que tenga por delante. Es una cuestión geopolítica, pero también existe una cuestión cultural. Son dos formas de ver el mundo. España apostó por el mestizaje, que es a lo que está llamada la humanidad. España no fue un imperialismo, fue un Imperio. En cambio, Inglaterra practicó el imperialismo con una idea muy clara: el mejor indio es el indio muerto. Basta de llorar, lo que hay que hacer es reconstruir la unidad perdida.
--¿Se puede hablar de inmoralidad en el caso del proyecto independentista catalán? El nacionalismo catalán se desarrolló a partir de la pérdida de Cuba, con la idea de que un Estado que perdía sus colonias ya no servía a los intereses de la burguesía catalana. Y el proceso independentista se desarrolla a partir de la crisis financiera y económica de 2008. ¿Hay un componente moral en todo ello?
--Es muy duro decirlo, pero la única verdad es la realidad. Se trata de una gran inmoralidad, porque Cataluña se hizo rica gracias a todos los españoles, que compraban paño con un precio cuatro veces más caro que el que ofrecían los ingleses. En Cataluña hubo una industria antes que en otras partes, y estuvo bien, porque la industria equivale a desarrollo económico. Pero es inmoral pedir ayuda a los españoles –lo que fue el proteccionismo—y cuando llega el momento de ayudar se dice que no, que somos catalanes. Eso es inmoral.
--¿Se ve una solución desde Argentina al proceso catalán?
--Solo es posible desde la batalla cultural. La verdad nos hace libres y la mentira del nacionalismo catalán nos lleva a la fragmentación territorial de España. Por eso, el separatismo catalán es hermano gemelo del fundamentalismo indigenista, en América del Sur. La idea de la leyenda negra llega a América y se crea un movimiento de fragmentación, que nace a partir de un pasado mítico inexistente. Y eso nos hará más pobres, en España y en América. Hoy España está en un tobogán, es el tobogán de la fragmentación y el subdesarrollo. Y en América seremos más subdesarrollados y más fragmentados. Es una locura colectiva. Hay que detenerla.
--Usted señala que esa leyenda negra ha acabado determinando hasta los salarios, con sociedades dedicadas al sector servicios, como es también cada vez más Cataluña. ¿Por qué?
--El sentimiento de inferioridad, y la culpa la tiene Ortega con aquello de que la solución era Europa, ha sido muy fuerte. Se pensó que en Europa había unos buenos chicos, jugando a cartas. Pero jugaban al póker. Y se exigió a España, con la entrada en la Unión Europea, una clara desindustrialización. Se ofreció a España que sería el lugar del turismo para esa Europa. Pero, ¿qué pasa cuando llega una crisis económica? La industria protege más a un país, y los salarios son mejores. Y lo que ha pasado es que en Europa también se han producido cambios, y Alemania manda con claridad. El euro es una moneda muy buena para los alemanes, que está sobrevalorada. Pueden comprar fuera y vender en el interior de la Unión Europea en una posición de privilegio. Y con ello, se podrían hundir países como España o Italia.
--¿Qué alternativa hay, entonces, con China en el centro de la economía mundial?
--China será la gran potencia, con una planificación constante a largo plazo. Es un estado-civilización. Y lo que veo es que países como España, Argentina, Colombia o Brasil, no tendrán ninguna capacidad si no se logra una confederación imaginativa. En ese caso, tendríamos una mínima posibilidad. En caso contrario, España será el escenario de la política de los chinos, que administrará su turismo, en función de cómo se comporte cada uno. Hay que reconstruir la unidad perdida.