Estén atentos. Laura Borràs y sus correligionarios nos vendrán con la milonga de que sus ‘trapis’, ahora en manos del TSJC, son la derivada de una persecución política orquestada desde las pestilentes cloacas de un estado español cruel y represor. En su defensa podrán aducir lo que les plazca; pero lo cierto es que el Tribunal, tras recibir el informe de la Fiscalía, se ha declarado competente para investigar los tejemanejes de la señora Borràs. La causa está abierta contra la presidenta del Parlament y un colaborador-amigo, por irregularidades en la contratación de trabajos informáticos. La investigación por supuestos delitos de prevaricación, falsedad y malversación de caudales públicos ha viajado de Madrid a Barcelona acompañando aforamientos varios. Pero ella sigue ahí, impertérrita. Apretando cada día un poco más la tuerca del desasosiego político con sus discursos envenenados. No en vano Ramón de España nos advirtió, en uno de sus artículos, que la prioridad de la gente de Junts no era gobernar sinó colocar al frente de las instituciones a la mejor fuente de problemas externos e internos. Y lo han hecho. En este sentido el unilateralismo manifiesto de la presidenta, sus arbitrariedades en la cámara catalana y los asuntos pendientes con la justicia, la convierten en una pieza idónea para reventar la legislatura. ¿Aplicará la Mesa del Parlament el artículo 25 del reglamento, que supone la pérdida de derechos de un diputado/a, cuando hay actuación judicial con indicios de delito?
Pero ¿Y mientras tanto qué? Laura Borràs, imbuida en su rol de agitadora --estilo Quim Torra-- no duda en activar todo aquello que es capaz de ser útil a la causa del Waterloo más irredento. No solo actúa despóticamente en el Parlament, provocando las iras y el conflicto con algunos grupos parlamentarios. Lo que hace es servirse de la institución para la prédica de su ideario.
La actitud sectaria de Borràs se puso recientemente de manifiesto con motivo de la firma, entre el Parlament y el Congreso de Nueva Caledonia, de un acuerdo para "estrechar lazos de amistad". En su discurso la presidenta demostró un escaso sentido del decoro institucional, al afirmar que “hay países que, ante los retos políticos, optan por la represión y la judicialización, y los hay que los afrontan con sentido de Estado y de forma democrática, llegando a acuerdos y haciendo política. Cataluña, Nueva Caledonia y Escocia demuestran que aún hay sitio para las democracias que quieren fundar un Estado sobre los pilares de la solidaridad, de la igualdad y de la justicia”. Patético y preocupante. No sé si la salida de tono de Laura Borràs obedece a la pretensión de emular viejos referentes de la lucha anticolonial, como Ho Chi Minh o Abd el-Krim, pellizcando al vecino francés o, en cambio, es tan solo una respuesta a Manuel Valls, quien recientemente abogó por la continuidad de Nueva Caledonia en la República Francesa. La solidaridad de la gente de Junts con el independentismo canaco, espero que no tenga nada que ver con las minas de níquel. Ya saben ustedes que allí se encuentran alrededor del 30% de las reservas mundiales de este mineral. Con la globalización los tantos por ciento viajan hasta las antípodas en un plis plas.
El efecto desestabilizador de la señora Borràs no afecta solo a sus socios de ERC y adversarios políticos. Repercute y se manifiesta incluso en la dinámica interna de su grupo, del 'puigdemontismo'. Hace pocos días mantuvo un pulso con el diputado Albert Batet, intentando nombrar un portavoz adjunto afín a su persona. En una tensa votación interna su apuesta por Francesc de Dalmases fue derrotada. Pero ella sigue ahí, impertérrita. Confia en sus dotes de espoleta desacomplejada. Peligro.